LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Aquí hay alguien que es más que Salomón» Lc 11,31.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 11,29-32

En aquel tiempo, la gente se aglomeraba alrededor de Jesús y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay alguien que es más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con los hombres de esta generación, y la condenarán, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay alguien que es más que Jonás».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Así, mientras los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles; más para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Porque la locura divina es más sabia que las personas, y la debilidad divina, más fuerte que las personas» (1 Cor 1,22-25).

En el evangelio de hoy Jesús responde ásperamente a quienes lo siguen solo por sus signos y milagros, indicando que la única señal que recibirán será la de Jonás; por ello les llama “generación perversa” debido a su falta de fe para comprender la acción divina en sus señales milagrosas. No se dan cuenta que Jesús es el signo de Dios Padre por excelencia.

La señal de Jonás es una prefiguración de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, porque Jonás fue tragado por un gigantesco pez y estuvo en su vientre tres días, hasta que fue devuelto en tierra firme por el pez. Después el Señor le dijo a Jonás que se dirija a Nínive para avisar que la ciudad sería destruida en cuarenta días si no se convertían; en este tiempo, los ninivitas se arrepintieron de su mala vida y el Señor dio marcha atrás con la destrucción de la ciudad, tal como se puede leer en el libro del profeta Jonás, capítulos 1 al 3.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«El verdadero creyente, sin despreciar la función que desempeñan los milagros, no se fija tanto en ellos cuanto, en la misma persona de Jesucristo, en el que ve la manifiesta intervención de Dios en la historia de los hombres. Cristo muerto y resucitado. Ésa es la realidad del signo dado por Cristo en la plenitud de los tiempos» (Manuel Garrido Bonaño).

Jesús nos exhorta a buscarlo y a encontrarlo a través de la fe. Nuestro Señor Jesucristo sabe que siempre estamos en busca de señales o manifestaciones de su presencia divina y omnipotente, pero que es necesaria la fe para comprender los signos y milagros que Él realiza también en la actualidad, en nuestras vidas.

Muchos preguntan por qué Dios no da al mundo signos abrumadores, que sea imposible negarse a creer. No lo hace por la misma razón con la que Cristo no quiso ofrecer signos a nadie, incluso al tentador en el desierto, ni a quienes lo injuriaban cuando moría en la cruz. Esta suerte de reclamo no serviría para nada, podría suscitar una creencia forzosa, pero sería una falsa fe. Por eso, la fe será siempre nuestro fundamento para creer sin ver, para tener la certeza de que no estamos solos, sino que, Dios Padre, Dios Hijo y el Espíritu Santo nos acompañan siempre en las alegrías y en las tribulaciones, y comprender también que la alegría y el sufrimiento son fuentes de gracia.

Esta comprensión nos conduce a cumplir con los mandamientos y a agradecer a la Santísima Trinidad por todos los dones que recibimos. Por ello, meditando la Palabra, respondamos: ¿Entendemos y comprendemos la acción divina en nuestras vidas? Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a comprender los signos de la presencia de la Santísima Trinidad en medio de nosotros.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Santísima Trinidad: te alabamos y bendecimos por tu bondad, amor y misericordia, otórganos la gracia de la plena conversión, la obediencia y el seguimiento fiel a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Santísima Trinidad, a ti la gloria y alabanza por los siglos. Amén.

Hermanos, repitamos como en Marcos 29,24: “Señor, creo, pero aumenta mi fe”. Aumenta mi fe para seguirte con confianza plena en tu santa voluntad y cumpliendo tus mandamientos.

Santo Espíritu de Dios envía tus dones y mora en nuestro corazón. Que nuestra oración llegue hasta ti Señor, hasta tu santo templo.

Padre eterno, con la intercesión de Nuestra Santísima Madre, la siempre Virgen María, concede, por tu amor y misericordia, el perdón de las faltas de todos los difuntos, para que sean contados entre tus elegidos.

Madre Santísima, Bendita Tú, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios con un texto de Afraates, monje:

«Los ninivitas ayunaron con un ayuno completo cuando Jonás les predicó la conversión. (…) Esto es lo que está escrito: “Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, y aplacó el incendio de su ira” (Jon 3,10). No dice: “Vio que ayunaban a pan y agua y se vestían de saco y ceniza”, sino: “Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su mala conducta”. Porque el rey de Nínive había dicho: “Que cada uno se convierta de su mala conducta y de la violencia que hay en sus manos” (v. 8). Hicieron un ayuno sincero y fue aceptado.

Porque, amigo mío, cuando se ayuna, la abstinencia de la maldad es siempre la mejor. Es mejor que la abstinencia de pan y de vino, mejor que “humillarse a sí mismo, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza” como dice Isaías (58,5). En efecto, cuando el hombre se abstiene de pan, de agua o de cualquier alimento, cuando se cubre de saco y ceniza y se aflige, eso es agradable a los ojos de Dios. Pero lo que a Dios más le place es: “(…) desatar los lazos de la maldad, y arrancar todo yugo de esclavitud” (v. 6). Entonces para este hombre “brotará tu luz como la aurora, te precederá tu justicia, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan” (v. 8-11). No se parece en nada a los hipócritas “que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan” (Mt 6,16)».

Hermanos, oremos: Señor, que tu mirada penetrante llegue hasta el fondo de nuestros corazones y sigamos cumpliendo cabalmente tus mandamientos.

Señor, inunda nuestros corazones con tu amor y, en silencio, nos unimos a ti en un diálogo permanente, que la voz clara de tu Palabra permita hacer realidad el proyecto que tienes para nosotros; estamos dispuestos a seguirte con alma, vida y corazón.

Por ello, Señor, nos comprometemos a reconocer tu presencia y divinidad en todas las situaciones que se nos presenten: en el prójimo, en las alegrías y tristezas, en todas las cosas, porque todo lleva tu divino sello. También, hago el propósito de hablar de ti, por lo menos, a una persona y testimoniar tu presencia en mi vida.

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.