LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO B

SAN CARLOS BORROMEO, OBISPO

«Cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos, y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos» Lc 14,13-14.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14,12-14

En aquel tiempo, Jesús dijo a uno de los principales fariseos que lo había invitado: «Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, lisiados, cojos y ciegos, y serás bienaventurado, porque no pueden pagarte, te pagarán cuando resuciten los justos».

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«Nada hace al hombre más parecido a Dios que la facultad de dar. Y si los dones de uno son más grandes que los del otro, que lleguen a ser a la medida de cada uno. Dios ha creado al hombre y lo ha levantado después de su caída. Así, pues, tú no menosprecies al que ha caído en la miseria. Dios ha tenido para con el hombre una compasión muy grande. Le ha dado la Ley y los profetas después de haberle dado la ley natural no escrita; le ha dado un maestro… y un pedagogo… Finalmente se dio el mismo en rescate por la vida del mundo» (San Gregorio Nacianceno).

Carlos Borromeo nació en 1538 en una noble familia de Arona, Italia. En 1539 es designado cardenal por el papa Pío IV, quien era hermano de su mamá. Durante su vida realizó una gran obra pastoral, litúrgica, devocional y organizacional. Murió en Milán el 3 de noviembre de 1584 y fue canonizado en 1610.

El pasaje evangélico de hoy es la parte final del texto denominado “Los primeros puestos” que está ubicado en Lc 14,1-14. Es importante señalar que el capítulo 14 de Lucas es una colección de relatos en los que Jesús emplea el simbolismo del banquete con el fin de enseñar sobre la humildad y el compartir cristiano. Ya que lo que debe distinguir a los cristianos es una vida compartida con los más necesitados, porque solo cuando vivimos así, estamos en condiciones de entender a Jesús y convertirnos en sus discípulos.

En la lectura, Jesús se encuentra en la casa de un fariseo que lo ha invitado a comer. En aquel entonces y casi siempre, las comidas solían ser eventos sociales donde se reforzaban las relaciones y se buscaba ganar influencia entre las personas de prestigio. Sin embargo, Jesús desafía esta práctica común y propone una perspectiva radical: invita a sus oyentes a no buscar reconocimiento social ni recompensas humanas en sus acciones. En lugar de invitar a amigos, familiares y personas de influencia, Jesús nos llama a invitar a aquellos que no pueden devolver el favor, como los pobres, los lisiados, los cojos y los ciegos. Su enseñanza subraya la lógica del Reino de Dios, donde el amor no busca recompensas y la verdadera caridad no espera reconocimiento. Jesús nos muestra que la grandeza en el Reino se encuentra en dar sin esperar nada a cambio, reflejando así el amor generoso y desinteresado de Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

«El Señor te mostró con quién tienes que ser generoso…, con los necesitados, que no tienen nada que devolverte. ¿Pierdes con eso acaso? Se te recompensará cuando se recompense a los justos… Cuando Él nos lo devuelva, ¿quién nos lo quitará?… Cuando aún éramos pecadores, nos donó la muerte de Cristo; ahora que vivimos justamente, ¿nos va a decepcionar? Pero Cristo no murió por los justos, sino por los pecadores. Si a los malvados les dio la muerte de su Hijo, ¿qué reservará para los justos?… El mismo Hijo, pero en cuanto Dios, como objeto de gozo, no en cuanto hombre, sometido a la muerte. Ved a lo que nos llama Dios. Mas de la misma manera que te fijas en el destino, dígnate mirar también el camino, dígnate mirar también el cómo» (San Agustín).

El mensaje fundamental de Nuestro Señor Jesucristo es que quienes ocupan los primeros lugares son los bienaventurados, es decir, aquellos que renuncian a pensar de forma humana y se ponen al servicio de los demás sin esperar correspondencia. Sin embargo, para las personas que siguen los dictados mundanos y se preocupan demasiado por alcanzar los máximos beneficios financieros, es difícil que comprendan el mensaje de Jesús: «serás bienaventurado, porque no pueden pagarte». Para ellos, esta frase es una blasfemia financiera ya que rompe con la lógica materialista en la que prima el egoísmo y la codicia.

Por ello, la propuesta de Nuestro Señor Jesucristo es revolucionaria porque subvierte el orden mundano y propone el desafío mayor: alcanzar la vida eterna con humildad, mediante el servicio desinteresado a los demás, en especial, a los más necesitados.

Hermanos, reflexionando la lectura, intentemos responder: Cuándo hacemos el bien, ¿esperamos recompensa humana o pensamos en la bienaventuranza eterna? Que las respuestas a esta pregunta nos estimulen a realizar todo bien sin esperar nada a cambio, solo para la mayor gloria de Dios.

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Conserva Señor en tu pueblo el espíritu que infundiste en san Carlos Borromeo, para que tu Iglesia se renueve sin cesar y, transformada en imagen de Cristo, pueda presentar ante el mundo el verdadero rostro de tu Hijo.

Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, infunde en nosotros el deseo de experimentar la bienaventuranza de relacionarnos con los demás de manera gratuita y desinteresada.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordia para que lleguen al cielo, y protege del enemigo a las almas de las personas agonizantes.

Gran Patriarca San José, a quien la beatísima Trinidad hizo custodio de Jesús, te rogamos por la conversión y salvación de nuestros hermanos que han equivocado el camino y siguen los dictados del mundo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos a Jesús, quien nos invita a abrazar el amor auténtico. Este amor no espera nada, no se alimenta de elogios, sino que florece en el silencio y la humildad. Al contemplar a Jesús, pensemos en las personas a nuestro alrededor que necesitan nuestra ayuda, especialmente aquellas que no pueden devolvernos el favor. Hoy, propongámonos hacer un acto de caridad desinteresada: un gesto de bondad que no espere reconocimiento. Recordemos que, en cada acto de amor auténtico, encontramos a Cristo, quien «se anonadó a sí mismo» (Flp 2,7). Así, avanzamos hacia una vida en comunión con Dios, donde el amor nos eleva y nos acerca al banquete eterno.

Hermanos: contemplemos al Señor con un texto Maurice Zundel:

«El Señor nos quiere grandes, nos quiere semejantes a él. Quiere que seamos perfectos a la manera de Dios, a saber: perfectos en el amor, perfectos en la caridad, perfectos en el desprendimiento, que es la única modalidad de grandeza según el espíritu.

No se ha comprendido esto cuando se ha convertido la humildad en una escuela de humillación en vez de convertirla en una escuela de grandeza. Cristo se dirige a nosotros para ascendernos. Nos dice a cada uno: “Amigo, sube más arriba”. Nos libera de toda humillación, nos libera de todas las jerarquías en las que hay un “más arriba” y un “más abajo”, en las que hay señores y súbditos, no tanto empujándonos a la revuelta como haciéndonos comprender que la verdadera grandeza reside en otra expresión de la existencia. Nos enseña a no poseer nada, es decir, a no dejarnos poseer por nada. Nos enseña a crecer en el silencio, a entregarnos a él, que es el don perfecto. Nos enseña a acoger a los otros sin humillarlos, porque todo el mundo tiene la posibilidad de llegar a ser hijo de Dios, porque todos tenemos el mismo camino, la misma dimensión, la misma grandeza, la misma humildad, que no humilla, sino que glorifica, porque es en la humildad donde, simplemente, dejando de mirarnos, nos sentimos fascinados por el Rostro que llevamos en nosotros y no aspiramos ya a otra cosa que, a darle la posibilidad de revelarse, de transparentar y de comunicarse».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

Oración final

Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.

Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.

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