«Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré, a ver si comienza a dar fruto. Y si no da, la cortas”» Lc 13,7-9.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 13,1-9
En una ocasión, se presentaron algunos a contar a Jesús acerca de unos galileos cuya sangre Pilato mezcló con la de los sacrificios que ofrecían. Jesús les contestó: «¿Piensan ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y, si ustedes no se convierten, todos perecerán de la misma manera». Y les dijo esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: “Ya ves: hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala ¿Por qué ha de ocupar terreno inútilmente?”. Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré, a ver si comienza a dar fruto. Y si no da, la cortas”».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Cristo nos presenta la parábola de la higuera estéril para mostrarnos la paciencia de Dios, pero también la urgencia de nuestra respuesta. El viñador intercede y pide más tiempo, pero el dueño de la viña también tiene derecho a esperar frutos. Así también, Dios nos da su gracia, nos llama y nos da oportunidades de arrepentimiento, pero no debemos abusar de su paciencia. Cada día es una oportunidad que se nos da para cambiar, para dar fruto, para vivir en comunión con Él. Si permanecemos estériles, no es porque falte la gracia, sino porque nuestro corazón se ha endurecido y no quiere responder. El llamado de Cristo es a abrirnos, a dejar que el Espíritu Santo nos transforme, y a vivir una vida fecunda en el amor a Dios y al prójimo» (San Cirilo de Alejandría).
En el pasaje evangélico, Jesús se encuentra enseñando a la multitud que lo sigue, respondiendo a inquietudes sobre ciertos eventos trágicos que habían ocurrido. En ese momento, algunos mencionan a Jesús el caso de los galileos, cuya sangre Pilato mezcló con los sacrificios, y también el incidente de la torre de Siloé que cayó sobre dieciocho personas. Jesús utiliza estos ejemplos para resaltar la necesidad de la conversión personal, evitando la tendencia humana de buscar explicaciones simplistas o culpabilizar a los afectados.
Jesús no se enfoca en el porqué del sufrimiento, sino en la urgencia de la conversión. Su mensaje es claro: todos estamos llamados a arrepentirnos antes de que sea demasiado tarde. En este contexto, Jesús introduce la parábola de la higuera estéril, una imagen cargada de significado que apunta a la paciencia divina, pero también a la responsabilidad de dar frutos. El tono del mensaje de Jesús es un llamado a la esperanza y una advertencia seria sobre la oportunidad limitada que tenemos para cambiar.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El Evangelio nos confronta con una verdad esencial: la vida es frágil y el tiempo es limitado. A menudo, nos inclinamos a pensar que el sufrimiento de los demás es un castigo por sus pecados, pero Jesús nos invita a no juzgar, sino a mirar hacia nuestro propio corazón y cuestionarnos si estamos viviendo en comunión con Dios. Asimismo, la imagen del viñador es una representación de la paciencia infinita de Dios, quien nos da tiempo para cambiar, para arrepentirnos y para producir los frutos del amor, la justicia y la misericordia.
En nuestros días, este mensaje es muy pertinente. Vivimos en una sociedad llena de distracciones, que nos invita a postergar las decisiones importantes y a vivir sin sentido de urgencia. Jesús, sin embargo, nos llama a actuar ahora, a no dejar para mañana el cambio que podemos hacer hoy. La conversión no es algo que se pospone; es un proceso diario, una respuesta constante a la gracia de Dios que toca nuestro corazón.
Con esta reflexión conviene formularnos las siguientes preguntas: ¿Qué áreas de mi vida necesitan ser transformadas? ¿En qué aspectos estoy siendo estéril, sin producir frutos para el Reino de Dios? ¿Estimulamos a las personas a pasar de las intenciones a las obras de conversión? ¿Acudimos confiadamente a la paciencia y misericordia de Jesús, el viñador? Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a ser conscientes del tiempo presente, a no vivir en la indiferencia, sino a reconocer que cada día es un regalo y una oportunidad para cambiar.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Deseo agradecerte Altísimo Señor por todas las personas que, con su oración, interceden por mí, para que no sea arrancado de la viña y tenga la oportunidad de dar frutos de fe.
Amado Jesús, Amor de los amores, mira con bondad y misericordia los corazones de los moribundos y lleva al cielo a todos los difuntos, especialmente, a aquellos que más necesitan de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Jesús como el viñador paciente, que no se rinde ante nuestra esterilidad, sino que intercede por nosotros, nos da una nueva oportunidad y trabaja nuestra tierra con amor. Él es el viñador que cava alrededor de nuestro corazón, que abona nuestra vida con su Palabra y sus sacramentos, esperando con esperanza que demos frutos.
Contemplemos también a Nuestro Señor Jesucristo con una catequesis de San Teodoro de Tabennesi:
«Demos gracias a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de habernos hecho dignos de recibir un poco de alegría, en la abundancia de nuestras penas. Él apaciguó nuestro corazón abatido, aumentando nuestra humildad y fortificando nuestra fe. ¡Qué nos haga dignos de decir “Me quitaste el luto y me vestiste de fiesta, convertiste mi lamento en alegría”! (Sal 29,12) …
Dios busca en nosotros los frutos del Espíritu Santo. No debemos ser negligentes, nos preguntarán sobre ellos. Tratemos de estimularnos mutuamente, para que todos produzcamos frutos en lo que agrada a Dios. Sepamos que Dios se ocupa de nosotros. Trabajemos para lo que es necesario al cuerpo y esforcémonos en devenir un templo puro para Dios. Hermanos míos, velen por que ninguno entre ustedes sea excluido de esta certeza, cuando la gloria del Señor se manifestará: “Todavía falta un poco, muy poco tiempo, y el que debe venir, vendrá sin tardar. El justo vivirá por la fe” (Heb 10,37-38)».
Hermanos, oremos juntos: Señor, no quiero aplazar más el inicio o continuación de mi proceso de conversión. Por eso, Señor, hagamos el propósito de dedicar un momento cada noche a hacer un examen de conciencia, preguntándonos: ¿Qué frutos he dado hoy? ¿Cómo he respondido al amor que Dios me ha mostrado?
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.