SAN BARTOLOMÉ, APÓSTOL
«En verdad les digo que ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» Jn 1,51.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Juan 1,45-51
Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret». Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí viene un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y, añadió: «En verdad les digo que ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
———–
«Los apóstoles son estas piedras preciosas que san Juan nos dice en el Apocalipsis haber contemplado y con las que se construyen las puertas de la Jerusalén celestial (Ap 21,21) … En efecto, cuando a través de signos o de milagros los apóstoles irradian la luz divina, dan acceso a la gloria celestial de Jerusalén a los pueblos convertidos a la fe cristiana. Y cualquiera que es salvado gracias a ellos entra en la vida como un viajero que atraviesa una puerta… Habla también de ellos el profeta cuando dice: “¿Quiénes son estos que vuelan como unas nubes?” (Is 60,8). Estas nubes se condensan en agua cuando riegan la tierra de nuestro corazón con la lluvia de su enseñanza para convertirla en fértil y portadora de gérmenes de buenas obras» (San Pedro Damián).
Hoy celebramos al apóstol San Bartolomé con la meditación del encuentro de Jesús con Natanael, a quien la tradición de la Iglesia identifica con San Bartolomé. Bartolomé era hermano de Felipe, proclamó la Palabra de Dios en la India y Armenia, donde convirtió a mucha gente. Los enemigos del cristianismo lo martirizaron quitándole la piel y cortándole la cabeza.
El pasaje evangélico de hoy, referido a la vocación de Felipe y Natanael, tiene como marco el texto que detalla el llamado de Jesús a sus primeros discípulos, que también se encuentra en Marcos 1,16-20 y en Lucas 5,1-11. El encuentro de Jesús con Natanael se produce después de que Jesús llamó a Andrés, a su hermano Simón Pedro y a Felipe.
Este encuentro resalta el llamado de Jesús a Natanael y su profesión de fe con la expresión: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús vio sinceridad en Natanael, una característica decisiva para acoger la Verdad. Adicionalmente, es importante destacar los tres rasgos más importantes del pasaje evangélico: primero, la iniciativa de todo llamado en la Iglesia es de Jesús. Segundo, el testimonio de los discípulos es fecundo; los recién llamados, llaman a su vez a otros mediante su testimonio de fe. La fe en Jesús contagia, no puede confinarse ni encerrarse. Y, tercero, el gozo ante el descubrimiento de Jesús como el Mesías de Dios, que llena el corazón de los apóstoles, se manifiesta en la alegre invitación a otros hermanos. Sea cual sea el estado de nuestras vidas, esta es nuestra vocación: la constancia apostólica.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Así como a Natanael, Jesús nos llama a todos a salir de debajo de la higuera, a apartarnos de toda costumbre mundana para seguirle y purificar nuestras almas. El llamado de Jesús es claro y elocuente, pero muchas veces no lo distinguimos y dejamos que sea acallado por el ruido de las ideologías, conductas y modas que el rey de la mentira promueve y trata de imponer en el mundo.
El amor, la misericordia y la luz de las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo son cautivadoras y nos plantean seriamente la opción a seguirle de manera radical. La promesa de Jesús a Natanael sigue vigente en la actualidad si seguimos a Nuestro Señor Jesucristo. Él, el Rey de la Gloria, nos promete señales de su divinidad en esta vida y nos ofrece la vida eterna como premio a un seguimiento verdadero y fiel.
Haciendo silencio en nuestro corazón, respondamos: ¿Somos capaces de hacer una profesión de fe reconociendo a Nuestro Señor Jesucristo como dueño y señor de nuestras vidas? Que las respuestas a esta pregunta nos permitan reconocer el llamado amoroso e incesante de Nuestro Señor Jesucristo y nos ayude ser fieles seguidores suyos.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Afianza en nosotros, Señor, aquella fe con la que San Bartolomé, apóstol, se entregó sinceramente a Hijo y concédenos, por sus ruegos, que tu Iglesia sea sacramento de salvación para todos los pueblos.
Amado Jesús, te suplicamos nos otorgues la sinceridad y rectitud de corazón para reconocerte a través de nuestros hermanos más necesitados y acogerte cuando te acerques a nosotros.
Espíritu Santo derrama tu santa luz para que todos los pueblos acojan las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y, abriendo su corazón al verdadero amor, decidan creer en Él. Padre amoroso del pobre, envíanos tus santos dones para ser reflejo de la humildad y bondad de Nuestro Señor Jesucristo.
Santísima Trinidad, haz que los sacerdotes y consagrados sean fieles a la misión de llevar la Palabra y tu misericordia a todo el mundo.
Amado Jesús, imploramos tu misericordia para que todas las almas del purgatorio hereden la vida eterna.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los apóstoles, intercede por nuestras peticiones ante la Santísima Trinidad. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de Benedicto XVI:
«La historia de Natanael nos sugiere esta reflexión: en nuestra relación con Jesús no debemos contentarnos sólo con palabras. Felipe, en su réplica, dirige a Natanael una invitación significativa: “Ven y verás” (Jn 1,46).
Nuestro conocimiento de Jesús necesita sobre todo una experiencia viva: el testimonio de los demás ciertamente es importante, puesto que por lo general toda nuestra vida cristiana comienza con el anuncio que nos llega a través de uno o más testigos. Pero después nosotros mismos debemos implicarnos personalmente en una relación íntima y profunda con Jesús. De modo análogo los samaritanos, después de haber oído el testimonio de su conciudadana, a la que Jesús había encontrado junto al pozo de Jacob, quisieron hablar directamente con él y, después de ese coloquio, dijeron a la mujer: “Ya no creemos por tus palabras; que nosotros mismos hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Salvador del mundo” (Jn 4,42).
Volviendo a la escena de vocación, el evangelista nos refiere que, cuando Jesús ve a Natanael acercarse, exclama: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn 1,47). Se trata de un elogio que recuerda el texto de un salmo: “Dichoso el hombre… en cuyo espíritu no hay fraude” (Sal 32,2), pero que suscita la curiosidad de Natanael, que replica asombrado: “¿De qué me conoces?” (Jn 1,48). La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible. Le dice: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Jn 1,48). No sabemos qué había sucedido bajo esa higuera. Es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Natanael.
Él se siente tocado en el corazón por estas palabras de Jesús, se siente comprendido y llega a la conclusión: este hombre sabe todo sobre mí, sabe y conoce el camino de la vida, de este hombre puedo fiarme realmente. Y así responde con una confesión de fe límpida y hermosa, diciendo: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel” (Jn 1,49). En ella se da un primer e importante paso en el itinerario de adhesión a Jesús. Las palabras de Natanael presentan un doble aspecto complementario de la identidad de Jesús: es reconocido tanto en su relación especial con Dios Padre, de quien es Hijo unigénito, como en su relación con el pueblo de Israel, del que es declarado rey, calificación propia del Mesías esperado. No debemos perder de vista jamás ninguno de estos dos componentes, ya que, si proclamamos solamente la dimensión celestial de Jesús, corremos el riesgo de transformarlo en un ser etéreo y evanescente; y si, por el contrario, reconocemos solamente su puesto concreto en la historia, terminamos por descuidar la dimensión divina que propiamente lo distingue».
Queridos hermanos: que el ejemplo de Natanael nos sea útil para confesar a Nuestro Señor Jesucristo, no solo con palabras, sino con nuestras vidas. Hagamos el compromiso de permanecer cerca de Jesús a través de la lectura y meditación diaria de su Palabra, mediante la Santa Eucaristía, la Adoración al Santísimo Sacramento, la oración frecuente, y la realización de obras de misericordia.
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.