LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XIX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero al tercer día resucitará» Mt 17,22-23.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,22-27

En aquel tiempo, mientras Jesús y los discípulos recorrían juntos Galilea, les dijo Jesús: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, lo matarán, pero al tercer día resucitará». Y ellos se entristecieron mucho. Cuando llegaron a Cafarnaún, los que cobraban el impuesto de las dos dracmas se acercaron a Pedro y le preguntaron: «¿Su Maestro no paga el impuesto de las dos dracmas?». Pedro contestó: «Sí». Cuando llegó a casa, Jesús se adelantó a preguntarle: «¿Qué te parece, Simón? Los reyes del mundo, ¿a quién le cobran impuestos y tasas, a sus hijos o a los extraños?». Contestó: «A los extraños». Jesús le dijo: «Entonces, los hijos están exentos. Sin embargo, para no escandalizarlos, ve al lago, echa el anzuelo, coge el primer pez que pique, ábrele la boca y encontrarás una moneda de plata. Tómala y págales por mí y por ti».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El pequeño episodio nos recuerda, por una parte, cómo Jesús se encarnó totalmente en su pueblo, siguiendo sus costumbres y normas. Como cuando fue circuncidado o presentado por sus padres en el Templo, pagando la ofrenda de los pobres. También en lo civil recomendó: “dad al César lo que es del César”. Aunque la enseñanza principal de Jesús fue cumplir la voluntad de Dios sobre nuestra vida: les anuncia a los suyos su disponibilidad total ante la misión que se le ha encomendado, salvar a la humanidad con su muerte y resurrección.

También a nosotros nos toca cumplir las normas generales de convivencia social, por ejemplo, las referentes a los tributos. No sólo por evitar sanciones, sino porque “la corresponsabilidad en el bien común exige moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto y la defensa del país” (Catecismo n. 2240). Y, como en el evangelio de hoy se trata de un impuesto religioso, el de la ayuda al culto del Templo, es útil recordar que todos nos deberíamos sentir corresponsables de las necesidades de la comunidad eclesial, colaborando de los diversos modos que se nos proponen: trabajo personal, colectas de dinero para el mantenimiento del culto, la formación de los ministros, las actividades benéficas, las misiones, etc.» (José Aldazabal).

El pasaje evangélico de hoy está integrado por dos segmentos: en primer lugar, Jesús hace el segundo anuncio de su pasión, muerte y resurrección. El otro segmento está referido al impuesto al templo. Este pasaje se ubica después del texto de la Transfiguración de Nuestro Señor Jesucristo en el monte Tabor y de la sanación de un niño epiléptico.

El segundo anuncio de la pasión, muerte y resurrección genera tristeza entre sus discípulos ya que no entendían que la misión salvadora de Jesús pasaba inexorablemente por la cruz; algunos pensaban en una liberación política y no espiritual. En este sentido, la visión de los discípulos era muy triunfalista, no creían que el Hijo de Dios Padre debía sufrir. Por eso, en el primer anuncio de su pasión, Jesús reprendió duramente a Pedro.

El tema del impuesto surgió debido a la costumbre judía de pagar un tributo anual a favor del templo, aunque no estaba considerado en el marco legal de la época porque no era el impuesto civil que se pagaba a los romanos. Por ello, Jesús no estaba obligado a pagar este impuesto; sin embargo, Jesús deseaba pagarlo en señal de respeto al templo y cumplir con todos sus deberes y no entrar en conflicto con las autoridades religiosas; aunque la forma como pagó el tributo, a través del milagro más curioso de todo el evangelio, fue una muestra más de su condición divina.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Jesús nos enseña nuevamente que para llegar al Reino de los cielos es necesaria la cruz, porque los sufrimientos, como hemos meditado últimamente, son fuente de gracia. Otra de las enseñanzas de Jesús en este pasaje es que, al igual que cualquier creyente y ciudadano, Él cumplía con todos sus deberes religiosos y cívicos. La forma cómo pagó el tributo es un hecho milagroso que podemos reconocer, muchas veces o siempre, en nuestras vidas, cuando somos conscientes de cómo actúa la providencia y la misericordia del Señor en nosotros.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico, respondamos: ¿Nos entristece o desanima cargar con nuestra cruz? ¿Cumplimos con nuestros deberes ciudadanos? ¿Confiamos en la providencia divina? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser mejores cristianos y ciudadanos ejemplares.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos a través del Espíritu Santo los dones para seguirte con determinación y valentía en medio de las alegrías, dificultades y tribulaciones.

Amado Jesús, tú que fuiste también un ciudadano ejemplar, otorga a los gobernantes de las naciones, regiones y ciudades, la sabiduría para que administren rectamente los recursos y realicen acciones prioritarias en favor de las personas más necesitadas y vulnerables.

Santísima Trinidad: agradecidos por toda tu bondad y misericordia, te alabamos y bendecimos, y te pedimos nos otorgues la gracia de estar atentos siempre a tu acción providente.

Amado Jesús, justo juez, acudimos a ti para implorar tu misericordia por todas las almas del purgatorio, especialmente, por aquellas que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre del Verbo, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Paciano:

«Todos los pueblos, por nuestro Señor Jesucristo, han sido liberados de los poderes que los habían hecho cautivos. Es él, sí, es él quien nos ha rescatado. Tal como lo dice el apóstol Pablo: “Nos perdonó todos nuestros pecados. Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas, lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz. Despojándose a sí mismo, arrastró a los poderes del mal en el cortejo de su triunfo” (Col 2,13-15). Libró a los encadenados y rompió nuestros lazos, tal como lo había dicho David: “El Señor liberta a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan”. Y más aún: “Rompiste mis cadenas, te ofreceré un sacrificio de alabanza” (Sal 145,7-8; 115,16-17).

Sí, hemos sido liberados de nuestras cadenas, nosotros que hemos sido llamados por el Señor para ser congregados por el sacramento del bautismo…; hemos sido liberados por la sangre de Cristo y por la invocación de su nombre… Así, pues, amados míos, hemos sido lavados por el agua del bautismo de una vez por todas, y de una vez por todas somos acogidos en el Reino inmortal. Una vez por todas “dichosos aquellos que están absueltos de sus culpas, a quienes han sepultado sus pecados” (Sl 31,1; Rm 4,7). Mantened con valentía lo que habéis recibido, conservadlo para vuestra dicha, no pequéis más. Desde ahora guardaos puros e irreprochables para el día del Señor».

Hermanos: oremos para que el Espíritu Santo nos ilumine y comprendamos a cabalidad que, para llegar al cielo, debemos cargar nuestra cruz y confiar en la providencia divina. Hagamos el propósito de ser mejores vecinos, mejores compañeros de trabajo y mejores ciudadanos, comprendiendo que debemos respetar nuestro entorno cercano y global con nuestros deseos y acciones. Seamos agradecidos con todo lo que el Señor nos brinda diariamente. ¡Bendito y alabado seas Señor!

En una sociedad en la que son frecuentes los actos de corrupción, participemos activamente con nuestras oraciones, ideas y acciones cívicas para contribuir a crear un futuro mejor para las nuevas generaciones, en el Santísimo Nombre de Jesús.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.