LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA IV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B
«Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco» Mc 6,31.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Marcos 6,30-34
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco». Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron solos en la barca a un sitio tranquilo y apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todos los pueblos fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«“Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt 5,7). Dulce es el nombre de misericordia, hermanos muy amados; y si el nombre es tan dulce, ¿cuánto más no lo será la cosa misma?… Hermanos míos, ya que todos deseamos la misericordia actuemos de manera que ella llegue a ser nuestro abogado en este mundo, para que nos libre después en el futuro. Hay en el cielo una misericordia, a la cual se llega a través de la misericordia terrena: Dice, en efecto, la Escritura: “Señor, tu misericordia llega al cielo”. (Sal 35,6 Vulg). Existe, pues, una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los pecados. Todo lo que da la misericordia humana en este tiempo de peregrinación se lo devuelve después la misericordia divina en la patria definitiva. Dios, en este mundo, padece frió y hambre en la persona de todos los pobres como dijo él mismo: “Cada vez que lo hicisteis con unos de éstos, mis humildes hermanos conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40). El mismo Dios que se digna dar en el cielo quiere recibir en la tierra» (San Cesáreo de Arlés).
El pasaje evangélico de hoy forma parte del texto denominado “Multiplicación de los panes” que comprende los versículos del 30 al 44; hoy meditaremos los primeros versículos (30 al 34).
Después del envío, Jesús acoge a los apóstoles para que descansen y recuperen fuerzas, así como para reflexionar sobre la misión. Este momento puede entenderse como un espacio de intimidad y oración propio de los misioneros ya que Jesús sabe combinar el silencio, la actividad, la soledad y el encuentro.
Luego se formó una muchedumbre, Jesús observó el gentío con compasión y misericordia y se puso a enseñarles. La gente estaba desorientada y necesitaba la Palabra del pastor. Por ello, el pasaje de hoy es un relato de transición que prepara el acontecimiento de la multiplicación de los panes.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
«La auténtica misericordia que está en los cielos es Cristo, Nuestro Señor. ¡Cuán suave y qué buena es la misericordia que, sin que nadie la buscase, ha bajado del cielo y se ha abajado para levantarnos a nosotros! …» (San Cesáreo de Arlés).
La expresión que Nuestro Señor Jesucristo dirigió a sus apóstoles: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco», nunca perderá vigencia porque representa el tiempo necesario que requiere el cuerpo para recuperar fuerzas y la contemplación interior que renueva el vigor espiritual.
Nuestro Señor Jesucristo nos invita al reposo del espíritu que será iluminado con su gracia, dejando de lado las agitaciones mundanas. En otras palabras, el equilibrio personal dependerá de cómo alimentamos nuestro espíritu, mente y cuerpo, ya que siempre será necesario el silencio para redescubrir los objetivos de nuestra vida.
En el mundo actual, el estrés es uno de los denominadores comunes de las actividades humanas. Es causado por el activismo frenético que va ganando espacio en la mentalidad y espiritualidad de las personas, evitando la reflexión trascendente que nos acerca a Dios. Además, nos aparta de los objetivos y proyectos fundamentales de la vida.
Toda la estructura causal del estrés y del activismo desenfrenado es compleja, pero su solución tiene sus raíces en la profundidad espiritual de esta enseñanza de Nuestro Señor Jesucristo: «Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco».
Por ello, queridos hermanos, conviene preguntarnos ¿Poseemos los “mecanismos” espirituales para detectar y enfrentar el estrés? ¿Cuáles son las actividades contemplativas que realizamos para renovar nuestras fuerzas espirituales? ¿Somos los misioneros de la Iglesia de hoy? Que las respuestas a estas preguntas nos permitan mantener el equilibrio personal necesario para realizar nuestra misión de evangelizar a través de nuestras actividades cotidianas. Así mismo, siguiendo el ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo, seamos siempre compasivos y misericordiosos con nuestros hermanos que tienen carencias espirituales y materiales.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, otórganos a través del Santo Espíritu el equilibrio para conocer y llevar adelante los designios que diariamente tienes para cada uno de nosotros. Danos la fuerza para ser instrumentos de tu amor, paz y misericordia en un mundo cada vez más estresado y confundido.
Amado Jesús, te suplicamos ilumines con tu rostro a los difuntos que yacen en tinieblas y en sombras de muerte y ábreles las puertas de tu Reino. Protege Señor a las almas de las personas agonizantes para que lleguen a tu Reino.
¡Dulce Madre María!, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a la Santísima Trinidad con un escrito de Adelaide Anzani Colombo:
«Dios tiene los ojos de amor de Jesús. Es un Dios que ve, que mira, que participa, que ama. Un Dios de ternura desbordante que percibe la necesidad antes de que se diga, porque lee en el rostro de sus amigos los signos dolorosos del alma y el cansancio de los cuerpos. Jesús no dice “id” a un lugar solitario, sino “venid”: con él está el verdadero reposo, la penetración en el misterio de Dios que explica todo lo nuestro, nuestro ser antes que nuestro hacer. Se trata de un mirar y de un dejarse mirar, de un coloquio íntimo y profundo, dulcísimo, restaurador. Y la fuerza que nos llega, que vuelve a cargar de verdad el paso que debe volver a partir; llena de entusiasmo genuino y generoso cada gesto, cada palabra; sobre todo, proporciona una capacidad de amar que no conocerá el cansancio, como la de Dios.
Porque únicamente el amor, y no cualquier ansia frenética de acción, no se cansa nunca ni necesita reposo; se alimenta de sí mismo y se recupera al infinito, porque participa de Dios. Un amor capaz de dar la vuelta a todo programa, de hacer saltar por los aires las mejores intenciones de reposo, un amor que no sabe resistirse, que se deja provocar, implicar, comprometerse; que es capaz de compasión. Dios es así, y así nos quiere a nosotros: “Vio Jesús un gran gentío y sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor”.
Y, dentro del gentío, la mirada busca a cada hombre, ve la necesidad de cada uno de ellos: “sin pastor”, sin verdad, sin libertad, sin afectos, sin casa, sin patria, sin pan, sin trabajo, sin amistad, sin consuelo, sin esperanza. Y Dios se pone a la obra: “Se puso a enseñarles muchas cosas”. Y dentro de poco saciará su hambre con unos panes y peces prodigiosos y les prometerá su cuerpo como don para la vida eterna. Ahora nos toca a nosotros “sentir compasión”».
Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para restaurar nuestras fuerzas y convertirnos en instrumentos de la paz y la misericordia del Señor. No olvidemos que la realización de obras de misericordia es esencial para proclamar activamente la Palabra de Dios.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.