MARTES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA I DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«¿Qué es esto? Una enseñanza nueva, expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen». Mc 1,27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,21-28

En la ciudad de Cafarnaún, el sábado entra Jesús en la sinagoga a enseñar; estaban asombrados de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad y no como los escribas. Había precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él». El espíritu inmundo lo retorció violentamente, y dando un grito muy fuerte, salió de él. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Una enseñanza nueva, expuesta con autoridad. Incluso manda a los espíritus inmundos y le obedecen». Su fama se extendió enseguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Jesús sigue siendo el vencedor del mal o del maligno. Lo que pedimos en el Padrenuestro, “líbranos del mal”, que también podría traducirse “líbranos del maligno”, lo cumple en plenitud Dios a través de su Hijo. Cuando iba por los caminos de Galilea atendiendo a los enfermos y a los posesos, y también ahora, cuando desde su existencia de Resucitado nos sale al paso a los que seguimos siendo débiles, pecadores, esclavos. Y nos quiere liberar. Cuando se nos invita a comulgar se nos dice que Jesús es “el Cordero que quita el pecado del mundo”. A eso ha venido, a liberarnos de toda esclavitud y de todo mal.

Por otra parte, Jesús nos da una lección a sus seguidores. ¿Qué relación hay entre nuestras palabras y nuestros hechos? ¿Nos contentamos sólo con anunciar la Buena Noticia, o en verdad nuestras palabras van acompañadas -y por tanto se hacen creíbles- por los hechos, porque atendemos a los enfermos y ayudamos a los otros a liberarse de sus esclavitudes? ¿de qué clase de demonios contribuimos a que se liberen los que conviven con nosotros? ¿repartimos esperanza y acogida a nuestro alrededor? El cuadro de entonces sigue siendo actual: Cristo luchando contra el mal. Nosotros, sus seguidores, luchando también contra el mal que hay en nosotros mismos y en nuestro mundo» (José Aldazabal).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús exorciza y enseña en Cafarnaún” también se ubica en Lucas 4,31-37. Cafarnaún era un pueblo situado al noroeste del mar de Galilea, de donde provenían cinco discípulos de Jesús: Pedro, Simón, Jacobo, Juan y Mateo. Ninguna ciudad de Palestina gozó más de la presencia de Jesús durante su ministerio terrenal como Cafarnaún; sin embargo, fue también la que recibió la condenación más terrible que Él pronunció a excepción de Jerusalén, porque, a pesar de que Jesús hizo muchos milagros y enseñó mucho allí, el pueblo se opuso a Jesús y a su Palabra.

Como era sábado, día de descanso, Jesús fue a la sinagoga a enseñar. Su forma de enseñar era totalmente diferente a la de los escribas, quienes explicaban lo que los grandes maestros del pasado habían dicho sobre la Ley. Eran comentarios de segunda o de tercera mano. En contraste, Jesús exponía el verdadero sentido espiritual de las Escrituras, sin alegar más autoridad que la suya propia. Por esta razón, Jesús causaba admiración entre los que le escuchaban. Su enseñanza era divina y actual, su palabra era buena y poderosa; y su sola presencia aseguraba la victoria del bien sobre el mal.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la actualidad, algunos poderes del mal poseen gran influencia sobre la humanidad: la ideología de género, la búsqueda de la destrucción de la familia, el aborto, la exaltación de las pasiones humanas, la corrupción en la gestión pública y privada, la frivolidad, el consumismo, la búsqueda de honores humanos, el rechazo abierto a Dios, entre muchos otros.

Frente a esta realidad, Nuestro Señor Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Él es el único que vence al mal, y es a quien debemos recurrir, no solo para nuestra propia liberación, sino también para ayudar a nuestros hermanos que están alejados de Dios, a acercarse al amor misericordioso de la Santísima Trinidad.

La lectura da cuenta de la admiración de la gente por la forma en la que Jesús enseña, y también de un enfrentamiento verbal entre Jesús y un espíritu impuro. Por ello, el exorcismo que Jesús realizó es también una invitación para que sus discípulos luchen contra toda oposición que provenga de las tinieblas y que busca esclavizar a la humanidad. Porque ningún espíritu inmundo se puede resistir a la liberación de la esclavitud del pecado que realiza Nuestro Señor Jesucristo, ¡ninguno!

