LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA II DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
SAN ANTONIO ABAD
«¿Está permitido, en sábado, hacer el bien o hacer el mal?, ¿salvar a una vida o dejarla morir?» Mc 3,4.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 3,1-6
En aquel día, Jesús entró otra vez en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano paralizada. Lo estaban observando para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte en medio». Y a ellos les preguntó: «¿Está permitido, en sábado, hacer el bien o hacer el mal?, ¿salvar a una vida o dejarla morir?». Ellos se quedaron callados. Entonces, mirándolos con ira, apenado por la dureza de su corazón, dijo al hombre: «Extiende la mano». El hombre la extendió y la mano quedó restablecida. Y en cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron de acuerdo con los herodianos para acabar con él.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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Hoy celebramos a San Antonio, abad, modelo de espiritualidad ascética. Nació en Egipto por el año 250 en una familia de acaudalados campesinos.
Durante una celebración Eucarística escuchó las Palabras de Jesús: «Si quieres ser perfecto, ve y vende todo lo que tienes y dalo a los pobres». Por ello, al morir sus padres, San Antonio entregó su hermana al cuidado de las vírgenes consagradas, distribuyó sus bienes entre los pobres y se retiró al desierto donde comenzó a llevar una vida de penitencia. Organizó comunidades de oración y trabajo. En el desierto logró conciliar la vida solitaria con la dirección de un monasterio.
Tuvo muchos discípulos; trabajó en favor de la Iglesia, confortando a los confesores de la fe durante la persecución de Diocleciano y apoyando a san Atanasio en sus luchas contra los arrianos. Una colección de anécdotas, conocida como «apotegmas» demuestra su espiritualidad evangélica clara e incisiva. Murió alrededor del año 356, en el monte Colzim, próximo al mar Rojo.
«El amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo porque amo, amo para amar. Gran cosa es el amor, con tal que se recurra a su principio y origen, con tal que vuelva siempre a su fuente y sea una misma emanación de sí mismo» (San Bernardo).
El pasaje evangélico de hoy narra el quinto conflicto entre Jesús y las autoridades religiosas de la época, que trata sobre curación en sábado. La lectura se encuentra también en Mt 12,9-14 y en Lc 6,6-11.
Ayer, según los fariseos, los discípulos de Jesús infringían la ley del sábado por la necesidad de alimento; hoy, es Jesús quien lo hace al situar el centro de gravedad de la polémica en la vida humana, en las necesidades de salud física, mental y espiritual de las personas vulnerables, quienes son ahora el núcleo de la acción divina. Deja en claro que la opción preferencial por la vida, la salud y por los pobres es impostergable y se debe asumir aun con el riesgo de perder la propia vida.
Hay que recordar que los fariseos eran seguidores de la ley mosaica que tenía 39 normas y 613 mandatos derivados de ella. Con un esquema así de riguroso, era casi imposible practicar el amor y la misericordia de Dios. Por ello, ante un sábado legalista, Nuestro Señor Jesucristo propone un “nuevo sábado”, en el que se antepone el amor a Dios y al prójimo sobre todas las cosas. Frente a esta propuesta revolucionaria de Jesús, los herodianos que representaban el poder político y los fariseos, que representaban el poder religioso, tienen una respuesta brutal: se confabulan para planear su muerte. Así, se empieza a perfilar el drama de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo» (Deut 6,5 y Lc 10,27). Cuando Jesús planteó el mandamiento del amor quedó muy claro que, cuando nos amamos unos a otros, amamos a Dios.
Nuestro Señor Jesucristo nos da una muestra de su infinito amor: no puede participar en la liturgia de la sinagoga sin hacer algo por un hombre que sufre. Se conmueve ante el dolor ajeno, ante la desesperanza de un ser humano y coloca la vida en el centro de la acción religiosa.
Nuestro Señor Jesucristo nos invita cada día, a convertir sus enseñanzas en acción bondadosa a través de nuestras familias, comunidades, trabajos, y como ciudadanos globales. Ante las ideologías que promueven la muerte, debemos asumir el desafío de la defensa de la vida, de extremo a extremo, y también de nuestra fe.
Recordemos la expresión que Nuestro Señor Jesucristo dirige al hombre de la mano paralizada: «Extiende la mano»; es una expresión que la dirige también a nosotros para que seamos curados y extendamos nuestra mano para que Él obre el milagro.
Hermanos: meditando la lectura, intentemos responder: ¿Defendemos la vida aun en circunstancias hostiles? ¿Extendemos nuestras manos para asistir a las personas con mayores necesidades espirituales y materiales? ¿En situaciones polémicas, nos preguntamos siempre qué hay que hacer, el bien o el mal? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a hacer realidad el amor y la misericordia de Dios, defendiendo la vida, conmoviéndonos ante el sufrimiento ajeno y ayudando a las personas más necesitadas.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que concediste a San Antonio, abad, servirte en el desierto con una vida admirable, concédenos, por su intercesión, que, negándonos a nosotros mismos, te amemos siempre y sobre todas las cosas.
Amado Jesús, concédenos, a través de tu Santo Espíritu, la gracia de defender la vida, en especial, de los más vulnerables, como los niños en gestación, los ancianos, los enfermos y todos los grupos de personas que están amenazadas por las culturas de muerte que son promovidas en el mundo.
Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, rompe una a una todas las cadenas intergeneracionales que nos atan al pecado y a los esquemas mundanos, y multiplica nuestras acciones de amor hacia la defensa de la vida.
Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen, para que lleguen a tu Reino.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con una oración de San Antonio, abad:
«Ruego por vosotros, noche y día, a mi Dios que les conceda los mismos dones que me ha concedido a mí por su gracia, no porque yo fuera digno de ellos…; el gran Espíritu de fuego que yo mismo he recibido. ¡Recibidlo, pues, también vosotros!
Y si queréis obtener que more en vosotros, presentad antes las fatigas del cuerpo y la humildad del corazón, elevando noche y día vuestros pensamientos al cielo. Pedid con corazón sincero este Espíritu de fuego, y les será dado…; cuando lo hayáis recibido, os revelará todos los misterios más altos… Os ruego que abandonéis vuestra voluntad carnal y mantengáis la serenidad en cada cosa, a fin de que, con el apoyo del Espíritu Santo, moren en vosotros las potencias celestes y os ayuden a cumplir la voluntad de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, a quien sea la alabanza eterna por los siglos de los siglos. Amén».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de defender la vida, aun en circunstancias difíciles. Para ello, preparémonos con la lectura orante de la Palabra de Dios y de santos escritos para dicha defensa. Extendamos nuestras manos para socorrer a aquellos hermanos que tienen necesidades espirituales y materiales.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.