LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN JUAN XXIII, PAPA

«El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama» Lc 11,23.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,15-26

En aquel tiempo, luego de que Jesús expulsara un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: «Expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Él, conociendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo expulso los demonios con el poder de Belzebú; si yo expulso los demonios con el poder de Belzebú, los hijos de ustedes, ¿con qué poder los expulsan? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero, si yo expulso los demonios con el dedo de Dios, es que el reino de Dios ha llegado a ustedes.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte sus bienes. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama. Cuando un espíritu impuro sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: “Volveré a la casa de donde salí”. Y al volver la encuentra barrida y arreglada. Entonces va, toma otros siete espíritus peores que él, y se meten a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«A los hombres de nuestro tiempo la Iglesia no les da riquezas perecederas ni les promete una felicidad simplemente terrena. Les reparte, sin embargo, los bienes de la gracia sobrenatural, que, al elevarlos a la dignidad de hijos de Dios, sirven de defensa y ayuda para hacer su vida más humana. Les abre las fuentes de su rica doctrina con la cual los hombres, iluminados con la luz de Cristo, son capaces de comprender a fondo lo que verdaderamente son, su excelsa dignidad y el fin que deben buscar. Finalmente, la Iglesia, por medio de sus hijos, ensancha en todas las partes las dimensiones de la caridad cristiana, que es lo más adecuado para arrancar las semillas de las disensiones y lo más eficaz para impulsar la concordia, la paz justa y la unidad fraterna de todos» (San Juan XXIII).

Angelo Giuseppe Roncalli nació el 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, en Bérgamo, Italia. Fue el cuarto de trece hermanos. Fue bautizado ese mismo día. Recibió la confirmación y la primera comunión en 1889. Fue ordenado sacerdote el 10 de agosto de 1904.

Durante la Primera Guerra Mundial fue sargento de sanidad y capellán castrense. Ordenado Obispo en 1925 en Roma, estuvo Bulgaria hasta finales de 1934. Cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, estaba en Grecia, que quedó destruida por los combates. Puso a salvo a muchos judíos sirviéndose del “visado de tránsito” de la Delegación Apostólica. En diciembre de 1944 Pío XII lo nombró Nuncio Apostólico en París, donde ayudó a los prisioneros de guerra.

En 1953 fue nombrado cardenal. Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958. En sus cinco años como Papa, el mundo entero pudo ver en él una imagen auténtica del Buen Pastor. Humilde y atento, decidido y valiente, sencillo y activo, practicó los gestos cristianos de las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, acogiendo a personas de cualquier nación y credo, comportándose con todos con un admirable sentido de paternidad.

Convocó el Concilio Vaticano II. Murió el 3 de junio de 1963, al día siguiente de Pentecostés, en profundo espíritu de abandono a Jesús, deseando su abrazo, rodeado por la oración unánime de todo el mundo, que parecía haberse reunido en torno a él, para respirar con él el amor del Padre. Juan XXIII fue declarado beato por el Papa Juan Pablo II el 3 de septiembre de 2000 y el Papa Francisco lo canonizó el 27 de abril de 2014. (Perfil biográfico de Juan XXII, Web del Vaticano)

El pasaje evangélico de hoy se ubica después del Padrenuestro. Jesús, con una imagen bélica hace referencia a que Él viene a liberar a los cautivos del mal, a los que viven tinieblas y en sombras de muerte, a sanar a los enfermos. Por eso, Jesús, de manera radical, no admite neutralidad cuando dice «El que no está conmigo está contra mí». Aquí es posible identificar una conexión evangélica con Lucas 9,49-50. En este texto, ante la presencia de un exorcista anónimo, Jesús dice: «No se lo impidan, pues, el que no está contra ustedes, está con ustedes».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Nosotros sabemos que Satanás fue derrotado para siempre con la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo; por ello, es Jesús quien derrota al mal en el corazón de cada uno de nosotros y en cada persona que lo sigue.

