LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN IGNACIO DE LOYOLA, PRESBÍTERO

«El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra» Mt 13,46.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,44-46

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente «El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante que busca perlas finas y, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Una cosa sigue siendo cierta: que el ser humano puede experimentar personalmente a Dios. El verdadero precio que hay que pagar por la experiencia a la que me refiero es el precio del corazón que se entrega con creyente esperanza al amor del prójimo» (Karl Rahner, Palabras de Ignacio de Loyola a un jesuita de hoy).

Hoy celebramos a San Ignacio de Loyola, patrono de los ejércitos espirituales, fundador de la Compañía de Jesús y creador de los ejercicios espirituales. Íñigo López de Loyola nació en Azpeitia, en Guipúzcoa, España, en el año 1491, en el seno de una familia noble en decadencia. Su deseo de gloria humana lo llevó a ejercer la carrera militar. A los treinta años fue herido gravemente en una pierna durante la defensa del castillo de Pamplona, atacado por los franceses.

Durante su convalecencia, la lectura de los libros “La vida de Cristo” y el “Año Cristiano”, que es la historia del santo de cada día, lo impulsó a duras prácticas de penitencia y reparación, durante las cuales escribió la mayor parte de su famosos Ejercicios espirituales.

Luego de abandonar la vida solitaria, estudió en España y en París; en esta última ciudad formó un grupo con seis compañeros con quienes fundó la Compañía de Jesús con el lema “A mayor gloria de Dios”. Ellos son: Pedro Fabro, Francisco Javier, Laínez, Salnerón, Simón Rodríguez y Nicolás Bobadilla. Los siete hicieron votos de ser pureza, obediencia y pobreza, el día 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de María. Ignacio murió en Roma el 31 de julio de 1556. Fue canonizado el 12 de marzo de 1622 junto con san Francisco Javier, su compañero de la primera hora.

Hoy meditamos la lectura que comprende las parábolas del tesoro escondido y de la perla fina, ubicadas casi al final del capítulo 13, después de la explicación de la parábola del trigo y la cizaña.

Mientras que, en la parábola del trigo y la cizaña, Jesús pone énfasis en el juicio final, en las dos parábolas de hoy, Nuestro Señor Jesucristo destaca el valor del Reino de Dios, ante el cual, no existe comparación. Es el tesoro más precioso que podemos encontrar en nuestras vidas. Para quienes abren su corazón, la seducción del Reino de Dios es de tal magnitud que lo dejan todo para conseguirlo y buscar que los demás también lo encuentren.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

«La genuina sabiduría evangélica consiste en la apertura humilde y decidida a la gracia divina y a los dones salvíficos que el Padre nos ofrece amorosamente en Cristo y que transforman nuestras vidas. El anuncio del Reino de Dios es el punto principal del mensaje de Cristo, realidad o una situación espiritual, en la cual el hombre reconoce, en espíritu de amor y de temor filial, la soberanía o el primado absoluto de Dios y cumple lo más perfectamente posible su Voluntad» (Manuel Garrido Bonaño).

El Reino de los Cielos está escondido en nuestro corazón, en nuestro prójimo, en la naturaleza, en nuestro alrededor, en todas las experiencias de nuestras vidas. Busquémoslo y encontrémoslo, es lo más precioso que podemos encontrar en nuestras vidas. Y es gratuito, no dejemos pasar estas oportunidades.

Así como el comerciante que se esfuerza por encontrar perlas preciosas, esforcémonos también nosotros para encontrar la hermosa perla del Reino de Dios. Todos los días tenemos esta oportunidad y en la Palabra de Dios está cómo encontrar el Reino de Dios. Ayudemos también a que otras personas busquen este tesoro, lo encuentren y se dediquen a extenderlo. Que nadie pierda la oportunidad de encontrar ese maravilloso tesoro, o de buscar y encontrar esa hermosa perla.

Hermanos: a la luz de la Palabra, respondamos de corazón: ¿Cómo buscamos el Reino de los cielos? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a encontrar, con alegría, el tesoro escondido o la perla preciosa del Reino de los Cielos y ayudemos a promoverlo y a extenderlo, en el Santísimo Nombre de Jesús.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Oh, Dios, que has suscitado en tu Iglesia a San Ignacio de Loyola para propagar la mayor gloria de tu nombre, concédenos que, combatiendo en la tierra con su protección y su ejemplo, merezcamos ser coronados con él en el cielo.

Amado Jesús, estamos dispuestos a cumplir tu Palabra, concédenos las gracias del Espíritu Santo para que contribuyamos a extender el Reino de los Cielos.

Espíritu Santo: fortalece, ilumina e inspira a la Iglesia para que extienda el Reino de los Cielos a todos los confines de la tierra, llevando la Palabra y haciéndola realidad.

Padre misericordioso, te suplicamos que extiendas también tu Reino a las almas de los difuntos, en especial a todos aquellos que partieron sin conocerte y alejados de ti. Ten misericordia Padre eterno.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Dios con un texto de san Ignacio de Loyola en Ejercicios espirituales, 23:

«El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, nuestro Señor, y, mediante esto, salvar su alma. Y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, para que le ayuden en la prosecución del fin para qué es criado. De donde se sigue que el hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse de ellas cuanto para ello le impiden.

Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que es concedido a la libertad de nuestro libre albedrío, y no le está prohibido. En tal manera, que no queramos de nuestra parte más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor que deshonor, vida larga que corta, y por consiguiente en todo lo demás. Solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce para el fin que somos creados».

Queridos hermanos: descubramos el tesoro y la perla que representan al Reino de Dios, es la mayor riqueza de un seguidor de Nuestro Señor Jesucristo. Busquemos la perla en la Palabra, en la contemplación y en la acción evangelizadora de nuestros gestos y quehaceres diarios.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.