JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA – CICLO B

«Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día» Jn 6,44.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 6,44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: “Serán todos discípulos de Dios”. Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que está junto a Dios: ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad les digo: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Los padres de ustedes comieron en el desierto el maná y murieron: este es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Nosotros, cuando celebramos la Eucaristía, acogiendo la Palabra y participando del Cuerpo y Sangre de Cristo, tenemos la gracia de que sí “vemos, venimos y creemos” en él, le reconocemos, y además sabemos que la fe que tenemos es un don de Dios, que es él que nos atrae. Tenemos motivos para alegrarnos y sentir que estamos en el camino de la vida: que ya tenemos vida en nosotros, porque nos la comunica el mismo Cristo Jesús con su Palabra y con su Eucaristía. Es la vida que consiguió para nosotros cuando entregó su carne en la cruz por la salvación de todos y de la que quiso que, en la Eucaristía, pudiéramos participar al celebrar el memorial de la cruz. Creemos en Jesús y le recibimos sacramentalmente: ¿de veras esto nos está ayudando a vivir la jornada más alegres, más fuertes, más llenos de vida? Sí, porque la finalidad de todo es vivir con él, como él, en unión con él» (José Aldazabal).

Esta lectura también forma parte del discurso eucarístico de Jesús. Hoy, Jesús da un paso decisivo, además de revelar su origen divino y de manifestar que Él es el pan de vida, se entrega totalmente para que el mundo viva. Así mismo, Jesús señala que la fe no depende de la iniciativa humana ni de sus méritos; es ante todo una atracción interior que Dios Padre suscita, cuando afirma: «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Jesús menciona dos condiciones fundamentales para creer en Él y ser resucitados en el último día: la primera, ser atraídos por Dios Padre, quien sensibiliza nuestro corazón mediante el reconocimiento de su mano creadora en nuestras vidas y a lo largo de la historia de la humanidad. La segunda condición es escuchar a Dios Padre a través del milagro de nuestras vidas y de la Palabra que Jesús nos trae cada día, quien nos pide que tengamos una fe incondicional.

Hermanos, entremos en el misterio de la Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Tres personas, con personalidades diferentes, pero unidas por un amor infinito. Tengamos presente que Nuestro Señor Jesucristo es el pan vivo bajado del cielo, que conoce a Dios Padre y, con el Espíritu Santo, nos guía y fortalece. Y, reflexionando en la intimidad de nuestros corazones, intentemos responder: ¿Cómo podemos ayudar a otras personas a acercarse a Dios? ¿Cómo la Eucaristía nos ayuda a conocer el misterio de la Santísima Trinidad? Camino a Pentecostés, que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a acudir confiadamente a Dios Padre, a través de Jesús y con la fuerza del Espíritu Santo poder dar testimonio del amor de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, concédenos experimentar más cerca tu amor, que, por tu bondad, hemos conocido con mayor profundidad en estos días de Pascua, y afianza en el testimonio de la verdad a quienes has librado de las tinieblas del error.

Padre eterno cuéntanos entre tus elegidos y envíanos el Espíritu Santo para que escuchemos tu Palabra y la convirtamos en obras de misericordia, amando a Jesús, tu Hijo.

Amado Jesús, pan vivo bajado del cielo, nuestro corazón está dispuesto a seguirte; concédenos la gracia de comer siempre de tu pan eucarístico y ser testigos de tu amor en nuestra vida.

Amado Jesús, amigo de la vida, recibe en tu reino, por tu infinita misericordia, a las almas de nuestros hermanos que han partido a tu presencia sin el auxilio espiritual.

Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a nuestro Salvador con un texto del padre Romano Guardini:

«Jesús presentó la nueva realidad divina con tanta crudeza que sus oyentes no sólo quedaron impactados, sino incluso descompuestos. La protesta no se dirigía aún contra el misterio de la eucaristía, puesto que todavía no había sido anunciado, sino contra la pretensión de Jesús de ser el pan de la fe, la verdad eterna. Sin embargo, Jesús no mitiga lo que ha dicho, ni tampoco intenta aclararlo. Todos se sienten angustiados, pero Jesús no acude en su ayuda. Se trata de una cuestión de vida o de muerte: o están dispuestos a acoger la verdadera revelación, que descompone inevitablemente a la razón humana, o exigen juzgar la posibilidad de la revelación según sus presupuestos. Ninguna palabra de ayuda o explicación; sólo la petición de decidirse.

Cristo dice que quiere entregarse a nosotros, que quiere llegar a ser sustancia y fuerza de nuestra vida. Y no en un sentido espiritual, simbólico, sino real: verdadera carne, verdadera sangre, verdadera comida y bebida. Este es el punto crucial de la fe, la angostura a través de la cual debe pasar la fe si pretende alcanzar la libertad de su esencia completa. Y la experiencia demuestra que cuantos niegan esta realidad, lo niegan todo. Niegan la Iglesia, la encarnación, la Trinidad; niegan que Cristo sea el Hijo de Dios.

Esta es realmente la prueba suprema de la fe. El hombre debe estar dispuesto a superar su propio sentimiento, pues, de lo contrario, “no conseguirá entrar en el Reino de Dios”. Los criterios se invierten. Sólo cuando advertimos la gravedad de la decisión y hemos superado el peligro de la rebelión, se abre el milagro del misterio y se hace justicia a la naturaleza ínsita en él – que el amor se realice no sólo entregando lo que le es propio, sino a sí mismo -. Ningún tipo de amor terreno llega a su realización cabal. Cuando el hombre ama de verdad, debe querer más de lo que pueda. En esto se manifiesta el hecho, de que Dios no sólo ama, sino que “es amor”, como dice Juan. Él es el único que no sólo quiere, sino que puede “amar hasta el extremo”. Por eso quiere hacerse alimento del hombre con todo su ser. Sólo él lo puede».

Amado Jesús, nos comprometemos a participar más continuamente de la Eucaristía. Así mismo, hacemos el propósito de invitar a nuestros hermanos a vivir la experiencia Dios, comunicándoles el infinito amor que la Santísima Trinidad nos tiene a cada uno.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.