SAN PÍO DE PIETRELCINA, PRESBÍTERO
«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica» Lc 8,21.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 8,19-21
En aquel tiempo, la madre y los hermanos de Jesús fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. Entonces le avisaron: «Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte». Él les contestó: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«El Padre Pío de Pietrelcina, al igual que el apóstol Pablo, puso en la cumbre de su vida y de su apostolado la Cruz de su Señor como su fuerza, su sabiduría y su gloria. Inflamado de amor hacia Jesucristo, se conformó a Él por medio de la inmolación de sí mismo por la salvación del mundo. En el seguimiento y la imitación de Cristo Crucificado fue tan generoso y perfecto que hubiera podido decir “con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,19). Derramó sin parar los tesoros de la gracia que Dios le había concedido con especial generosidad a través de su ministerio, sirviendo a los hombres y mujeres que se acercaban a él, cada vez más numerosos, y engendrando una inmensa multitud de hijos e hijas espirituales» (Biografía de San Pío de Pietrelcina página web del Vaticano).
Hoy celebramos a San Pío de Pietrelcina, sacerdote franciscano, que en 1918 recibió la gracia de la transverberación del corazón y los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo que llevó en su cuerpo de manera visible durante cincuenta años.
Francesco Forgione nació en Pietrelcina, en la región italiana de Benevento, el 25 de mayo de 1887. Ingresó a la orden los Hermanos Menores Capuchinos el 6 de enero de 1903; fue ordenado sacerdote en la catedral de Benevento el 10 de agosto de 1910. El 28 de julio de 1916 pasó a San Giovanni Rotondo, en Apulia, sirviendo al pueblo de Dios con oración y humildad mediante la dirección espiritual de los fieles, la reconciliación de los penitentes y el cuidad esmerado a los enfermos y a los pobres.
Dios lo dotó de muchos dones, como el discernimiento extraordinario que le permitió leer los corazones y las conciencias. Por ello muchos fieles acudían a confesarse con él. Murió el 23 de setiembre de 1968; fue beatificado y canonizado por San Juan Pablo II en 1999 y 2002, respectivamente.
El pasaje evangélico de hoy se ubica después del texto denominado la luz de la lámpara, en el que Jesús señala que la luz del evangelio y de la fe que se ha recibido debe ser comunicada y compartida.
La lectura de hoy trata sobre el nuevo parentesco de Jesús. La nueva familia de Jesús escucha la palabra y la cumple; es una familiaridad por encima de los vínculos de la sangre. Las palabras de Jesús no menosprecian el amor de su madre y de su familia, sino que lo elevan al nivel del mandamiento del amor de Dios, al amor universal. Esto ocurre en un ambiente social en el que la tradición familiar no tenía una apertura amplia a la formación de comunidades. Por eso, cuando la familia intenta apropiarse de Jesús, Él reacciona y amplía la familia a un nivel celestial.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
El Señor no desautoriza el vientre que lo llevó; revela el secreto de ese vientre: María es Madre porque antes fue oyente, discípula, obediencia hecha carne (cf. Lc 1,38; 11,27-28). «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica». El Evangelio legitima lazos, pero los subordina a la Alianza. Como en Mt 12,46-50 y Mc 3,31-35, Jesús pronuncia un veredicto de libertad: ninguna carne puede poseer al Verbo; solo la docilidad de la fe lo hospeda.
La Palabra no quiere espectadores, sino personas que respondan. «Bienaventurados los que oyen la Palabra de Dios y la guardan» (Lc 11,28). Guardarla es como el arca que protege el maná (cf. Ex 16,32-34): custodiarla para que alimente el hoy. Santiago nos previene: «Pongan por obra lo que dice la Palabra y no se conformen con oírla, pues se engañarían a sí mismos» (St 1,22). Y Jesús mismo lo figura en el Sermón de la Montaña: la casa sobre roca es la del que oye y practica (cf. Mt 7,24-27).
Aquí nace una eclesiología doméstica: la Iglesia es familia de oyentes que construyen. No nos unifica la simpatía, sino el “sí” obediente. María es el ícono: no monopoliza a Jesús, lo ofrece. La carne sin obediencia se vuelve cáscara; la obediencia sin carne se evapora. El cristiano es carne obediente, verbo encarnado de la Palabra que recibe. En un tiempo de identidades precarias, Jesús nos entrega la identidad que no caduca: pertenecer a Dios por la escucha que se vuelve praxis, perdón ofrecido (cf. Col 3,13), misericordia derramada (cf. Lc 6,36), justicia buscada (cf. Mt 6,33). La biografía cristiana se escribe con oído y manos: oído abierto al Verbo, manos abiertas al hermano.
