LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

«Entonces el amo le dijo: «Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se llene la casa»» Lc 14,23.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,15-24

En aquel tiempo, uno de los invitados dijo a Jesús: «¡Bienaventurado el que coma en el banquete del Reino de Dios!». Jesús le contestó: «Un hombre daba un gran. banquete e invitó a mucha gente; a la hora del banquete mandó a un sirviente a avisar a los convidados: «Vengan, que ya está todo preparado». Pero ellos se excusaron uno tras otro. El primero le dijo: «He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor». Otro dijo: «He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor». Otro dijo: «Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir».

El sirviente volvió y le contó a su amo. Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al sirviente: «Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos». El sirviente dijo: «Señor, se ha hecho lo que me mandaste y todavía queda sitio». Entonces el amo le dijo: «Sal por los caminos y senderos e insísteles hasta que entren y se llene la casa». Y les digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Corre a sus nupcias, pues un siervo de una gran belleza está listo para servirte. Ese siervo, es la asamblea de los ángeles, ¿qué digo? ¡Es el mismo Hijo del Dios eterno! ¿Acaso no se da él mismo como tal en el Santo Evangelio? “En verdad, os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa e irá sirviéndolos uno tras otro” (Lc 12,37). ¡Ohǃ la gloria de los pobres y de los excluidos será grande cuando sean servidos por el Hijo de Dios, por el soberano Rey, y por todo el ejército del Reino Celestial. Un alimento precioso y delicioso esta también preparado para alimentarte. El Hijo de Dios, él mismo, preparara la mesa con sus propias manos pues lo afirma en el Evangelio: “yo os dispongo el Reino, como mi Padre lo dispuso para mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi Reino” (Lc 22,29-30a). ¡Ohǃ ¡que suave y delicioso es ese alimento que Dios en su bondad ha preparado para el pobre! ¡Ohǃ ¡que feliz es aquel que come en el Cielo ese pan preparado en el seno de la Virgen por el fuego del Espíritu Santo! “El que coma este pan vivirá para siempre” (Jn 6,58b). El Rey celestial alimenta y restaura a sus elegidos con ese pan, con ese alimento, como lo dice el Libro de la Sabiduría: “A tu pueblo lo alimentaste con manjar de ángeles” (Sab 16,20)» (San Buenaventura).

El pasaje evangélico de hoy se ubica también en Mateo 22,1-10. En esta lectura, Jesús narra la parábola de un hombre que organiza un gran banquete y envía invitaciones a muchos, pero estos invitados, ocupados en sus propios asuntos, rechazan la invitación. La parábola es contada durante una comida en casa de un fariseo, tras las enseñanzas sobre la humildad y la generosidad. Este contexto refuerza el mensaje de Jesús sobre la necesidad de acoger el Reino de Dios con un corazón sencillo y libre de ataduras terrenales. Cada excusa ofrecida por los invitados simboliza aquellas cosas que, aunque legítimas, se interponen entre el ser humano y Dios. Jesús, con esta parábola, no solo reprende el desinterés de aquellos que rechazan la invitación al banquete, sino que revela la apertura universal del Reino: si algunos rechazan la invitación, Dios no dejará de llenar su casa, y ahora los «pobres, lisiados, ciegos y cojos» (Lc 14,21) son invitados a entrar. Así, Jesús revela la generosidad de Dios y la necesidad de responder con un corazón abierto.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«Dejemos de lado las excusas vanas y perversas, y acerquémonos a la cena que nos saciará interiormente. No nos lo impida la soberbia altanera, no nos engría o sujete y aparte de Dios la ilícita curiosidad; la sensualidad de la carne no nos aleje del placer del corazón. Acerquémonos y saciémonos. ¿Quiénes se acercaron sino los mendigos, los débiles, los cojos y los ciegos? No vinieron los ricos, los sanos… Vengan, pues, los mendigos… vengan los débiles…. vengan los cojos…, vengan los ciegos… Éstos vinieron en hora buena, pues los primeros invitados fueron reprobados debido a sus excusas» (San Agustín).

Todo está preparado para que nos sentemos a la mesa del Señor, el Señor nos invita a que nos sentemos con él. El Señor nos invita al encuentro alegre con él, a la comunión en el banquete mesiánico. Solo tenemos que vestirnos de fiesta y responder con la Ley del amor al prójimo y a Dios, con una adhesión genuina.

