LECTIO DIVINA DEL VIERNES V DE PASCUA – CICLO B
EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
«Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» Jn 3,16.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
1. Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 3,13-17
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«La cruz es más resplandeciente que el sol, porque cuando el sol se oscurece, la cruz brilla… La cruz ha abierto las puertas del paraíso, ha introducido en el cielo al ‘buen ladrón’ y ha llevado al reino de los cielos al género humano allegado a la muerte» (San Juan Crisóstomo).
En la fiesta de la Exaltación de la Cruz meditamos una parte de la conversación que tuvo Jesús con Nicodemo, una autoridad judía, que ostentaba la categoría de maestro. En ella, Jesús hace referencia al conocimiento que tiene del cielo como Hijo del hombre, remitiéndose a las escrituras, específicamente, al libro de los Números 21,6-9, con el fin de señalar la forma cómo tiene que ser elevado el Hijo del hombre para que todos los creyentes tengamos vida eterna. De esta manera, Jesús hace alusión a la cruz.
Si bien se entretejen expresiones de Jesús, vivencias de los testigos que lo seguían y comentarios del evangelista, el texto expresa todo el amor y la ternura de Dios Padre que se revela a través de su hijo,
Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, el pasaje evangélico expresa que el comportamiento humano puede estar seducido por las tinieblas o inspirado por la luz de Nuestro Señor Jesucristo; además, señala las consecuencias eternas de las conductas humanas.
Camino a Pentecostés, que este sea un momento de abandono y contemplación al pie de la cruz. Contemplemos a Jesús, al más puro, infinito y eterno amor.
2. Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
«El árbol de la cruz, de dimensiones celestes, ascendió de la tierra hasta los cielos, planta inmortal fijada entre el cielo y la tierra. Apoyo de todas las cosas, el apoyo del universo, soporte del mundo habitado, que abarca el cosmos y reúne los elementos variados de la naturaleza humana. Él mismo, soporte invisible del Espíritu, para que ajustado a lo divino no sea nunca más separado. Por su cima, toca el cielo, reforzando la tierra por sus pies y rodeado de todos lados por sus brazos enormes, los espacios innumerables de la atmósfera, es todo en todo y por doquier». (Autor griego, siglo IV)
El Evangelio de San Juan nos habla acerca del infinito amor de Dios hacia la humanidad. El objetivo fundamental de este amor es que todo aquel que crea en Jesús se transforme por su amor y tenga vida eterna. Un amor infinito y eterno que se manifiesta en la cruz, ya que por ella fueron expulsadas las tinieblas y se nos devuelve la luz.
Nuestro Señor Jesucristo no viene a juzgar, ni a condenar, sino a perdonar nuestros pecados y llevarnos a la vida eterna mediante la luz de su Palabra; por ello, busquemos siempre esa luz redentora en las palabras de Jesús, alejándonos y rechazando todas las propuestas que provienen de las tinieblas. Digámosle al Señor: reconozco mis imperfecciones. Señor, confieso que he pecado muchas veces; pero, a pesar de mi fragilidad y tantas limitaciones, te amo y deseo escucharte siempre, no solo en tu ministerio itinerante, sino desde la cruz, amado Señor, donde derrochaste el amor infinito y redentor.
Queridos hermanos, desde la intimidad de nuestro corazón, intentemos responder: ¿Somos conscientes del amor que Dios Padre nos tiene, al enviar a su Hijo único a morir en una cruz y luego resucitar? ¿Es la Palabra de Dios fuente de vida para nosotros? Que las respuestas a estas preguntas nos impulsen a pedir la gracia al cielo, de reconocer y vivir el infinito amor que Dios nos tiene a través de la contemplación y exaltación de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo.
¡Jesús, María y José nos aman!
3. Oración
Oh, Dios, que para salvar al género humano has querido que tu Unigénito soportara la cruz, concede, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de su redención.
Padre eterno, envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra, regenera el espíritu de los pueblos para que volvamos los ojos a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todas las conductas mundanas que te ofenden.
Padre eterno, haz que tu Santo Espíritu nos ilumine con su luz para discernir, conocer y saber cómo pensar, como obrar y actuar según tu Palabra.
Amado Jesús, tú que te rebajaste hasta someterte incluso a la muerte, y una muerte de cruz, otórganos a tus siervos sumisión y paciencia.
Amado Jesús, te rogamos, recibas a nuestros hermanos difuntos que esperaron tu venida en la fe y en el amor.
Madre Celestial, Madre de la Divina Gracia, Madre del amor hermoso, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
4. Contemplación y acción
«Te adoramos, oh, Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo».
Hermanos: contemplemos a la Cruz Gloriosa con una homilía de San Efrén:
«Por la cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la cruz. Quien posee la cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.
Porque, sin la cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.
Por esto, la cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.
La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, de que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la cruz es su gloria, cuando dice: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo glorificará. Y también: Padre, glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. Y asimismo dice: “Padre, glorifica tu nombre”. Entonces vino una voz del cielo: “Lo he glorificado y volveré a glorificarlo”, palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la cruz.
También nos enseña Cristo que la cruz es su exaltación, cuando dice: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la cruz es la gloria y exaltación de Cristo».
Queridos hermanos, que la cruz del Señor, maravilloso signo de amor, misericordia y esperanza para toda la humanidad nos impulse a buscar cada día la santa presencia del Espíritu Santo para que nos ilumine y conduzca en nuestra vida y honremos siempre a Nuestro Señor Jesucristo, dándole gracias por su acción redentora.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.