LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN AGUSTÍN DE HIPONA, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA

«Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes» Jn 15,3-4.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 23,27-32

En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que se parecen a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; lo mismo ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están repletos de hipocresía y crueldad. ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican sepulcros a los profetas y ornamentan los mausoleos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas!” Con esto atestiguan en su contra, que son hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmen también ustedes la medida de sus padres!».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo fuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti» (San Agustín).

Hoy celebramos a San Agustín. Nació en Tagaste en el año 354. Tuvo una vida desordenada durante su juventud, hasta que a los 33 años se convirtió. Fue ordenado sacerdote a los 47 años y cinco años después se convirtió en obispo de Hipona.

San Agustín es testimonio de inquietud espiritual, que lo llevó al encuentro personal con Cristo después de una vida azarosa, dedicando el resto de su existencia terrenal a predicar el Evangelio y a defender la fe católica. Falleció en el año 430 a los 76 años y fue proclamado doctor de la Iglesia por el papa Bonifacio VII, en 1298. Entre sus escritos están “Las Confesiones” y “La ciudad de Dios”.

El pasaje evangélico de hoy también forma parte del texto denominado “Invectiva contra los letrados y los fariseos”, en Mateo 23,1-36, en el que Jesús censura siete veces su espiritualidad: son los siete “ayes” o “malaventuranzas” de Jesús.

Hoy meditamos la sexta y séptima imprecaciones de Jesús a los letrados y fariseos, ubicadas entre los versículos 27 y 32, las cuales refuerzan la crítica de Jesús a la incoherencia entre la palabra y el comportamiento.

En la sexta censura (versículos 27 y 28) Jesús formula un duro diagnóstico sobre la vida moral de los fariseos, comparándola con “sepulcros blanqueados”. Con esta imagen Jesús condena a los que tienen una apariencia ficticia de persona correcta, pero cuyo interior es la negación total de aquello que quieren aparentar.

En la séptima y última censura (versículos 29 y 32) Jesús acusa a los fariseos de los crímenes cometidos por sus antepasados contra los profetas y justos. Con su última expresión: «¡Completen pues lo que sus padres comenzaron!», Jesús se refería a su pasión y crucifixión, sabiendo que los fariseos ya habían decidido matarlo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«San Agustín, todo lo llevó consigo y lo fundió en ardor y en la luz única de su santidad dolorosa y extática. Amó y de su experiencia de amor surgió un amor a Dios, tal vez el más elevado que jamás haya salido de corazón humano… Cuando moría Agustín en su ciudad asediada, no moría, nacía en los cielos amados y deseados sin paz y sin tregua; nacía para nosotros en nuestra historia y en nuestra alma. Desde aquel día hay algo de agustiniano tanto en la historia de todos los hombres como en la historia de cada uno de ellos» (Giuseppe De Luca).

Nuestro Señor Jesucristo continúa llamando a la coherencia entre nuestro interior y el comportamiento que exhibimos cotidianamente. Jesús señala que lo primero está en nuestro interior, en nuestro corazón y que nuestra conducta, es decir, lo exterior, es producto de nuestros sentimientos.

Lamentablemente, la actitud de los letrados y fariseos se observa también en la actualidad. Muchos hermanos confiesan ser cristianos, pero defienden ideologías que provienen de la oscuridad, que intentan destruir a la familia, atentan contra la vida del niño por nacer, defienden la eutanasia y están a favor del libertinaje sexual y de los pecados capitales. Ante esta grave realidad, nos toca a nosotros promover los preceptos cristianos a través de la Palabra, que es una fuente de purificación y que también conduce a la experiencia personal con Nuestro Señor Jesucristo, al igual que la Santa Eucaristía, la adoración al Santísimo Sacramento, la oración y las obras de misericordia.

En este sentido, tengamos siempre presente lo que nos dice Nuestro Señor Jesucristo en Juan 15,3-4: «Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes».

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Somos fieles a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a incrementar nuestra coherencia entre nuestras creencias cristianas y nuestra conducta cotidiana.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste a tu obispo San Agustín, para que, llenos de ese mismo espíritu, tengamos sed solamente de ti, fuente de la verdadera sabiduría, y te busquemos como creador del amor supremo.

San Agustín: que, desde el día dichoso de tu conversión supiste correr y saltar alegremente por los caminos del temor del Señor, sin desfallecer jamás, ni volver los ojos a las antiguas sendas de tu juventud, alcánzanos de Dios toda providencia y sabiduría, la sagacidad que hace sabios a los niños, y el entendimiento que da prudencia a los adultos, para que sepamos seguir tus altísimos ejemplos, hasta conseguir, como tú, el premio de los que vencen y la corona de los que triunfan, en Jesucristo Nuestro Señor.

Amado Jesús, con una plena disposición a seguirte, fortalece con tu Santo Espíritu nuestros esfuerzos para que nuestra conducta diaria sea coherente con tus enseñanzas.

Amado Jesús, que en ti habita toda la plenitud de la divinidad, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.

Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos contemplemos a Dios a través un texto de San Agustín:

«Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no es esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: «Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí.

Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, más yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti».

Queridos hermanos: San Agustín dice: «Invocaré al Señor alabándole, y seré salvo de mis enemigos. Si te alabas a ti mismo, no te verás a salvo de tus enemigos. Invoca al Señor alabándole, y te verás libre de tus enemigos».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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