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Dejamos confiadamente que Nuestro Señor Jesucristo nos libere de nuestras ataduras? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a contemplar las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y transformarlas en acciones de amor.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Te pedimos, Señor, que atiendas con bondad los deseos del pueblo que te suplica, para que vea lo que tiene que hacer y reciba la fuerza necesaria para cumplirlo.

Amado Jesús, ¡fuego ardiente de amor y misericordia!, concédenos la gracia de asombrarnos por todas las obras de amor y misericordia que, día a día, realizas en nuestras vidas.

Espíritu Santo, reaviva la fe de la Iglesia para que, con tu ayuda, rompa las cadenas que aprisionan a la humanidad, y libéranos de las ataduras y males que nos alejan de tu amor.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y concédeles la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un escrito de Basilio Magno:

«El amor de Dios no es algo que pueda aprenderse con unas normas y preceptos. Así como nadie nos ha enseñado a gozar de la luz, a amar la vida, a querer a nuestros padres y educadores, así también, y con mayor razón, el amor de Dios no es algo que pueda enseñarse, sino que desde que empieza a existir este ser vivo que llamamos hombre es depositada en él una fuerza espiritual, a manera de semilla, que encierra en sí misma la facultad y la tendencia al amor. Esta fuerza seminal es cultivada diligentemente y nutrida sabiamente en la escuela de los divinos preceptos y así, con la ayuda de Dios, llega a su perfección.

Por esto, nosotros, dándonos cuenta de vuestro deseo por llegar a esta perfección, con la ayuda de Dios y de vuestras oraciones, nos esforzaremos, en la medida en que nos lo permita la luz del Espíritu Santo, por avivar la chispa del amor divino escondida en vuestro interior.

Digamos, en primer lugar, que Dios nos ha dado previamente la fuerza necesaria para cumplir todos los mandamientos que él nos ha impuesto, de manera que no hemos de apenarnos como si se nos exigiese algo extraordinario, ni hemos de enorgullecernos como si devolviésemos a cambio más de lo que se nos ha dado. Si usamos recta y adecuadamente estas energías que se nos han otorgado, llevaremos con amor una vida llena de virtudes; en cambio, si no las usamos debidamente, habremos viciado su finalidad. En esto consiste precisamente el pecado, en el uso desviado y contrario a la voluntad de Dios de las facultades que él nos ha dado para practicar el bien; por el contrario, la virtud, que es lo que Dios pide de nosotros, consiste en usar esas facultades con una recta conciencia, de acuerdo con los designios del Señor.

Siendo esto así, lo mismo podemos afirmar de la caridad. Habiendo recibido el mandato de amar a Dios, tenemos depositada en nosotros, desde nuestro origen, una fuerza que nos capacita para amar, y esto no necesita demostrarse con argumentos exteriores, ya que cada uno puede comprobarlo por sí mismo y en sí mismo. En efecto, un impulso natural nos inclina a lo bueno y a lo bello, aunque no todos coinciden siempre en lo que es bello y bueno. Y aunque nadie nos lo ha enseñado, amamos a todos los que de algún modo están vinculados muy de cerca de nosotros y rodeamos de benevolencia, por inclinación espontánea, a los que nos complacen y nos hacen el bien.

Y ahora yo pregunto: ¿qué hay más admirable que la belleza de Dios? ¿Puede pensarse en algo más dulce y agradable que la magnificencia divina? ¿Puede existir un deseo más fuerte e impetuoso que el que Dios infunde en el alma limpia de todo pecado y que dice con sincero afecto: “Desfallezco de amor”? El resplandor de la belleza divina es algo absolutamente inefable e inenarrable».

Queridos hermanos: pidamos continuamente, a Nuestro Señor Jesucristo, la gracia de confiar plenamente en Él y que la meditación continua de la Palabra sea también una fuente de liberación de nuestras ataduras.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.