«Jesús recorría todas las ciudades y pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando toda clase de enfermedades y dolencias» Mt 9,35.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 8,28-34
En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla del lago, a la región de los gadarenos. Desde los sepulcros dos endemoniados salieron a su encuentro, eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel campo. Y le dijeron a gritos: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». A cierta distancia había una gran piara de cerdos comiendo. Los demonios le rogaron: «Si vas a expulsarnos, mándanos a la piara». Jesús les dijo: «Vayan». Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó al mar desde lo alto del acantilado, y perecieron en las aguas. Los que cuidaban los cerdos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados. Entonces, el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Para una sanación del hombre interior… hemos empezado muchas veces a abrir esa fuente de sanación al darnos esa paz profunda con la expresión “Jesús te ama” y esa paz es un derecho de cada cristiano porque somos templos del Espíritu Santo… que destaca la fuerza y belleza de Dios en nuestra alma» (Padre Roberto Padrós).
Continuamos meditando los milagros de Jesús que Mateo narra en los capítulos 8 y 9, y que preludian el discurso de la Misión apostólica. El pasaje evangélico de hoy, denominado “Jesús exorciza en Gadara”, se ubica también en Marcos 5,1-20 y en Lucas 8,26-39.
Jesús traspasa fronteras culturales y religiosas para llevar la luz del Reino hasta los confines oscuros. La región de los gadarenos se convierte en un campo de batalla donde el poder de Cristo se enfrenta y vence al mal. La reacción de los habitantes, sin embargo, no es de alegría, sino de temor: prefieren la tranquilidad del desorden a la conversión que transforma.
Así, este contexto manifiesta un mensaje universal: la salvación de Dios no está limitada por fronteras geográficas ni culturales, pero exige una respuesta libre, y muchas veces el hombre prefiere sus cadenas antes que la libertad que Cristo ofrece.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
Jesús llega al otro lado. No es un viaje sin riesgo: cruza el mar, afronta una tormenta, y se adentra en tierra de impureza. Pero allí, en la marginalidad espiritual, encuentra a dos hombres poseídos por demonios. No viven en casas, sino entre tumbas: muertos en vida, habitados por el espanto.
El poder del mal, encarnado en estos demonios, reconoce a Jesús: “¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”. Esta confesión, aunque brota del miedo, revela la verdad: Jesús es el Juez, el Santo, el Hijo de Dios (cf. Mc 1,24). Como en otros pasajes (cf. Lc 4,33-35), los demonios gritan, pero Cristo no dialoga: ordena, expulsa, libera.
La imagen de los cerdos que se precipitan en el mar representa la destrucción del mal cuando se separa del hombre. Pero el milagro no es recibido con gozo. Los pobladores, testigos de la liberación, piden que Jesús se marche. El corazón humano teme el poder que trastoca sus esquemas. Esta escena refleja tantas situaciones actuales donde se prefiere convivir con el mal conocido que abrirse al bien desafiante. Jesús sigue cruzando los mares de nuestras vidas para liberarnos. ¿Lo dejamos entrar? ¿O también le pedimos que se vaya, porque tememos que cambie nuestras estructuras, nuestras seguridades, nuestros intereses?
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Amado Jesús, que viniste a la tierra para vencer a las potencias del mal, concédenos llevar a cabo una viva experiencia de tu amor salvífico. Haz que, liberados del pecado y llamados a recorrer el camino de la salvación, sepamos seguirte con alegría y fidelidad, renunciando a todo lo que nos pueda separar nuevamente de ti.
Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, concédenos a través del Espíritu Santo una fe inquebrantable y decidida para que demos testimonio valiente de tu amor en un mundo cada vez más alejado de ti.
Amado Jesús, te rogamos nos concedas la liberación de todas las cadenas intergeneracionales que nos atan al pecado y aumenta, a través del Espíritu Santo, nuestra fe para seguirte con firmeza, aun en medio de las tribulaciones.
Amado Jesús, misericordia infinita, libera a las benditas almas del purgatorio, protege a los agonizantes y llévalos a tu Reino.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contempla al Señor descendiendo de la barca, caminando sereno hacia la tormenta del alma humana. Observa su mirada que no teme los gritos, su paso que no vacila ante las tumbas. Él va a los confines de tu corazón, allí donde ni tú mismo te atreves a mirar. Y allí, donde habita la oscuridad, pronuncia su Palabra: “Sal”.
Deja que su voz resuene en ti. Permite que expulse de tus pensamientos esas voces que te degradan, que te encadenan, que te apartan de la vida. No temas si todo cambia. No temas si las estructuras se derrumban, si los cerdos se precipitan, si lo habitual se desvanece.
Como propósito, reconoce en tu vida las zonas gadarenas: relaciones rotas, heridas ocultas, apegos destructivos. Pide al Señor que cruce hasta allí. Y cuando lo haga, no lo eches. Recíbelo. Aun cuando sientas miedo, dile: “Quédate, Señor”. Y transforma tu entorno: acoge con compasión al que está marginado, acompaña al que vive entre tumbas, da palabra al que sólo conoce gritos. Sé presencia de Cristo donde reina la ausencia. Porque donde Él está, el infierno retrocede.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una reflexión de Romano el Melodioso:
«“Al narrar tus prodigios, te imploramos, oh, Señor, que nos liberes del maligno y de las desgracias que nos procura, puesto que tú eres el único Maestro del universo” …
Los discípulos, en coro, movidos por la compasión, vinieron a Cristo y le suplicaron en favor del hombre diciendo: “Mira, Cristo, ten piedad ante la vista de la violencia cometida contra la naturaleza que creaste y de la enorme vergüenza infligida por el enemigo a la imagen de tu gloria. Mira la tiranía que pesa sobre el hombre al que tú mismo honraste con tus propias manos, cómo está castigado por el odio originado por el enemigo. Sálvalo, Omnipotente y Maestro del universo. Salva, salva, Cristo, al que te suplica y vuelve a sanarlo en tu misericordia. Que no se dé gloria a nuestro enemigo, oh, Salvador, y que no diga en su maldad: “He vencido”. A una simple señal tuya, podrá perecer”.
Tras escuchar a sus discípulos, Cristo se alegraba de sus palabras. Respondió enseguida: “Me agrada vuestro celo, porque quiero que seáis misericordiosos… Ya antes de vuestra oración os había abierto mis entrañas a este hombre, y, si he venido del mar, ha sido a causa de él, pues ya le conocía antes de su nacimiento. Vine del cielo para salvar a todos los hombres; me hice hombre para salvar de la maldición a la raza afín a mi carne”.
En consecuencia, Jesús mismo, puesto que también es el Dios fuerte, castigó al demonio triturando su jactancia… Servidores de Cristo, vosotros que habéis escarnecido hoy al demonio, pidamos juntos a nuestro timonel que nos haga superar felizmente la tempestad de la vida. Sabemos que posee, para protegernos, un ojo que no conoce el sueño, y que, por las oraciones de la Madre de Dios, nos conduce sanos al puerto tranquilo y seguro, Él, el Maestro del universo».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.