LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Pero ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?» Mc 4,41.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Marcos 4,35-41

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla». Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, así como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?». Se puso de pie, increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio, cállate!». El viento cesó y vino una gran calma. Y les dijo: «¿Por qué son tan cobardes? ¿Aun no tienen fe?». Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «Pero ¿quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Que, en medio de las tempestades que puedan levantarse repentinamente, puedan experimentar el soplo del Espíritu Santo, que es más fuerte que cualquier viento contrario y que impulse la barca de la Iglesia y a cada uno de nosotros. Por eso debemos vivir siempre con serenidad y cultivar en el corazón la alegría, dando gracias al Señor. “Es eterna su misericordia”. Amén» (Benedicto XVI).

El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús calma una tempestad”, se ubica también en Mateo 8,23-27 y en Lucas 8,22-25. Los hechos narrados por Marcos ocurren en la tarde del mismo día después de las parábolas que meditamos ayer, luego del Sermón de la Montaña.

La lectura es una muestra palpable de la inseguridad de sus discípulos en el seguimiento, quienes suben a la misma barca con Jesús y experimentan la misma tempestad con él. Aunque ya habían presenciado algunos milagros de Jesús, no pensaron en su poder ante la tempestad. Mientras Jesús duerme tranquilo, con plena confianza y fe en Dios Padre, los discípulos se llenan de angustia y lo despiertan. Jesús increpa al mar y a los vientos, y cesa la tempestad, reprocha a sus discípulos y señala su falta de fe, porque el miedo espiritual, que es no entender el comportamiento de Dios, se quita con la fe en Cristo. Les enseña que la fe es un acto de total abandono en Dios.

Los discípulos se llenan de admiración con la pregunta: «Pero ¿quién es éste?», que es una pregunta que flota a lo largo del evangelio de Marcos y que encuentra la respuesta definitiva, en Mc 15,39, al pie de la cruz, cuando el centurión exclamó: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios».

Estas parábolas ayudan a comprender la presencia actual de la Palabra y del proyecto de salvación de Nuestro Señor Jesucristo en la vida de cada persona y en la historia de la humanidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Hoy apreciamos la etapa de seguimiento frágil por parte de los discípulos de Nuestro Señor Jesucristo. Seguramente, nos trae a la memoria algunas experiencias en nuestras vidas ante las cuales hemos reaccionado con miedo, angustia y con falta de fe.

Subirse a la misma barca con Jesús es aceptar la misión que Dios nos ha encomendado; navegar con él no significa estar libres de tempestades. Nuestro Señor Jesucristo enfrentó tempestades y salió airoso de ellas, sino basta contemplar su cruz.

La misión no es fácil. Somos frágiles, muchas veces hemos sentido que Dios duerme o está lejos de nosotros, y que Dios no escucha nuestras oraciones. Recordemos algunas de estas experiencias; de repente, no buscábamos aumentar nuestra fe, sino solo queríamos prodigios para solucionar nuestros problemas. Esto no está mal, pero los milagros son, muchas veces, un producto de la fe y en otras, la expresión gloriosa y gratuita de Dios en nosotros.

El mundo actual vive en medio de tempestades que llenan de angustia a los corazones frágiles y faltos de fe. Estos fenómenos son, casi siempre, obras de los espíritus del mal que quieren impedir que el Reino de los cielos se extienda a toda la humanidad, resquebrajando la fe de muchos hermanos. El mundo vive una crisis de fe; la humanidad se está secularizando, se cree en todo, menos en Nuestro Señor Jesucristo y su Palabra. Es en estos momentos, cuando nuestros corazones, llenos fe, deben llamar a Nuestro Señor Jesucristo y Él se hará presente y, como si estuviera expulsando a un espíritu impuro, calmará la tempestad. Pidamos al Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, que fortalezca nuestros esfuerzos y demos fruto de fe. Pidámosle la fe que es indispensable para enfrentar las situaciones difíciles de la vida.