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Dios todopoderoso y eterno, que concediste a san Pío, presbítero, la gracia singular de participar en la cruz de tu Hijo, y por su ministerio renovaste las maravillas de tu misericordia, concédenos, por su intercesión, que, compartiendo los sufrimientos de Cristo, lleguemos felizmente a la gloria de su resurrección.
Padre eterno, te suplicamos perdones a los pecadores sus delitos y admite en tu reino a todos los difuntos de todo tiempo y lugar para que puedan contemplar tu rostro. Protege Señor a las almas de los agonizantes en el tránsito a la vida eterna en tu reino.
¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Silencio: deja que la frase de Jesús repose como semilla: «Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica». Respírala. Repite lentamente: «Habla, Señor, tu siervo escucha» (1 S 3,9). Mira a María—la oyente—y consiente ser moldeado por su docilidad. Deja que la Palabra descienda del oído al corazón y, del corazón, a los gestos.
Te propongo lo siguiente: Escucha: 10 minutos diarios de Evangelio (lectura lenta de Lc 8) y una pregunta: ¿qué me pides hoy? Y escríbelo. Memoriza un versículo (Lc 8,21) y repítelo cuando te asalten prisas o tentaciones. Cumplimiento: elige una obra de misericordia semanal (llamada al enfermo, visita, gesto de reconciliación). Discernimiento: antes de decidir, pregunta: ¿esto armoniza con la Palabra? (cf. Rm 12,2). Eucaristía: participa, si puedes, en una misa entre semana; y ofrece tu «hágase» junto con el pan.
Permanece un instante en pura mirada: Cristo, Palabra viva, te reconoce como suyo cuando tu vida responde. La obediencia no encoge: dilata el corazón hasta los límites de Dios. Vuelve a la jornada como quien lleva en el pecho una pertenencia: no un título, sino un latido. Y deja que tu agenda se vuelva evangelio escrito con actos de caridad.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Pío de Pietrelcina:
«Mediante asiduos golpes de cincel saludable y cuidadoso despojo, el divino Artífice busca preparar piedras para construir un edificio eterno, como nuestra madre, la santa Iglesia Católica, llena de ternura, canta en el himno del oficio de la dedicación de una iglesia. Y así es en verdad.
Toda alma destinada a la gloria eterna puede ser considerada una piedra constituida para levantar un edificio eterno. Al constructor que busca erigir una edificación le conviene ante todo pulir lo mejor posible las piedras que va a utilizar en la construcción. Lo consigue con el martillo y el cincel. Del mismo modo el Padre celeste actúa con las almas elegidas que, desde toda la eternidad, con suma sabiduría y providencia, han sido destinadas para la construcción de un edificio eterno. El alma, si quiere reinar con Cristo en la gloria eterna, ha de ser pulida con golpes de martillo y cincel, que el Artífice divino usa para preparar las piedras, es decir, las almas elegidas. ¿Cuáles son estos golpes de martillo y cincel? Hermanos míos: las oscuridades, los miedos, las tentaciones, las tristezas del espíritu y los miedos espirituales, que tienen un cierto olor a enfermedad, y las molestias del cuerpo.
Dad gracias a la infinita piedad del Padre eterno que, de esta manera, conduce vuestra alma a la salvación. ¿Por qué no gloriarse de estas circunstancias benévolas del mejor de todos los padres? Abrid el corazón al médico celeste de las almas y, llenos de confianza, entregaos a sus santísimos brazos: como a los elegidos, os conduce a seguir de cerca a Jesús en el monte Calvario. Con alegría y emoción observo cómo actúa la gracia en vosotros…
Si este benevolentísimo Esposo de vuestra alma se oculta, lo hace no porque quiera vengarse de vuestra maldad, tal como pensáis, sino porque pone a prueba todavía más vuestra fidelidad y constancia y, además, os cura de algunas enfermedades que no son consideradas tales por los ojos carnales, es decir, aquellas enfermedades y culpas de las que ni siquiera el justo está inmune. En efecto, dice la Escritura: “Siete veces cae el justo”.
Creedme que, si no os viera tan afligidos, me alegraría menos, porque entendería que el Señor os quiere dar menos piedras preciosas… Expulsad, como tentaciones, las dudas que os asaltan… Expulsad también las dudas que afectan a vuestra forma de vida, es decir, que no escucháis los llamamientos divinos y que os resistís a las dulces invitaciones del Esposo. Todas esas cosas no proceden del buen espíritu sino del malo. Se trata de diabólicas artes que intentan apartaros de la perfección o, al menos, entorpecer el camino hacia ella. ¡No abatáis el ánimo!
Cuando Jesús se manifieste, dadle gracias; si se oculta, dadle gracias: todas las cosas son delicadezas de su amor. Os deseo que entreguéis el espíritu con Jesús en la cruz: “Todo está cumplido”».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.