VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA – CICLO B

«El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». Jn 6,54.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 6,52-59

En aquel tiempo, discutían los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «Les aseguro que, si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el maná que comieron sus padres, y murieron; el que come de este pan vivirá por siempre». Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El discurso de Jesús ha sido intenso, y nos invita a pensar si nuestra celebración de la Eucaristía produce en nosotros esos efectos que él anunciaba en Cafarnaúm. Lo de “tener vida” puede ser una frase hecha que no significa gran cosa si la entendemos en la esfera meramente teórica. ¿Se nota que, a medida que celebramos la Eucaristía y en ella participamos de la Carne y Sangre de Cristo, estamos más fuertes en nuestro camino de fe, en nuestra lucha contra el mal? ¿o seguimos débiles, enfermos, apáticos? Lo que dice Jesús: “el que me come permanece en mí y yo en él”, ¿es verdad para nosotros sólo durante el momento de la comunión o también a lo largo de la jornada? Después de la comunión -en esos breves pero intensos momentos de silencio y oración personal- le podemos pedir al Señor, a quien hemos recibido como alimento, que en verdad nos dé su vida, su salud, su fortaleza, y que nos la dé para toda la jornada. Porque la necesitamos para vivir como seguidores suyos día tras día» (José Aldazabal).

Con el pasaje evangélico de hoy estamos llegando a la parte final del discurso eucarístico de Jesús que hemos venido meditando los días pasados. En la primera parte del discurso, Jesús vinculaba la vida eterna a la fe en él; en esta segunda parte, la supedita a la comunión de su cuerpo y de su sangre. Aquí empieza la parte más polémica del discurso: los judíos hacen una interpretación literal de las palabras de Jesús. Su escaso conocimiento de las escrituras y su actitud rebelde les impide interiorizar el simbolismo que encierran las expresiones de Jesús, que aluden directamente a su entrega total, en cuerpo y sangre en la cruz.

En el versículo 55, la polémica y el escándalo entre los judíos se incrementa cuando Jesús dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día». Es decir, la “carne” sustituye al “pan”. Además, en este versículo, Jesús resalta el realismo de la Eucaristía que pasa al primer plano. Comulgar es unirse a Cristo de tal forma que la vida de Jesús está presente y se manifiesta en la vida del que comulga.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«¡Oh fuego de amor! Después de habernos creado a tu imagen y semejanza, ¿no te alcanzaba habernos recreado sobrenaturalmente en la Sangre de tu Hijo, que tuviste que darnos además tu divina esencia en alimento? ¡Así lo quiso tu caridad, en una locura de amor! Has dado tu Verbo en la redención y la Eucaristía y le diste tu entera esencia, loco de amor por tu criatura» (Santa Catalina de Siena).

Gracias a la acción del Espíritu Santo en la Eucaristía, nosotros nos unimos a Jesús y a la Santísima Trinidad y toda la comunidad celeste. Por ello, es vital que nos entreguemos a Jesús con fe viva, confiando en su sacrificio en la cruz, como fundamento de nuestra salvación. Aceptemos con fe el sacrificio de Jesús para unirnos más íntimamente a Él. Si deseamos, podemos alcanzar una unión cada vez más fuerte, en la que Cristo more en nuestro corazón y se manifieste a través de nuestras vidas.

Queridos hermanos, reflexionando en la intimidad de nuestros corazones, respondamos: ¿Cómo vivo la Eucaristía en mi vida cotidiana? Si no puedo comulgar o no puedo asistir a misa, ¿cómo me uno más a Jesús? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a acudir confiadamente a Dios Padre, a través de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo poder dar testimonio del amor de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso, concédenos, a los que hemos conocidos ya la gracia de la resurrección del Señor, resucitar a una vida nueva por el amor del Espíritu Santo.

Amado Jesús, pan vivo bajado del cielo, gracias por ser nuestro alimento de vida eterna, gracias por entregarte a nosotros a través de las manos de los sacerdotes. Concede a todos los sacerdotes y consagrados la fuerza de tu Santo Espíritu para que sean siempre instrumento de tu amor y de tu paz.

Amado Jesús, queremos siempre estar unidos a ti, a través de la Eucaristía; y que el Espíritu Santo nos ayude a comprender el simbolismo de tu Palabra y nos permita llevarla a la práctica.

Amado Jesús, amigo de la vida, recibe en tu reino, por tu infinita misericordia, a las almas de nuestros hermanos que han partido a tu presencia sin el auxilio espiritual.

Madre Santísima, primer Sagrario por tu Inmaculada Concepción, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a nuestro Salvador con una oración de Juan de Fécamp:

«Te ruego, Señor, por el mismo sacrosanto y vivificante misterio de tu cuerpo y de tu sangre, con el que cada día la Iglesia sacia nuestra hambre y nuestra sed, nos lava y nos santifica, nos hace participes de la única y suma divinidad, que nos concedas tus virtudes santas.

Oh dulcísimo pan, devuelve la salud al gusto de mi corazón para que sienta la suavidad de tu amor. Devuélvele la salud para que no sienta fuera de ti otra dulzura, para que no busque fuera de ti otro amor y no ame fuera de ti otra belleza, Señor bellísimo.

Pan purísimo que tiene en sí toda dulzura y todo sabor, que mi corazón se pueda alimentar de ti y que lo íntimo de mi alma se colme de tu dulce sabor. Pan santo, pan vivo, pan espléndido y puro que has bajado del cielo y das la vida al mundo, ven a mi corazón y purifícame de toda corrupción de la carne y del espíritu.

Entra en ml alma, sáname y santifícame. Sé la defensa y la salvación continua de mi cuerpo y de mi alma, expulsa de mi a los enemigos que me asedian. Que sean expulsados lejos por la fuerza de tu presencia y que yo, protegido por fuera y por dentro, pueda llegar con tu ayuda por el camino recto a tu Reino: allí ya no te veremos en el misterio, como en este tiempo, sino cara a cara. Entonces encontraran reposo los santos: y no ya en el sacramento, sino en el mismo cumplimiento de la salvación eterna, cuando tú entregues el Reino a Dios Padre y nosotros contemplemos a plena luz tu verdad inmutable. Y será una saciedad maravillosa, en la que ya no podré tener sed eternamente, oh, Salvador del mundo».

Hermanos, digamos todos juntos: Me comprometo, amado Jesús, a buscarte más continuamente en el Sagrario para adorarte y confirmarte mi entrega total y absoluta a tu amor y al maravilloso misterio de la Santísima Trinidad. También me comprometo a buscar la guía espiritual cuando mi corazón lo requiera. Así mismo, a hacer realidad tus enseñanzas a través de acciones concretas en favor de mis hermanos más necesitados espiritual y materialmente.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.