LUNES VII DE PASCUA – CICLO B

LECTIO DIVINA DEL LUNES VII DE PASCUA – CICLO B

BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA DE FÁTIMA

«Les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo» Jn 16,33.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 16,29-33

En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: «Ahora sí que hablas claro y sin parábolas. Ahora sabemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten; por esto creemos que tú has salido de Dios». Les contestó Jesús: «¿Ahora creen? Miren: se acerca la hora, ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y a mí me dejarán solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les he hablado de esto, para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«¡Dichosos, una y mil veces, los cristianos que ahora se aferran fiel y enteramente a María como a un áncora firme! ¡Los embates tempestuosos de este mundo no los podrá sumergir ni les harán perder sus tesoros celestiales!» (San Luis María de Montfort).

Hoy celebramos a Nuestra Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María de Fátima. En 1917, en un lugar llamado Cova de Iría, cercano a Fátima, en Portugal, la Virgen María se apareció a tres pequeños pastores: Lucía, Jacinta y Francisco.

Luego de ello, las apariciones se harían más frecuentes y aquellos niños serían los embajadores de la Madre del Cielo para llevar a todos el mensaje de paz en el que la Virgen nos hace un urgente llamado a la conversión. Hoy, Fátima es un lugar de continuo peregrinaje y la devoción a Nuestra Santísima Madre María se ha incrementado, haciéndose inolvidable su pedido de paz.

El pasaje evangélico de hoy se encuentra después de la hermosa promesa que Jesús hace a la humanidad: «Yo les aseguro que todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él se lo dará».

Hoy los discípulos se unen al proyecto de Jesús y reconocen que ha venido de Dios Padre; sin embargo, la inseguridad de su fe se manifestó apenas se les presentó la primera dificultad: la pasión de Jesús los dispersó llenos de miedo. Jesús profetizó dicho abandono en los momentos más decisivos; sin embargo, señaló que no estará solo porque Dios Padre, fuente de toda paz y de todo valor, lo acompañará. Así mismo, los anima a ser valientes, ya que sufrirán por su causa; en este sentido, Jesús se pone como ejemplo de amor victorioso.

Jesús caminó hacia la muerte seguro de su victoria, una victoria que no está lejos de nosotros, sino que está dentro de nosotros, en el centro de nuestro corazón, ya que es parte de nuestra identidad cristiana.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Hoy, 13 de mayo, día en que celebramos a Nuestra Santísima Madre Virgen de Fátima, recordemos que ella es el canal a través del cual se derraman sobre la humanidad necesitada, las gracias de la Santísima Trinidad. Ella es la medianera de nuestra salvación. Hoy, como en las bodas de Caná de Galilea, nuestra madre María continúa con su misión con el fin de que nadie sea humillado, sino que irradie vida, alegría y el amor de Dios.

Jesús nos dice que, en los momentos más difíciles, cuando sus discípulos lo abandonaron, no se encontró solo porque Dios Padre estaba con Él, una presencia y compañía más fuerte que la pasión y la muerte. Jesús, siendo Dios, hijo de Dios Padre, se vistió de nuestra humanidad y experimentando las más duras y dolorosas vivencias humanas, confió plenamente en el Padre.

Cuando atravesamos alguna tribulación, cuando parece que la soledad absoluta nos visita y creemos que se quedará de manera permanente, ¡Jesús está con nosotros, la Santísima Trinidad está con nosotros! Jesús nos anima permanentemente con su ejemplo de entrega y amor a través de su pasión y muerte; así mismo, con su resurrección vence a la muerte y al mal, y nos abre las puertas de la eternidad. Toda la creación, cada aliento de vida, cada latido de nuestro corazón, son muestras maravillosas del amor de Dios.

Meditando la lectura, respondamos: ¿Cómo demostramos nuestra fe en la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Creemos que su resurrección representa su victoria eterna sobre la muerte y el pecado? ¿Cómo afrontamos las tribulaciones? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a encontrar, como Nuestro Señor Jesucristo, la paz que supera todo razonamiento humano en medio de las tribulaciones, con la certeza de que Dios nunca nos abandona.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, Padre eterno, que hiciste a la Madre de tu Hijo también Madre nuestra, concédenos que, perseverando en la penitencia y en la plegaria por la salvación del mundo, podamos promover cada día con mayor eficacia el reino de Cristo.

Llegue a nosotros, Señor, la fuerza del Espíritu Santo, para que podamos cumplir fielmente tu voluntad y demos testimonio con una conducta santa.

Amado Jesús, ayúdanos a comprender que, a pesar de las tribulaciones, tú estás con nosotros, que Dios Padre y el Espíritu Santo están con nosotros. Ayúdanos a comprender que tu resurrección es la victoria eterna sobre la muerte y el mal, que abre las puertas de la eternidad a toda la humanidad.

Amado Jesús, fortalece con tu Santo Espíritu nuestra fe para que enfrentemos con valentía los ataques que el maligno realiza a los fundamentos de nuestra fe. Que nos mantengamos firmes en la defensa de la vida, de la dignidad de las personas, de la familia y de todos los valores cristianos.

Amado Padre celestial, que los agonizantes y los difuntos, libres de la esclavitud de la corrupción, entren en la libertad gloriosa de tu reino.

Madre Celestial, Madre del amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestra Santísima Madre con un escrito de Ricardo de San Lorenzo:

«Aunque ahora es la reina en el cielo, es ella la que obtiene siempre a todos los fieles la misericordia. Ya leemos en el evangelio que intercedió a su Hijo en favor de los hombres: “Hijo, no tienen vino” (Jn 2,2). Como si hubiera querido decir: Hijo, los hombres, hambrientos y sedientos, necesitan tu misericordia y tu amor, para que de ahora en adelante el vino de la gracia lleve alegría a los que hasta ahora había entristecido el sabor insípido de la observancia legal.

Cristo, por las oraciones y los méritos de su madre, sigue cambiando el agua de los pecados en el vino de la gracia, y el agua de las miserias en el vino de los consuelos. Esta madre intercede, en efecto, por nosotros con gemidos inenarrables: ella es la que nos obtiene, por su bondad, llorar nuestras culpas e impetrar con la oración el perdón».

Hermanos, invoquemos diariamente a Nuestra Santísima Madre para que ella, como medianera de toda gracia, pida que el Espíritu Santo nos fortalezca, inspire y nos mantenga unidos a Jesús, y también para que nos muestre los bienes que nacen de nuestra unión con Él. Asimismo, dispongamos nuestro corazón para fortalecer nuestro seguimiento a Jesús, aún en medio de los rechazos y de las tribulaciones. Que la oración nos ayude a contemplar el amor y la misericordia de Dios; por ello, hagamos el propósito de rezar el Santo Rosario diariamente, para que nuestra Santísima Madre interceda ante la Santísima Trinidad por nosotros. Acerquémonos también al Señor a través de los santos sacramentos, en especial, el de la penitencia y la Eucaristía. Así mismo, que la lectura meditada de la Palabra sea también nuestro alimento espiritual.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.