La lectura cuestiona nuestra constancia en la disponibilidad para acoger las invitaciones de Nuestro Salvador; también nos permite reconocer los obstáculos que nosotros mismos creamos para no asistir al banquete. Por ello, queridos hermanos, no nos circunscribamos a los límites angostos de la inmediatez y lo visible; que el pasaje evangélico nos estimule a recuperar, con la ayuda del Espíritu Santo, nuestra inocencia primera y reconozcamos a la Santísima Trinidad como el principal amor en nuestras vidas.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor, míranos con benevolencia y haz que nadie se excluya de tus invitaciones; otórganos un corazón humilde y solidarios que permita identificar las múltiples invitaciones a tu Reino que diariamente nos propones.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, infunde en nosotros el deseo de acudir a las invitaciones que Nuestro Señor Jesucristo nos hace cotidianamente.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordia para que lleguen al cielo, y protege del enemigo a las almas de las personas agonizantes.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Jesús, quien nos invita a su banquete con generosidad infinita. Su invitación es constante y amorosa, pero Él también respeta nuestra libertad. En esta contemplación, examinemos nuestras propias “excusas”, aquellas cosas que nos impiden aceptar su invitación. Hoy, dediquemos un momento a reflexionar sobre las áreas de nuestra vida donde hemos puesto algo o a alguien por encima de Dios. Hagamos el propósito de poner al Señor en el primer lugar de nuestras prioridades, recordando que el banquete de su amor y de su paz supera cualquier bien temporal. Que en cada respuesta que damos a su invitación, estemos dando un paso hacia la plenitud de vida en Él.

Hermanos: contemplemos al Señor con un texto Alphonse Maillot ndel:

«Cuando Dios invita, las cosas no discurren como en el caso de que fuera un hombre el que hubiera invitado a sus amigos, mientras que Dios espera que todo discurra del mismo modo. De hecho, nosotros aceptamos que un hombre nos invite a las bodas de su hijo sin mediar otra razón que su amistad, pero nos negamos a creer que Dios pueda invitarnos del mismo modo. Y mientras que no nos preocupamos de las cuestiones superfluas cuando se trata de una invitación humana, nos escabullimos, por el contrario, con todo tipo de pretextos cuando es Dios quien nos llama. ¿Por qué? Precisamente porque no podemos creer que Dios actúe como un hombre.

¡Ah! Si se tratara de una comida en la que cada uno tuviera que llevar su parte: uno el buey, otro los vinos, otro los cubiertos…, entonces iríamos más fácilmente. Sin embargo, un Reino gratuito, donde todo está preparado, nos parece insensato e imposible. Nos negamos a creerlo. Con todo, nada nos impide acordarnos de que celebramos unas bodas, que estamos en un banquete en el que Dios lo ha preparado todo, donde no tenemos que hacer más que sentarnos a la mesa, porque aquí todo es gratuito. No tenemos que llevar a la fiesta más que a nosotros mismos, a quienes Dios ha reunido tal como éramos, buenos y malos, que nos quedábamos en las encrucijadas y detrás de los setos. Si en vez de examinarnos, palparnos, nos acercáramos a la mesa para celebrar las bodas del hijo, nuestras santas cenas tendrían fatalmente otro tono y nuestro testimonio en el mundo otro valor. Porque lo que el mundo más necesita, y hoy todavía más que ayer, es nuestra alegría.

Es esencial señalar que, en Lucas, la parábola está provocada por un hombre que exclama: “Dichoso el que pueda participar en el banquete del Reino de Dios”. Jesús le responde: El Reino es ahora. El Reino está aquí, cuando resuena la invitación, cuando estoy aquí. El invitado eres tú. ¡Decídete! Ahora. No podemos decir: “Dichoso el que pueda participar en el banquete”, sino: “Dichoso yo, que como el pan desde ahora…”. También deberíamos poner de relieve el maravilloso “convence a la gente para que entre”, que en Lucas significa: “Haz que se den cuenta de que necesario es entrar; persuádeles con tus palabras para que entren”. Jesús quiere que su casa este llena de gente».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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