LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«El reino de los cielos se parece también a la red que se echa al mar y atrapa toda clase de peces; cuando está llena, la sacan a la orilla y sentándose recogen los buenos en canastos» Mt 13,47-48.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,47-53

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente «El Reino de los Cielos se parece también a la red que se echa al mar y atrapa toda clase de peces; cuando está llena, la sacan a la orilla y, sentándose, recogen los buenos en canastos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Han entendido bien todo esto?». Ellos le contestaron: «Sí». Entonces Jesús les dijo: «Todo escriba que se haya hecho discípulo del reino de los cielos, se parece a un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Una vez cumplida la profecía de Jeremías que dice: “He aquí que os envío a muchos pescadores”. Andrés, Santiago y Juan oyeron estas palabras: “seguidme y os haré pescadores de hombres” (Mt 4,19), entretejieron tomando del Antiguo y Nuevo Testamento la red de las doctrinas evangélicas y la arrojaron al mar de este siglo. Hasta el día de hoy está tendida en medio de las olas y recoge todo lo que cae de estos abismos salados y amargos, es decir, hombres buenos y malos, peces mejores y peores. Cuando llegue la consumación y el fin del mundo, como Él mismo lo explica más claramente a continuación, la red será sacada a la orilla; entonces se mostrará el juicio verdadero, la selección de los pescados. Como en un puerto muy tranquilo, los buenos serán puestos en los recipientes de las mansiones celestiales. Pero el fuego de la gehena recibirá a los malos para quemarlos y calcinarlos» (San Jerónimo).

Hoy celebramos a San Alfonso María Ligorio, quien, con otros sacerdotes, fundó la Congregación del Santísimo Redentor o Padres Redentoristas. Dedicó su vida a la evangelización de los pobres.

El pasaje evangélico de hoy presenta la última de las siete parábolas del discurso de Jesús que Mateo ha recogido en el capítulo 13: la parábola de la red echada al mar. El texto también presenta la conclusión con la que Jesús termina el discurso, que es una expresión corta sobre lo nuevo y lo viejo.

En la lectura Jesús insiste en el juicio final, al igual que en la parábola de la cizaña: el fuego consumirá a la cizaña y los peces malos serán desechados. De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo muestra lo decisivo que significa para cada persona su respuesta de adhesión o no al Reino de los Cielos. Y, con la conclusión sobre lo nuevo y lo viejo, Jesús hace ver que su presencia y su Palabra infunden en la vida de toda la humanidad una fuerza y ánimos siempre nuevos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la parábola de la red echada al mar agitado, la red representa a Dios y a la Iglesia, y recoge en ella a toda la humanidad y la conduce a la orilla, que simboliza la luz auténtica del juicio divino que servirá para separar a las personas buenas de las que no han cumplido Palabra de Dios.

Dios nos ha concedido el don de la libertad, por ello, tenemos que elegir si decidimos seguir a Nuestro Señor Jesucristo o aceptamos las propuestas del mundo inspiradas por las tinieblas. El juicio será al final de los tiempos, por lo tanto, no debemos juzgar, ni marginar a las personas; más bien, debemos obrar con paciencia y tolerancia, siempre dispuestos a ayudar a los hermanos a acercarse a la fuente de gracia, que es Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿Somos pacientes y misericordiosos con nuestro prójimo? ¿Ayudamos a nuestros hermanos que están alejados de Dios a acercarse a la fuente de agua viva que es Nuestro Señor Jesucristo? ¿Somos conscientes de que la Palabra de Dios es nueva a cada instante? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a promover y extender el Reino de los Cielos, en el Santísimo Nombre de Jesús.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que suscitas continuamente en tu Iglesia nuevos ejemplos de santidad, concédenos la gracia de imitar en el celo apostólico a tu obispo san Alfonso María de Ligorio, para que podamos compartir en el cielo su misma recompensa.

Espíritu Santo: fortalece, ilumina e inspira a la Iglesia para que extienda el Reino de los Cielos a todos los confines de la tierra, llevando la Palabra y haciéndola realidad.

Padre eterno y misericordioso, te suplicamos que extiendas también tu Reino a las almas del Purgatorio; de manera especial, te pedimos por todos los agonizantes y por todos aquellos que partieron sin conocerte y alejados de ti. Ten misericordia Padre eterno.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Madre del Amor hermoso, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto de San Agustín:

«Toda la santidad y la perfección del alma consiste en el amor a Jesucristo; nuestro Dios, nuestro sumo bien y nuestro redentor. La caridad es la que da unidad y consistencia a todas las virtudes que hacen al hombre perfecto.

¿Por ventura Dios no merece todo nuestro amor? Él nos ha amado desde toda la eternidad. “Considera, oh hombre —así nos habla—, que yo he sido el primero en amarte. Aún no habías nacido, ni siquiera existía el mundo, y yo ya te amaba. Desde que existo, yo te amo”.

Dios, sabiendo que al hombre se lo gana con beneficios, quiso llenarlo de dones para que se sintiera obligado a amarlo: «Quiero atraer a los hombres a mi amor con los mismos lazos con que habitualmente se dejan seducir: con los vínculos del amor.» Y éste es el motivo de todos los dones que concedió al hombre. Además de haberle dado un alma dotada, a imagen suya, de memoria, entendimiento y voluntad; y un cuerpo con sus sentidos, no contento con esto, creó, en beneficio suyo, el cielo y la tierra y tanta abundancia de cosas, y todo ello por amor al hombre, para que todas aquellas criaturas estuvieran al servicio del hombre, y así el hombre lo amara a él en atención a tantos beneficios.

Y no sólo quiso darnos aquellas criaturas, con toda su hermosura, sino que además, con el objeto de conquistarse nuestro amor, llegó al extremo de darse a sí mismo por entero a nosotros. El Padre eterno llegó a darnos a su Hijo único. Viendo que todos nosotros estábamos muertos por el pecado y privados de su gracia, ¿qué es lo que hizo? Llevado por su amor inmenso, mejor aún, excesivo, como dice el Apóstol, nos envió a su Hijo amado para satisfacer por nuestros pecados y para restituirnos a la vida, que habíamos perdido por el pecado.

Dándonos al Hijo, al que no perdonó, para perdonarnos a nosotros, nos dio con él todo bien: la gracia, la caridad y el paraíso, ya que todas estas cosas son ciertamente menos que el Hijo: “El que no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará todo con él?”».

Queridos hermanos: desde lo más profundo de nuestro corazón, al culminar el discurso parabólico de Jesús del capítulo 13 de San Mateo, hagamos el compromiso de volver a leer todo el capítulo y, pidiendo la inspiración del Espíritu Santo, orientemos nuestras obras de misericordia a quienes más lo necesitan en nuestro entorno, confiando plenamente en el Señor.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.