SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA, PADRES DE LA VIRGEN MARÍA
«Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los que han de recogerla: “Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”» Mt 13,30.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13,24-30
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras sus hombres dormían, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los trabajadores a decirle al amo: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?”. Él les dijo: “Un enemigo lo ha hecho”. Los trabajadores le preguntaron: “¿Quieres que vayamos a arrancarla?”. Pero él les respondió: “No, porque al arrancar la cizaña podrían arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los que han de recogerla: “Arranquen primero la cizaña y átenla en manojos para quemarla, y el trigo almacénenlo en mi granero”».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Sobre los padres de la Virgen María se posaron la bendición y la gracia celestial. Estas salieron de los justos y fueron transmitidas a través de las generaciones hasta posarse en María, la cual recibió el misterio» (tomado de un texto antiguo de la Iglesia siro-oriental).
Hoy celebramos a San Joaquín y a Santa Ana, padres de Nuestra Santísima Madre, la Bienaventurada Virgen María. De acuerdo con Pseudo-Epifanio, Joaquín significa “preparación del Señor” y Ana significa “gracia”. Nuestro Señor Jesucristo desciende, por vía materna, de esta santa pareja que hoy celebramos. En este día, de san Joaquín y santa Ana, la palabra de la lectura resuena con fuerza. Ellos, humildes y silenciosos, como el trigo que crece sin hacer ruido, cooperaron con Dios en su plan de salvación. El Reino se gesta en lo oculto, en la fidelidad de los pequeños.
El pasaje evangélico de hoy también forma parte del discurso parabólico de Jesús. La parábola de la cizaña forma una unidad literaria con la parábola del sembrador, y también es explicada por Nuestro Señor Jesucristo más adelante, en Mateo 13,36-43, después de la parábola de la levadura.
En esta unidad evangélica y literaria, Jesús es el sembrador; la buena semilla es la Palabra; el trigo son todas las personas que acogen la palabra y dan buenos frutos; y el campo es la humanidad. El enemigo es el demonio, quien planta la cizaña entre las personas que están adormitadas espiritualmente.
El Señor esperará con paciencia el día de la cosecha, el día del juicio, en que enviará a los ángeles del cielo a separar la cizaña del trigo y arrojarla al fuego eterno, mientras que el trigo irá a sus graneros, a la vida eterna.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Déjenlos crecer juntos hasta la cosecha y, cuando llegue la cosecha». Esta frase contiene una pedagogía divina de la paciencia, del discernimiento y del tiempo. Vivimos en un mundo herido, donde el bien y el mal se entrelazan como raíces invisibles. Queremos justicia inmediata, pureza perfecta, eliminación rápida del mal. Pero el Reino no opera con bisturí de hierro, sino con la paciencia de Dios.
El sembrador no arranca la cizaña por temor a dañar el trigo. Esta es la pedagogía del Corazón de Cristo, que no quiere perder a ninguno. El Evangelio nos invita a ver con otros ojos: no como jueces del mundo, sino como custodios del crecimiento del bien. En nuestras familias, comunidades y en nuestro corazón también hay trigo y cizaña. El Espíritu Santo es quien discierne, quien purifica, quien hace madurar.
Esta parábola se une a otros textos como 2Pe 3,9: «El Señor es paciente con ustedes, no quiere que ninguno perezca». O en Mt 5,45: «Él hace salir su sol sobre malos y buenos». La misericordia no es debilidad: es sabiduría que espera el tiempo de la cosecha. ¡Cuánta necesidad de paciencia en la Iglesia, en los procesos, en los caminos de conversión!
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Señor, Dios de nuestros padres, que concediste a los santos Joaquín y Ana la gracia de que naciera de ellos la Madre de tu Hijo encarnado, concédenos, por la plegaria de ambos, la salvación prometida a tu pueblo.
Amado Jesús: no permitas que nos sintamos superiores a ninguna persona; más bien, amado Señor, otórganos la humildad con el fin de llevar tu palabra, hecha acción, por donde vayamos.
Espíritu Santo: concédenos la paciencia y la confianza en tu acción divina para actuar siempre con bondad ante el mal que está presente en el mundo.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de disfrutar del gozo eterno; en especial a aquellos que más necesitan de tu misericordia.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Cierra los ojos y contempla al Sembrador. No va con prisa. No arranca. No maldice. Observa con amor el campo, incluso si está mezclado de sombras y espigas. Es Jesús, paciente y sabio. Él espera. Él confía.
También en tu vida hay mezcla: día y noche, generosidad y tibieza, lágrimas y fe. No te desesperes. El Señor está obrando. En lo oculto de tu historia crece el Reino. Ten confianza.
Propongo lo siguiente: no juzgar precipitadamente a nadie; cada persona está en camino. Identificar en uno mismo una actitud de «cizaña» y pedir al Señor la gracia de transformarla. Y rezar, como intercesores del Sembrador, por quienes consideramos alejados.
Contempla a san Joaquín y santa Ana: su labor fue silenciosa, pero dio como fruto a María, la llena de gracia. Así es el Reino: germina en lo oculto, madura en el silencio, florece en la eternidad.
Contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un texto del Beato Columba Marmion:
«Existe un celo excesivo, siempre tenso, inquieto, atormentado, agitado. Nada es suficientemente perfecto para las almas poseídas con este ardor… San Benito previene al abad de cuidarse de ese celo intempestivo. “Que no sea desordenado, ni inquieto, ni impaciente, ni obstinado, ni celoso, ni demasiado desconfiado, de lo contrario no tendrá nunca reposo”; “En las correcciones mismas, que actúe con prudencia, sin cometer excesos, con el temor que al querer demasiado sacar la herrumbre del recipiente y hacerlo relucir, este se rompa…” (cf. Regla de San Benito) ¿Por qué ese celo puede ser “amargo”? Porque es impaciente, indiscreto, carece de unción.
De este celo habla Nuestro Señor en la parábola del Sembrador. Cuando los servidores piden al dueño del campo ir a sacar la cizaña sembrada por el enemigo, no pensaban que arriesgaban también arrancar la buena semilla (cf. Mt 13,28). Es ese celo intempestivo que llenaba a los discípulos de indignación y los hacía invocar el fuego del cielo sobre la ciudad de Samaria, para castigarla por no haber recibido a su divino Maestro (cf. Lc 9,54). ¿Qué responde Cristo a este exceso por el que se dejan llevar? “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” (Mt 19,10)».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.
Oración final
Gracias Señor Jesús porque tu Palabra nos conduce por caminos de paz, amor y santidad.
Espíritu Santo ilumínanos para que la Palabra se convierta en acción. Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.