FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – CICLO B

LECTIO DIVINA DE LA FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR – CICLO B

«Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» Mc 1,11.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,7-11

En aquel tiempo, proclamaba Juan: «Después de mí viene el que es más fuerte que yo, y no merezco agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero Él bautizará con Espíritu Santo». Y sucedió que por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu que bajaba hacia Él como una paloma. Se oyó una voz desde los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«“Tú eres mi Hijo”, proclama la voz del Padre en la ribera del Jordán. Esas palabras fueron dirigidas al Hijo unigénito, consustancial al Padre, pero se convierten en proyecto y vocación para todo hombre. ¡Cómo quisiera gritar esas palabras para todos los niños del mundo! ¡Cómo quisiera que llegaran no sólo a los bautizados, que jamás darán suficientemente gracias al Señor por ese don recibido, sino también como invitación a la esperanza, a cuantos buscan sinceramente el sentido de su vida! ¡Qué sabor tan diverso adquiere la vida cuando nos dejamos abrazar por el amor de Dios!

Amadísimos hermanos y hermanas, pidamos a la Virgen santísima que estemos dispuestos a acoger ese amor. En cierto sentido, antes que junto a la ribera del Jordán, fue precisamente en su corazón donde los cielos se abrieron, en el momento de la Anunciación. María se convirtió en Madre de Dios y, por tanto, en Madre del Amor. Ella nos guíe ahora con maternal dulzura a hacer una experiencia viva de aquel que es el Amor» (San Juan Pablo II).

Con la Fiesta del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo culmina el tiempo de Navidad.

Personas de todas partes acuden a Juan Bautista para bautizarse como señal de arrepentimiento y limpieza. Pero, aquel día y de repente, de la multitud sale el primo de Juan: Jesús, el Rey de reyes, el hombre sin pecado. Jesús no necesitaba del bautismo de Juan, pero quiso que se cumpliera la Escritura solidarizándose con su pueblo; por ello, su bautismo es un momento decisivo para la humanidad.

El Santo de los santos entra al agua para santificarse. Nuestro Señor Jesucristo hace que su bautismo sea extraordinario, convirtiéndose en un canal vivo del Espíritu Santo al tomar posesión de su misión salvadora y traer limpieza interna, renacimiento y transformación a aquellos que serán bautizados por él. De esta manera, Jesús instituye el sacramento del bautismo. Luego de salir del agua, el Espíritu desciende sobre Jesús en forma de paloma, instituyendo ahora el sacramento de la confirmación.

Así mismo, cuando el Espíritu Santo desciende sobre Jesús, el Padre anuncia desde el cielo: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco». Así, se produce la revelación maravillosa de la Santísima Trinidad que nos recuerda que, en Jesús, todos somos hijos amados de Dios Padre.

Que la Fiesta del Bautismo del Señor nos traslade espiritualmente al momento de nuestro bautismo y nos haga tomar plena consciencia de la relación que nos une con la Santísima Trinidad y comprendamos nuestra verdadera identidad: la de hijos de Dios Padre.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo revela su identidad de Hijo de Dios; de igual manera, se manifiesta la Santísima Trinidad que empodera nuestra naturaleza humana y nos brinda las armas para vencer el poder opresor del pecado, otorgándonos plenamente la identidad de hijos de Dios. Así mismo, la reflexión de esta maravillosa lectura del Bautismo de Nuestro Señor nos proporciona información valiosa sobre los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, y nos ayuda en la meditación del primer misterio luminoso del Santo Rosario.

Con el bautismo, resucitamos a una vida nueva, quedando limpios del pecado original. A través de la confirmación recibimos nuestra misión y el poder para llevarla a cabo, compartiendo la unción de Nuestro Señor Jesucristo con el fin de contribuir a la evangelización de la humanidad. De esta manera, somos llamados, ungidos y misioneros. En este sentido, la configuración cultural cambiante de la humanidad nos plantea un desafío ineludible: vivir una fidelidad sin precedentes a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo unidos al Espíritu Santo. Es decir, parecernos más a Jesús, dejándonos transformar por su Espíritu.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos: ¿Cómo ejercitamos en nuestra vida cotidiana los sacramentos del bautismo y la confirmación? ¿Cómo acogemos el Espíritu Santo? ¿Ayudamos a nuestros hermanos a encontrar a Jesús, los ayudamos a reconocer su identidad? ¿Somos misioneros? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a aceptar el llamado y llevar adelante nuestra misión en la vida, que es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que, en el bautismo de Cristo en el Jordán, al enviar sobre Él tu Espíritu Santo, quisiste revelar solemnemente a tu Hijo amado, concede a tus hijos de adopción, renacidos del agua y del Espíritu Santo, perseverar siempre en tu benevolencia.

Padre eterno, haz que el Santo Padre, el papa Francisco, los obispos, sacerdotes y consagrados, con su palabra y celo pastoral, ayuden a todos los bautizados a mantener viva la llama de la vida divina en nosotros.

Padre eterno, te pedimos que todos los gobernantes de las naciones descubran en el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo el anuncio definitivo de la justicia, la reconciliación y la paz.

Amado Jesús, haz que todos los que buscan el bien y la verdad descubran, en los hechos sencillos de la vida cotidiana, los signos de la presencia de la Santísima Trinidad, y los acojan como el mayor tesoro de su vida.

Amado Jesús, misericordia pura, tú que estás sentado a la derecha de Dios Padre, alegra con la visión de tu rostro a nuestros hermanos difuntos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede por nuestras oraciones ante la Santísima Trinidad. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con una homilía de Benedicto XVI:

«En el Jordán Jesús se manifiesta con una humildad extraordinaria, que recuerda la pobreza y la sencillez del Niño recostado en el pesebre y anticipa los sentimientos con los que, al final de sus días en la tierra, llegará a lavar los pies de sus discípulos y sufrirá la terrible humillación de la cruz.

El Hijo de Dios, el que no tiene pecado, se mezcla con los pecadores, muestra la cercanía de Dios al camino de conversión del hombre. Jesús carga sobre sus hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, comienza su misión poniéndose en nuestro lugar, en el lugar de los pecadores, en la perspectiva de la cruz.

Cuando sale del agua tras el bautismo, recogido en oración, se abren los cielos. Es el momento esperado por tantos profetas: “Si rompieses los cielos y descendieses”, había invocado Isaías. En ese momento esa oración es escuchada. De hecho, se abrió el cielo, y bajó sobre Él el Espíritu Santo; se oyeron palabras nunca antes oídas: “Tú eres mi hijo amado, en quien me complazco”.

Al salir de las aguas, como afirma san Gregorio Nacianceno – “Mira cómo se rasgan y se abren los cielos, los cielos que Adán había cerrado para sí y para toda su descendencia” -, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienden entre los hombres y nos revelan su amor que salva. Si los ángeles llevaron a los pastores el anuncio del nacimiento del Salvador y la estrella guío a los Magos llegados de Oriente, ahora es la voz misma del Padre la que indica a los hombres la presencia de su Hijo en el mundo e invita a mirar a la resurrección, a la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte».

Hermanos: hagamos el compromiso de dar testimonio de los sacramentos recibidos, y de la presencia y manifestación de la Santísima Trinidad en nosotros. Seamos misioneros de la Iglesia en nuestra vida cotidiana.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.