DOMINGO DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA III DE CUARESMA – CICLO B

«Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré» Jn 2,19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 2,13-25

Se acercaba la Pascua de los Judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volteó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten esto de aquí; no conviertan en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?». Jesús contestó: «Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo ¿y tú lo vas a levantar en tres días?». Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que había dicho eso, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no confiaba en ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie acerca de los hombres, porque él conocía lo que hay dentro de cada hombre.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«La familia está construida sobre la sabiduría y el poder del mismo Cristo, porque se apoya sobre un sacramento. Y está construida también y se construye constantemente sobre la ley divina, que no puede ser sustituida en modo alguno por cualquier otra ley. ¿Acaso puede un legislador humano abolir los mandamientos? … Los diez mandamientos constituyen la concatenación necesaria de la vida humana personal, familiar, social. Si falta esta concatenación, la vida del hombre se hace inhumana. Por esto el deber fundamental de la familia, y después de la escuela, y de todas las instituciones, es la educación y consolidación de la vida humana sobre el fundamento de esta ley, que a nadie es lícito violar. Así estamos construyendo con Cristo el templo de la vida humana en el que habita Dios. Construyamos en nosotros la casa del Padre. Que el celo por la construcción de esta casa constituya el núcleo de la vida de todos nosotros…» (San Juan Pablo II).

En el pasaje evangélico de hoy, Jesús purifica el templo de Jerusalén inspirado por un celo santo, ya que, proféticamente, transita desde el templo material hasta el templo de su cuerpo glorioso y resucitado, cuando dice: «Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré».

Los escribas y doctores judíos no entendían el verdadero significado; el templo al que se refería era su propio cuerpo que finalmente fue sacrificado en la cruz y que resucitó al tercer día. Recordemos que cada cristiano es templo de Dios y una piedra viva del santuario que Dios quiere.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo, con poderes divinos, purifica la casa de Dios de sacrilegios con la ira santa y en forma dramática. Este celo ardiente le irá conduciendo paulatinamente a ser, Él mismo, el templo que Dios Padre reconstruirá en tres días y en cuya memoria nosotros participamos en cada Santa Eucaristía.

Puede resultar difícil aceptar la imagen de un Jesús violento al encontrar personas que, incluso en el templo, privilegian su negocio. En una situación así, el templo deja de ser un lugar de encuentro con Dios cuando los que asisten solo rinden culto al dinero.

Dejemos que Nuestro Señor Jesucristo purifique nuestros corazones. En este sentido, recordemos el texto siguiente, en Lucas 4,18-19 y en Isaías 61,1-2: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor».

Hermanos: meditando la palabra, es conveniente que respondamos de corazón: ¿Comprendemos que el signo de purificación del templo nos ayuda a purificar nuestro corazón? ¿Oramos por la purificación de la humanidad? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a dejar de lado la lógica humana para identificar y reconocer el rostro inconfundible de Nuestro Señor Jesucristo en nuestra vida. También, no dejemos de orar por todos aquellos hermanos que, distanciados de los preceptos cristianos, atacan a la Iglesia y vandalizan los templos.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, autor de toda misericordia y bondad, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor el reconocimiento de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia a los que nos sentimos abatidos por nuestra conciencia.

Padre eterno, tú que vas edificando el templo que somos nosotros, haz crecer unida a toda la Iglesia para que llegue a ser la nueva Jerusalén, verdadera visión de paz.

Espíritu Santo, derriba las barreras levantadas por nuestro orgullo para que no se nos niegue, aunque seamos pecadores, la alegría de convertirnos en verdaderos templos de la presencia de Nuestro Señor Jesucristo, en el que podamos entrar en comunión plena y perfecta con Dios Padre.

Amado Jesús, extiende tu rostro de perdón a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, especialmente, a los que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Reina de la paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con una homilía de Pseudo-Macario:

«El alma que posee todavía en sí misma la energía de la tiniebla de las pasiones y se deja guiar por ella no pertenece al cuerpo de Cristo, sino que es cuerpo de tiniebla y todavía sigue siendo parte de la tiniebla; y viceversa, los que poseen el alma de luz, es decir, la fuerza del Espíritu Santo, forman parte de la luz.

Ahora bien, alguno dirá: “¿Cómo es que llamas cuerpo de tiniebla al alma, que es creación de Dios?”. Reflexiona con atención. El manto que llevas lo ha hecho otro, pero te lo pones tú; de manera semejante, la casa la han construido otros, pero eres tú quien habita en ella. Así, también Adán transgredió el mandamiento de Dios, escuchó a la perversa serpiente, se vendió y se entregó al diablo, y el maligno revistió de tiniebla el alma de la criatura buena que Dios había hecho a su imagen.

Por eso se produjo la venida del Señor, para volver a tomar posesión de su casa y de su templo: el hombre. El alma es una criatura que lleva en el fondo del corazón la imagen de Dios, bella, grande, maravillosa y buena, pero a causa de la transgresión entró en ella la maldad de las pasiones.

Si vive según la luz de Dios que tiene en sí misma, posee todas las virtudes de la luz pacificadora; si vive según la tiniebla del pecado, está sometida a la condena. El alma que quiere vivir junto a Dios en la quietud y en la luz eterna debe acercarse a Cristo, verdadero sumo sacerdote, debe ser inmolada y morir al mundo y a la vida precedente. Entonces dejarán de resonar en ella las habladurías y los gritos de los pensamientos vanos, la agitación de los espíritus de la tiniebla, y será trasladada a una ciudad llena de bondad y paz, a una ciudad donde resplandece la luz divina. Allí vive y escucha, allí actúa, habla, piensa y realiza obras espirituales y dignas de Dios».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de acercarnos a la misericordia divina y dejar que Nuestro Señor Jesucristo purifique nuestras vidas. Así mismo, acudamos frecuentemente a la Santa Eucaristía y participemos de la acción purificadora que llega a través del Espíritu Santo.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.