Hermanos, meditando la lectura, respondamos: ¿Cuáles son los mares que se agitan a nuestro alrededor y nos hacen sentir miedo? ¿Cómo afrontamos las tempestades en nuestras vidas? ¿De qué tamaño es nuestra fe? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a conocernos más y mejor a nosotros mismos, con el fin de aumentar nuestra fe y la confianza en la Santísima Trinidad. Recordemos que la fe tiene su fundamento en la humildad.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Concédenos tener siempre, Señor, respeto y amor a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor.

Padre eterno: envía tu Santo Espíritu y renueva la faz de la tierra. Renuévala, Señor. Espíritu Santo, con tus gracias, despierta nuestra fe y otórganos el conocimiento del Dios verdadero. Ven Espíritu Santo y llénanos de fe.

Amado Jesús: mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, alcánzales la recompensa de la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una reflexión de San Agustín:

«También nosotros navegamos en un lago en el que no faltan ni viento ni tempestades; las cotidianas tentaciones de este mundo casi hunden nuestra barca. ¿De dónde viene esta situación sino de que Jesús duerme? Si Jesús no durmiera en ti no sufrirías estas tempestades, sino que gozarías de una gran tranquilidad interior porque Jesús estaría velando contigo.

¿Qué quiere decir: Jesús duerme? Quiere decir que tu fe en Jesús está dormida. Se levantan los huracanes en el lago: ves prosperar a los malvados y sufrir a los buenos; hay una tentación, un choque de las olas. Y en el interior de tu alma dirás: «Dios mío, ¿dónde está tu justicia si los malos prosperan y los buenos se sienten abandonados al sufrimiento?» Sí, tú dices a Dios: «¿Es ésta tu justicia?» Y Dios te contesta: “¿Es ésta tu fe? ¿Qué es lo que, en efecto, te he prometido? ¿Es que te has hecho cristiano para tener éxito en este mundo? ¿Te has atormentado por la suerte de los malos aquí abajo siendo así que no conoces su suerte en el otro mundo?”.

¿De dónde proviene que hables así y te veas sacudido por las olas del lago y por el huracán? Es porque Jesús duerme, es decir, que tu fe en Jesús se ha adormecido en tu corazón. ¿Qué harás para ser liberado de esta situación? Despierta a Jesús y dile: “Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?”. Las incertidumbres de nuestra travesía por el lago nos perturban; nos hundimos. Pero él se despertará, es decir, volverás a tener fe, y con la ayuda de Jesús, reflexionarás en tu corazón y te caerás en la cuenta de que los bienes concedidos hoy a los malos, no durarán. Sus bienes, o bien se les acaban en esta vida, o bien deberán abandonarlos en el momento de su muerte. Pero para ti, por el contrario, lo que se te ha prometido durará por toda la eternidad… Da pues, la espalda a lo que acaba en ruina, y vuelve tu rostro hacia lo que permanece. Cuando Cristo se despierte, el huracán ya no sacudirá más tu corazón, las olas no hundirán tu barca, porque tu fe mandará a los vientos y a las olas, y el peligro desaparecerá».

Queridos hermanos: que nuestro seguimiento a Dios consista en poner toda nuestra confianza en Él y no confiar, ni gloriarnos de nuestra pericia, porque los dones que poseemos los hemos recibido gratuitamente de Él, que todo lo puede. Solo Él nos puede otorgar la paz, solo Él.

Que en nuestro camino al puerto que deseamos llegar, que es la vida eterna, la Santa Eucaristía sea el alimento que nos fortalezca; que el sacramento de la penitencia nos acerque a la misericordia de Dios; que la adoración al Santísimo Sacramento sea el momento cumbre de diálogo con Nuestro Señor Jesucristo; que la meditación de la Palabra sea fuente de inspiración de nuestras acciones; y que el Santo Rosario nos acerque más a la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.