VIERNES XXX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

LECTIO DIVINA DEL VIERNES XXX DE TIEMPO ORDINARIO – CICLO A

SOLEMNIDAD DE SAN MARTÍN DE PORRES, RELIGIOSO

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños» Mt 11,25.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11,25-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El gran milagro de los santos ha estado en su propia existencia, que purificando a través de sus sacrificios y plegarias las imperfecciones de un mundo cruel y a veces despiadado, han conseguido ser plenamente felices. Y en ese caminar han dejado su huella inmortal por la ejecución de prodigios concebidos por esa misma gracia. San Martín de Porres es un perfecto retrato de ello. No escribió ningún libro, ni plegarias, ni sermones. Su vida fue la predicación y la acción compasiva. Inició una nueva expresión de la vida espiritual, radical, simple y santa, donde estuvo el don de la alegría espontánea y una capacidad para convertir el sufrimiento y la opresión de los pobres en un encuentro con Dios. Por esta razón se le conoce como el santo patrono de la justicia social» (Alfredo Barra).

Hoy celebramos en el Perú, con profunda alegría, la solemnidad de San Martín de Porres. Nació en Lima en 1579, era hijo del caballero español Juan de Porres y de una mujer panameña de raza negra, Ana Velásquez, de origen africano, por ello, el alma de Martín nunca dejó de ser africana. En su infancia y adolescencia sufrió las limitaciones de la comunidad de raza negra en la que vivía. A pesar de ello, aprendió mucho sobre medicina y desde los ocho años, con una sensibilidad profunda, fue atraído por la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. En 1603, a los quince años, entró como donado en la orden dominica y en 1606 profesó los votos perpetuos.

Alma contemplativa a quien el Señor le concedió singulares carismas, como el de profecía, milagros, bilocación, éxtasis y una insigne caridad humana. Murió en Lima en 1639; fue declarado beato por Gregorio XVI y fue proclamado santo por Juan XXIII, en 1962.

Celebramos a San Martín con la plegaria que Jesús dirige a Dios Padre, ubicada en Mateo 11,25-30 y que se encuentra también en Lc 21,21-22. En este texto resplandece la belleza y profundidad espiritual de San Martín cuando Jesús alaba y glorifica a Dios Padre porque revela su misterio a los humildes de corazón. Así mismo, Jesús culmina la plegaria presentándose a sí mismo como el Hijo de Dios Padre y en total comunión con Él.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«San Martín de Porres nos enseña, una y otra vez, que Dios no ha terminado de crear el universo. Somos la arcilla en manos del alfarero, y nada es imposible para Dios» (Brian Pierce).

En esta pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal.

Mientras que el mundo promueve conductas para elevar la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y misericordia de Dios. Basta recordar Lc 21,3-4, donde Jesús dice: «Les aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos. Porque todos ellos han depositado lo que les sobraba; pero ella en su pobreza, ha puesto cuanto tenía para vivir».

Hermanos: a la luz de la Palabra, intentemos responder: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es nuestra actitud frente a las personas más humildes, que sufren necesidades materiales y espirituales? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo con el fin de ponerlas en práctica en nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Padre eterno, que llevaste a San Martín de Porres a la gloria celestial por el camino de la humildad, concédenos la gracia de seguir sus ejemplos, para que merezcamos, como él, ser llevados al cielo.

San Martín intercede ante la Santísima Trinidad por la humanidad para que pueda superar las guerras y alcance la paz del espíritu.

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, comunidades, amistades, centros de trabajo y estudios, y por donde vayamos.

Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a tu amigo Lázaro, lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu preciosísima sangre.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con la homilía del papa Juan XXIII en la canonización de San Martín de Porres:

«Martín nos demuestra, con el ejemplo de su vida, que podemos llegar a la salvación y a la santidad por el camino que nos enseñó Cristo Jesús: a saber, si en primer lugar amamos a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todo nuestro ser y si, en segundo lugar, amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Él sabía que Cristo Jesús padeció por nosotros y, cargado con nuestros pecados, subió al leño; por esto tuvo un amor especial a Jesús crucificado, de modo que, al contemplar sus atroces sufrimientos, no podía evitar derramar abundantes lágrimas. Tuvo también una singular devoción al santísimo sacramento de la Eucaristía al que dedicaba con frecuencia largas horas de adoración en el sagrario, deseando nutrirse de él con la máxima frecuencia que le era posible.

Además, san Martín, obedeciendo al mandamiento del divino Maestro, se ejercitaba intensamente en la caridad con sus hermanos, caridad que era fruto de su fe íntegra y de su humildad. Amaba a sus prójimos porque los consideraba verdaderos hijos de Dios y hermanos suyos, y los amaba aún más que a sí mismo, ya que, por su humildad, los tenía a todos por más justos y perfectos que él.

Disculpaba los errores de los demás; perdonaba las más graves injurias, pues estaba convencido que era mucho más lo que merecía por sus pecados; ponía todo su empeño en retornar al buen camino a los pecadores; socorría con amor a los enfermos; procuraba comida, vestido y medicinas a los pobres; en la medida que le era posible, ayudaba a los agricultores y a los negros y mulatos, que, por aquel tiempo, eran tratados como esclavos de la más baja condición, lo que le valió, por parte del pueblo, el apelativo de “Martín de la caridad”.

Este santo varón, que, con sus palabras, su ejemplo y sus virtudes impulsó a sus prójimos a una vida de piedad, ahora goza de un poder admirable para elevar nuestras mentes a las cosas celestiales. No todos, por desgracia, son capaces de comprender estos bienes sobrenaturales, no todos los aprecian como es debido; al contrario, son muchos más los que, enredados en sus vicios, los menosprecian, los desdeñan o los olvidan completamente. Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos la dulzura y la felicidad que se encuentran en el seguimiento a Jesucristo y en la sumisión a sus divinos mandatos».

Hermanos: pidamos hoy la intercesión de San Martín de Porres para que, con la dulce compañía de Nuestra Santísima Madre y San José, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente del amor, que es Nuestro Señor Jesucristo. Que el ejemplo de Martín enseñe a todos la dulzura y felicidad que se encuentran en el seguimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.