LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA III DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
SANTOS TIMOTEO, OBISPO Y MÁRTIR, Y TITO, OBISPO
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo» Mc 4,26-27.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,26-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que él sepa cómo. La tierra da el fruto por sí misma: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la cosecha». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Es como un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, y se hace más grande que todas las plantas del huerto y sus ramas se hacen tan grandes que las aves del cielo pueden cobijarse y anidar en ella». Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Por ello te aconsejo que reavives el don de Dios que te fue conferido cuando te impuse las manos. Porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de ponderación» Segunda carta de Pablo a Timoteo 1,6-7.
Hoy celebremos a Timoteo y Tito. Los Hechos de los apóstoles y las cartas de san Pablo dan a conocer a Timoteo; en otras cartas se mencionan algunos encargos que le fueron confiados, entre ellos, la responsabilidad de la Iglesia de Éfeso. Timoteo, nació en Listra, era hijo de madre judía convertida al cristianismo y de padre griego, fue un estrecho colaborador de Pablo en la evangelización.
De Tito, habla Pablo en sus cartas. Era un cristiano procedente de paganismo, firme en la fe, activo y generoso en la evangelización, hombre de paz que ama y se hace amar, dotado de buenas aptitudes de organización. La carta a él dirigida lo presenta como responsable de la comunidad de Creta.
El pasaje evangélico de hoy está integrado por la “Parábola de la semilla que crece por sí misma” y la “Parábola de la semilla de mostaza”, con las cuales culmina el discurso parabólico de Jesús según San Marcos.
Jesús, con dos ejemplos agrícolas, resalta el proceso dinámico, vigoroso y asombroso del Reino. Con la primera parábola destaca la fuerza vital del Espíritu en la humanidad que crece progresivamente, desapercibido, en callada acción divina, pues es Dios mismo quien hace crecer al Espíritu. Esto no niega la participación humana, pero antepone la voluntad y el amor de Dios.
En la segunda parábola, Jesús plantea el carácter paradójico del Reino de los cielos, asemejándolo a una semilla de mostaza que cuando crece tiene un impacto formidable: el Reino de los cielos no tiene fronteras y está disponible para todos, es universal.
Estas parábolas, implícitamente y con firmeza, invitan a que todos tengamos plena confianza en el Reino de los cielos y la certeza de que Nuestro Señor Jesucristo, que es la Vida, nos guía, aunque no sepamos cómo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
«Es normal que, en medio de este mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la piedra de los Apóstoles, permanezca estable y se mantenga firme sobre esta base inquebrantable contra los furiosos asaltos de la mar (Mt 16,18). Ella está rodeada por las olas, pero no se bambolea, y aunque los elementos de este mundo retumban con un inmenso clamor, ella, sin embargo, ofrece a los que se fatigan la gran seguridad de un puerto de salvación» (San Ambrosio).
El proceso de germinación y desarrollo del Reino de los cielos posee el vigor interno de una semilla. No es el hombre el que hace germinar ni desarrollarse a la semilla, ni al reino, aunque las condiciones externas puedan favorecerlo, sino, es el vigor vital de que están dotados: el vigor de Dios. Esta es la desconcertante estrategia de Dios.
San Pablo lo dice con claridad en 1 Corintios 3,5-6: «¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor… Yo planté, Apolo regó; pero quien dio crecimiento fue Dios».
Queridos hermanos, meditando la palabra, intentemos responder: ¿Acogemos con ánimo la invitación que nos hace Nuestro Señor Jesucristo para trabajar en los asuntos del Reino de los cielos, confiando nuestros esfuerzos al poder de Dios? Que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a contribuir a que todos conozcan la vitalidad del Reino de Dios, en especial, los niños y jóvenes, presente y futuro de la humanidad.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que hiciste brillar con virtudes apostólicas a los santos Timoteo y Tito, concédenos, por su intercesión, que, viviendo justa y piadosamente en este mundo, merezcamos llegar a la patria celestial.
Amado Jesús, te queremos pedir de manera especial por las familias del mundo, para que la Familia de Nazaret, de la cual formaste parte, sea el ejemplo universal. También te pedimos por la educación de los niños y jóvenes, para que sea el reflejo de tus enseñanzas y deje de lado toda ideología que contravenga tus mandamientos.
Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.
Madre Santísima, Madre del amor bendito, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Luigi Pozzoli:
«Jesús estaba enamorado de todo lo que es pequeño, frágil, inconsistente, no llamativo. Su atención se detuvo muchas veces con una simpatía particular en las cosas pequeñas, como si quisiera rescatarlas de su condición de oscuridad. Y cuando su mirada se dirigía a las personas, tenía una predilección por los pequeños y por los humildes: a sus ojos los grandes se volvían pequeños, y los pequeños, los niños en particular, se volvían grandes.
Esta celebración de la pequeñez era perfectamente coherente con todo su modo de ser. ¿Acaso no era él, Jesus, la pequeña semilla destinada a desaparecer en la oscuridad de la tierra para expresar después energías de resurrección y de vida? A nosotros nos gusta lo que es grande y espectacular; el Señor prefiere, en cambio, todo lo que es humilde y pobre; pensemos en la pobre materia de los sacramentos: el pan, el vino, el aceite, el agua, la palabra del perdón, el gesto de amor…
¿Cómo se explica esta divergencia entre nuestras medidas y las del Evangelio? Hay un detalle en la primera parábola que puede explicarlo todo: se habla del tiempo de la siega. El tiempo de la siega es, en el lenguaje bíblico, el último, el del juicio al final de la historia. Ahora bien, si nuestro acontecer existencial ignora el futuro que se encuentra más allá de la historia, ¿qué pasa? Que el tiempo, mutilado de su dimensión eterna, se hace demasiado breve. En consecuencia, es un tiempo que no conoce la espera y la paciencia del agricultor. Es menester recuperar otra cultura, la que nos sugieren las parábolas del evangelio.
El tiempo es una realidad profunda. Está el tiempo de la siembra y el de la siega. Esta la acción del agricultor y otra acción, misteriosa, por la que, incluso cuando el agricultor está inactivo, la semilla brota y crece. En consecuencia, es preciso estar enamorados, ante todo, de lo que está germinando, pero está lleno de energías. Es preciso, si podemos hablar así, hacernos poetas de los comienzos. A buen seguro, no es fácil cuando se tiene prisa y se está obligado a padecer las lentitudes de Dios.
El Reino crece: esto es una certeza. Dejemos hacer a Dios: lo que no podemos hacer nosotros, lo hace él. Lo que importa es hacer bien lo que estamos llamados a hacer cada día, en las situaciones normales. Se trata de una promesa del Señor que es verdadera».
Queridos hermanos: hagamos el propósito de confiar nuestras fuerzas al poder de Dios y de ser tierra fértil para meditar la Palabra y ponerla en práctica. Invoquemos al Espíritu Santo para que nos conceda los dones que así lo permitan. Que nuestra oración por las familias, la niñez y juventud del mundo sea constante y diaria.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.