MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA – CICLO B

«El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu» Jn 3,8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 3,5a.7b-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Ustedes tienen que nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede suceder eso?». Le contestó Jesús: «Tú eres el maestro de Israel, ¿y no sabes esto? Te aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«…Frente a esta devastadora inconsistencia, me parece un deber pronunciar el elogio de Nicodemo, de su discreción, incluso de sus dudas y de su ambigüedad. Mirando el ecléctico vaivén de nuestros días, podemos cultivar la nostalgia por alguien que se presentó a Jesús de noche en la intimidad y en el silencio de una búsqueda verdadera, que, precisamente, por ser autentica y sufrida, solo puede sentirse saciada en la calma serena de una oración. En el encuentro con Jesús se le apareció inevitablemente una esperanza más alta que la que había buscado. Y como su razón era humilde, aprendió en aquel encuentro que la razón lo sabe todo, pero no sabe nada más. No habrá resuelto las dudas, que son compañeras de una existencia consciente, pero es posible pensar que le habrá consolado y convencido una certeza conquistada: la del que sabe que, al final, el misterio se iluminará con su misma luz» (Mino Martinazzoli).

El texto de hoy es la segunda parte de la conversación de Jesús con Nicodemo (Jn 3,1-21). La primera parte trató sobre la fe incompleta de Nicodemo que no comprende la acción transformadora del Espíritu Santo. La lectura de hoy se enfoca en el don de la vida eterna para todo aquel que cree en Jesús como enviado de Dios Padre.

La Iglesia y, en ella, nuestras comunidades y nosotros, tenemos la gran misión, el honor y la responsabilidad de anunciar la Buena Nueva a la humanidad y hacer presente, creíble y eficaz la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Esto requiere de cada uno de nosotros un cambio de vida, llegando al extremo de ser vistos como personas distintas, como quienes han nacido otra vez.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«Oraré movido por el Espíritu, pero intentando entender lo que digo; cantaré movido por el Espíritu, pero intentando entender lo que canto» (1Co 14,15).

Jesús insiste en que aspiremos a las realidades celestes dejando que el Espíritu Santo actúe en nosotros para que la fe brote en nuestros corazones y se manifieste en nuestra vida cotidiana. Si actualizamos el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo al vaivén de nuestros días, nos damos cuenta de que muchas veces somos como Nicodemo, al anteponer la lógica humana a la lógica divina. Esto ocurre cuando las personas, instituciones, partidos políticos y gobernantes promueven los vanos orgullos, el egoísmo, el aborto, la eutanasia y las pasiones humanas a través de la ideología de género y otros constructos humanos alejados de los preceptos cristianos.

Ante esta situación es necesario que la humanidad vuelva sus ojos a la Palabra y a la misericordia del Señor, que es fuente de eternidad, en la que Jesús revela una vida nueva a través de su pasión, muerte y resurrección. Y la fe es el fundamento que necesitamos para participar de esta realidad presente y eterna.

Por ello, invocando al Espíritu Santo, analicemos: ¿Cómo está nuestra fe en la vida nueva, presente y futura, que Jesús nos promete? ¿Defendemos la fe cristiana ante las corrientes mundanas? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a todos a renovar nuestras vidas aceptando la presencia transformadora del Espíritu Santo para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Haznos capaces, Dios todopoderoso, de anunciar la victoria y el poder de Cristo resucitado para que poseamos en plenitud los dones visibles que hemos recibido como prenda de los futuros.

Amado Jesús, tú que entregaste la vida dando la mayor prueba de amor por nosotros, renuévanos con el Espíritu Santo para ser dignos discípulos tuyos. Otórganos la gracia de aumentar nuestra fe, de conocerte más y ser testimonio de tu amor en nuestras vidas.

Amado Jesús, fortalece el espíritu y el corazón de los misioneros y fortalece las vocaciones de quienes desean entregar su vida a proclamar el evangelio a toda la humanidad.

Amado Jesús, que podamos celebrar tu santa resurrección con tus ángeles y tus santos, y que nuestros hermanos difuntos, que encomendamos a tu misericordia, se alegren también en tu reino.

Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de Cromacio de Aquileya:

«Nicodemo, que vino de noche al encuentro del Señor, no se marchó sin la gracia de la luz, puesto que había venido al encuentro de Dios, que es la verdadera luz. A fin de difundir en su corazón la luz del nuevo nacimiento, el Señor le dijo: “Es necesario nacer de nuevo”.

Al decir esto, muestra claramente que hay dos nacimientos: uno terreno y el otro celestial; uno según la carne, y el otro según el Espíritu. Y muestra que el nacimiento del Espíritu es muy superior al nacimiento de la carne. Uno viene del hombre, el otro de Dios; uno hace nacer al hombre en el mundo, el otro lo engendra en Dios. Uno entrega al engendrado a la tierra, el otro lo destina al cielo. Con uno se entra en posesión de la vida temporal, con el otro se posee la vida eterna. Uno, por último, hace hijos de los hombres, el otro, hijos de Dios.

En efecto, el nacimiento espiritual se lleva a cabo de un modo totalmente invisible, mientras que el otro es visible. Lo que se realiza en el lavado del bautismo no se ve: sólo la asamblea de los fieles comprende espiritualmente que uno baja pecador a la fuente y sale de ella limpio de todo pecado.

Por consiguiente, es feliz y verdaderamente celestial el nacimiento que, de hijos de hombres, hace hijos de Dios. Este nacimiento espiritual transforma de viejos en niños. Los que han sido regenerados por el bautismo renacen en la inocencia tras haber sido despojados del viejo error y de la malicia del pecado. Y es el seno espiritual de la Iglesia el que concibe y da a luz a los hijos de Dios».

Queridos hermanos: sigamos dispuestos a lanzarnos a la aventura del Espíritu. No dejemos de orar para que la humanidad renazca en el Espíritu. No dejemos de orar, empleemos, incluso, nuestras propias palabras. Dirijámonos a Dios como verdaderos hijos. Aunque Él conoce nuestras necesidades, contémosle con confianza filial nuestras dudas, anhelos, necesidades, alegrías, tristezas y preocupaciones. Pidámosle perdón por nuestros pecados, acudamos con arrepentimiento a su misericordia.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.