DOMINGO DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres» Mc 1,17.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1,14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se dirigió a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: «Se ha cumplido el plazo; está cerca el Reino de Dios: conviértanse y crean en el Evangelio». Pasando Jesús junto al mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando las redes en el mar. Jesús les dijo: «Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres». Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca reparando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los trabajadores y se fueron con él.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La Palabra de Dios subraya en primer lugar que la vocación a la vida cristiana parte de una verdadera conversión personal, que nunca se realiza de manera definitiva y que debe renovarse continuamente, en las distintas etapas de la existencia. En segundo lugar, la respuesta humana debe ser siempre llena de confianza, también cuando lo que Dios pide puede parecer no comprensible inmediatamente, ilógico e incluso humanamente inútil. En fin, toda vocación debe ser misionera, hacerse “anuncio de conversión” que es más eficaz en la medida en que más se vive, en primer lugar, a nivel personal. Que la Santísima Virgen María, mujer del anuncio y del seguimiento, sostenga a la Iglesia, a todos los cristianos y a los sacerdotes, en este camino de continua conversión y, por tanto, de eficaz anuncio» (Benedicto XVI).

El domingo pasado meditamos que todo aquel que ha sido llamado por Jesús, ha sido llamado a ser libre. Hoy, la Palabra vuelve a decirnos que Jesús nos llama, tan igual, como llamó a Simón y a Andrés, a Santiago y a Juan.

La lectura narra las primeras cuatro vocaciones de discípulos de Jesús. Él los llama a atravesar mares desconocidos, a recorrer países extranjeros y, finalmente, a arriesgar y entregar su propia vida para anunciar su Palabra. El pasaje evangélico destaca la vocación del cristiano. Primero describe la condición de vida de la persona interpelada por Dios, acto seguido se produce la llamada y finalmente se tiene la respuesta del seguimiento inmediato que conlleva el abandono de la actividad inicial.

Es importante señalar que el llamado actual de Jesús no es solo para una vida consagrada, aun cuando es la forma de llamada más conocida, sino que se trata fundamentalmente del llamado a ser sus testigos en el mundo, a ser verdaderos cristianos. A convertirnos en personas que puedan decir: ¡En verdad Dios existe! ¡Yo lo he encontrado y Él ha cambiado mi vida!

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Al inicio del pasaje evangélico Nuestro Señor Jesucristo hace un llamado a la conversión, que consiste en pasar de la incredulidad a la fe, de una vida solitaria y egoísta a una vida de relación con Dios y con el prójimo, a través de relaciones fundamentadas en la paz y el amor. Esta es la condición para acceder al Reino de los cielos y alcanzar la mayoría de edad del cristiano.

Luego, Nuestro Señor Jesucristo nos llama, muy a pesar de la vida que llevamos, de nuestros antecedentes o nuestras motivaciones. Nos ofrece una nueva barca, nuevas redes, nuevos horizontes y lejanos mares; no buscaremos obtener criaturas inferiores, sino una nueva relación con criaturas de la misma dignidad.

Cuando el Maestro nos dice: «¡Sígueme!» y aceptamos el don inmerecido del llamado y, con alegría vamos tras de Él, encontramos el verdadero sentido a nuestra vida y se ilumina nuestro presente y futuro. Es un imperativo de liberación, de esperanza luminosa. Si no, veamos a Pedro, a Andrés, a Santiago y a Juan, que llenos de alegría siguieron a Jesús.

Aceptemos con humildad la riqueza del llamado de Nuestro Señor Jesucristo y acerquemos a Él a nuestros familiares, amigos y a cualquier persona. Hagámoslo con gozo, porque quien encuentra a Nuestro Señor Jesucristo lo encuentra para todos. Es una vocación irresistible, es el discipulado permanente, es para toda la vida.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Aceptamos el llamado de Nuestro Señor Jesucristo? ¿En qué mar estamos echando nuestras redes? ¿Llevamos otras personas hacia Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a vivir en un estado permanente de conversión, aceptando con humildad y plena adhesión el llamado de Nuestro Señor Jesucristo y a llevar hacia Él a nuestro prójimo. Porque solo viviendo con Jesús y como Jesús se puede aprender quién es Jesús y cuál es su mensaje y enseñanzas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, orienta nuestros actos según tu voluntad, para que merezcamos abundar en buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto.

Amado Jesús, concédenos el mismo espíritu que acompañó a los primeros discípulos, para que dejando de lado lo que nos aparta de ti, seamos tus fieles seguidores.

Espíritu Santo, fortalece la perseverancia de las comunidades cristianas para anunciar el Reino de los cielos y seguir con la misión de acercar a la humanidad a Nuestro Señor Jesucristo. Inflama los corazones de todas las personas con el fuego de tu amor para que todos sintamos la vocación irresistible de seguir a Nuestro Señor Jesucristo.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus pecados.

Santa Madre de Dios, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de San Irineo de Lion:

«El Padre nos recomienda vivir en seguimiento del Verbo, no porque tuviera necesidad de nuestro servicio, sino para procurarnos la salvación. Porque seguir al Salvador es tener parte en la salvación, como seguir a luz es tener parte en la luz. No son los hombres los que hacen resplandecer la luz, sino que son ellos los iluminados, los que resplandecen por la luz. Los hombres nada pueden añadir a la luz, sino que la luz los ilumina y los enriquece.

Lo mismo ocurre con el servicio que rendimos a Dios. Dios no tiene necesidad de nuestro servicio y nada le añade a su gloria. Pero aquellos que le sirven y lo siguen reciben de Dios la vida, la incorruptibilidad y la gloria eterna. Si Dios invita a los hombres a vivir en su servicio es para poder otorgarnos sus beneficios, ya que él es bueno y misericordioso con todos. Dios no necesita nada; en cambio, el hombre necesita de la comunión con Dios. La gloría del hombre consiste en perseverar en el servicio de Dios.

Por eso dijo el Señor a los apóstoles: “No me elegisteis vosotros a mí, fui yo quien os elegí a vosotros”. Con ello indica que no somos nosotros los que le glorificamos con nuestro servicio, sino que, por haber seguido al Hijo de Dios, somos glorificados por él. De ellos dice Dios por boca de Isaías: “Desde Oriente traeré a tu estirpe, te reuniré desde Occidente; haz venir a mis hijos desde lejos, y a mis hijas del extremo de la tierra, a todos los que llevan mi nombre, a los que creé para mi gloria”».

Amado Señor Jesús: nos comprometemos a seguirte como discípulos tuyos en nuestras familias, vecindad, centros de estudio y de trabajo, comunidades; así mismo, deseamos conducir hacia a ti a nuestros hermanos que se han distraído un poco y están alejados de ti.

Invoquemos siempre al Espíritu Santo para vencer las tentaciones que tratan de invalidar nuestra respuesta al llamado de Nuestro Señor Jesucristo. No dejemos de mirar a Nuestro Señor Jesucristo a través de la Palabra y del prójimo, y veremos que en su rostro hay un atractivo divino e irresistible que nos hará confiar en Él.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.