El amor de Dios siempre vencerá, aun cuando el rey de la mentira y de la maldad actúa en el mundo a través de muchas personas, a quienes les ha robado su conciencia para promover el consumismo, la exagerada promoción de la sexualidad, del materialismo como señal de éxito, de la ideología de género, el aborto, los ataques a la familia y otras conductas contrarias al amor. Así mismo, es fundamental identificar las raíces de nuestras debilidades y evitar caer en las tentaciones que el mundo nos presenta. Y si caemos, debemos reconciliarnos con el Señor a través de una sincera confesión.

Hermanos, meditando la lectura respondamos: ¿Nos mantenemos vigilantes y perseverantes en la oración para no caer en las tentaciones? ¿Nos esforzamos para liberarnos de nuestras ataduras mundanas con la ayuda de Dios? Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a caminar siempre con Nuestro Señor Jesucristo, con la divina satisfacción de su victoria y de nuestra victoria sobre el poder del mal.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Dios todopoderoso y eterno, que, en san Juan, papa, has hecho resplandecer ante el mundo la imagen viva de Cristo, Buen Pastor, concédenos, por su intercesión, manifestar con gozo la plenitud de la caridad cristiana.

Santísima Trinidad, ayúdanos a ver a todos los que nos rodean como hermanos e hijos de un mismo Dios y a buscar en todo momento el entendimiento, sin desvirtuar tu luz y tu verdad.

Amado Jesús, por tu resurrección y acción liberadora, aleja de nosotros el miedo de Satanás, crea libertad en nuestro corazón, danos firmeza en la acción y pon esperanza en nuestras vidas.

Padre eterno, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a nuestro Señor Jesucristo con un texto Giorgio Zevini y Pier Giordano Cabra:

«Jesús pasó “haciendo el bien y curando a los oprimidos por el demonio” (Hch 10,38). Signo de ello son los exorcismos, los suyos y los realizados en su nombre. Uno de ellos desencadena una disputa, que permite revelar a Jesús su sentido profundo y auténtico. Cuando exorciza a un hombre enmudecido por una enfermedad psicosomática, que en su última raíz se hace remontar a la presencia de un demonio, las muchedumbres se quedan asombradas, pero los adversarios dan una interpretación malévola: sus exorcismos se explican mediante un acuerdo secreto entre Jesús y Belzebú (otro nombre de Satanás); dicho con otras palabras, expulsa a los demonios recurriendo a artes mágicas. Otros adelantan una pretensión ulterior, preparando de este modo la discusión sobre la “señal del cielo” (11,29-36).

La respuesta de Jesús es progresiva. Con un primer argumento muestra lo absurdo de la acusación: si fuera verdad que él expulsa a los demonios gracias al poder que le ha concedido su jefe, eso significaría que el dominio de Satanás sobre la humanidad ha terminado; ahora bien, desgraciadamente, es evidente lo contrario. El segundo argumento se basa en la comparación con la actividad de los exorcistas judíos (“vuestros hijos”): ¿también ellos expulsan a los demonios en nombre de Belzebú? Y con un tercer paso Jesús llega a la conclusión: “Si yo expulso los demonios con el poder de Dios”, es decir, con su fuerza (Mt 12,28: “por medio del Espíritu de Dios”), entonces debéis reconocer “que el Reino de Dios ha llegado a vosotros”. Los exorcismos de Jesús, en vez de obra de magia, son la manifestación y la prueba de que el “Reino de Dios”, como acontecimiento de salvación, está presente. Lo confirma el ejemplo del “más fuerte”, capaz de derrotar y quitar las armas a “un hombre fuerte y bien armado”, figura de Satanás. El antagonismo entre ambos personajes lo subraya un lóghion (v.23) que interpela a los oyentes: o con Cristo o con Satanás. Casi como un apéndice, el cuadro pintoresco del retorno del “espíritu inmundo” (vv.24-26) contiene una advertencia: el hombre puede volver a caer bajo el dominio de Satanás incluso después de haber sido liberado por Cristo».

Hermanos, repitamos en la intimidad de cada uno en nuestros corazones, una línea del salmo 15: “Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia…”. Señor, que nunca nos separemos de ti. Amado Señor Jesús: Tú eres la fuerza genuina que nos otorga la identidad de hijos de Dios Padre.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.