JUEVES DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO B

SANTAS PERPETUA Y FELICIDAD, MÁRTIRES

«El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama» Lc 11,23.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,14-23

En aquel tiempo, Jesús estaba expulsando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo. Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está dividido, ¿cómo sostendrá su reino? Ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo expulso los demonios con el poder de Belzebú, los hijos de ustedes, ¿por arte de quién los expulsan? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero, si yo expulso los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si viene otro más fuerte que él y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Tenemos necesidad de esperanzas –- de las más pequeñas o de las mayores -– que, día a día, nos mantienen en camino. Pero sin la gran esperanza, que debe sobrepasar al resto, no basta. Esta gran esperanza no puede ser más que solo Dios, que abrazó el universo y que puede proponernos y darnos lo que, solos, no podemos alcanzar. Precisamente, el hecho de ser gratificado por un don forma parte de la esperanza. Dios es el fundamento de la esperanza– no cualquier dios, sino el Dios que posee un rostro humano y que nos ha amado hasta el final (Jn 13,1) — a cada uno individualmente y a la humanidad entera. Su reino no es un más allá imaginario, colocado en un futuro que no se realiza nunca; su reino está presente allí donde es amado y donde su amor nos alcanza» (Benedicto XVI).

En el año 202, durante la persecución del emperador Septimio Severo, una joven de 22 años, llamada Perpetua, fue arrestada y acusada de practicar el cristianismo junto con sus servidores Felicidad, Revocato, Saturnino y Segundo. Perpetua provenía de una familia rica e influyente, que se había convertido al cristianismo por medio de un diácono llamado Sáturo. Felicidad también era muy joven y en la prisión dio a luz una niña que después algunos cristianos criaron muy bien. Ante su negativa de adorar a dioses paganos, fueron condenadas a muerte en el anfiteatro. Los tres esclavos fueron arrojados a los leones junto con el diácono. Perpetua y felicidad fueron decapitadas.

Hoy, Jesús despierta la admiración de muchas personas al sanar y expulsar demonios con facultades divinas; sin embargo, también tenía detractores que dudaban de la fuente celestial de sus prodigios.

La autoridad que manifiesta Jesús sobre los demonios es un signo de que el reino de Dios está presente. El poder de Dios es el único capaz de enfrentar y derrotar los poderes del maligno. Y este poder actúa en Jesús como uno de los signos reveladores de su divinidad. Y para consolidar la opción de estar con Jesús, debemos poner en práctica la Palabra de Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«El derecho de la conversión corresponde a la verdad sobre el hombre. Corresponde también a la verdad interior del hombre. Lo que la Iglesia implora ardientemente (en particular durante la Cuaresma) es también que el hombre no permita sofocar en sí esta verdad sobre sí mismo y no se prive de la propia verdad interior. Que no se deje arrancar esta verdad bajo la apariencia «de la libertad ilimitada». Que no pierda en sí el grito de la conciencia como voz de la Verdad, que lo supera, pero que, al mismo tiempo, decide de él: que lo hace hombre y decide de su humanidad.

La Iglesia ruega para que el hombre, cada uno de los hombres (en particular los jóvenes, pero también todo hombre) no cambie la apariencia de la libertad y la apariencia de la liberación por la libertad verdadera y por la liberación construida sobre la verdad por la liberación en Jesucristo. La Iglesia ruega por esto cada día…

Sí. Que el hombre, testigo de la creación, el hombre cristiano, testigo de la cruz y de la resurrección (testigo, es decir, uno que ha visto y que mira), tenga el corazón abierto y la conciencia limpia. Tenga en sí esa libertad para la que Cristo lo ha liberado.

Y rezad por esto, queridos amigos, ante todo por vosotros mismos, cuando recibáis el sacramento de la Penitencia y os unáis, mediante la Eucaristía, en la unidad del Reino de Dios. Rezad, con este fin, también por vuestros amigos, por vuestras escuelas, por los ambientes donde vivís, por todos los hombres, que son vuestros hermanos y hermanas en la vocación a la dignidad humana y a la salvación eterna en Cristo crucificado y resucitado» (San Juan Pablo II)

Nosotros sabemos que Satanás fue derrotado para siempre con la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; por ello, es Jesús quien derrota al mal en el corazón de cada uno de nosotros y en cada persona que lo sigue. Nuestro corazón es un espacio donde se libra una lucha en la que al espíritu del mal lo vencemos con el Espíritu de Dios. No seamos temerarios confiando en nuestras propias fuerzas, tenemos que alinearnos con el más fuerte, con Dios.

Es importantísimo darnos cuenta de que, si fallamos, una vez reconciliados con el Señor a través de una sincera confesión y de participar en la Eucaristía, debemos mantenernos vigilantes para identificar las raíces de nuestras debilidades y evitar caer en las tentaciones que el mundo nos presenta.

Un arma poderosa que nos ayudará a enfrentar estos embates es renovar el seguimiento a Jesús cada día; sí hermanos, cada día, haciéndolo a través de la oración perseverante, pidiendo al Espíritu Santo que aumente nuestra fe y nos otorgue los dones que nos permitan seguir avanzando en nuestro crecimiento espiritual, poniendo en práctica la Palabra de Dios. Con la ayuda del Señor y con la oración de intercesión profética, conquistemos aquellos espacios en los que el enemigo está reinando.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Invocamos humildemente, Señor, tu grandeza para que, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual.

Señor Jesucristo, tú que das sentido a nuestras vidas, ayúdanos a ejercitar día tras día los dones que nos otorgas a través de tu Espíritu Santo, con perseverancia, para mantenernos vigilantes y no caer en las tentaciones.

Amado Jesús, misericordioso Salvador, otorga tu perdón a las almas del Purgatorio, especialmente a las que más necesitan de tu infinita misericordia y permíteles contemplar tu rostro amoroso.

Madre Santísima, Madre de Misericordia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un sermón de San Juan María Vianney:

«Un cristiano que hace un santo uso de la oración y los sacramentos, es tan temible para el demonio, como lo sería un dragón a caballo -con ojos brillosos, armado con coraza, sable y pistolas- frente a su enemigo desarmado. Su sola presencia lo derriba y lo pone en fuga. Pero, si desciende de su caballo y deja sus armas, su enemigo le cae encima, lo pisotea y se convierte en amo. En cambio, cuando porta armas, su sola presencia parecería anular al enemigo. Imagen adecuada de un cristiano que porta las armas de la oración y los sacramentos. Si, si, un cristiano que reza y frecuenta los sacramentos con las disposiciones necesarias, es más temible al demonio que ese dragón del que les hablé…

¿Por qué? Porque los sacramentos nos dan fuerza para perseverar en la gracia de Dios. Nunca se ha visto un santo alejarse de los sacramentos y perseverar en la amistad con Dios. En los sacramentos han encontrado toda la fuerza para no dejarse vencer por el demonio. Cuando rezamos, Dios nos da amigos, nos envía un santo o un ángel para consolarnos…, nos hace sentir su gracia abundantemente para fortificarnos y animarnos. En los sacramentos no es un santo o un ángel que viene, sino Dios mismo con sus rayos para aniquilar nuestro enemigo. El demonio, viéndolo en nuestro corazón, se precipita como un desesperado en los abismos. Por eso, el demonio hace lo posible para que nos alejemos y profanemos. Si, mis hermanos, el demonio pierde toda su fuerza cuando una persona frecuenta los sacramentos».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.