SANTA TERESA DE ÁVILA, VIRGEN Y DOCTORA DE LA IGLESIA
«El amor nunca se alegra de la injusticia, y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca terminará…» 1 Co 13,6-8.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según San Lucas 11,42-46
En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de ustedes, fariseos, que pagan el diezmo de la menta, de la ruda y de toda clase de legumbres, mientras pasan por alto el derecho y el amor de Dios! Esto habría que practicar sin descuidar aquello. ¡Ay de ustedes, fariseos, porque les gusta ocupar los primeros asientos en las sinagogas y ser saludados en las plazas! ¡Ay de ustedes, que son como tumbas no señaladas que la gente pisa sin saberlo!». Un maestro de la Ley intervino y le dijo: «Maestro, diciendo eso nos ofendes también a nosotros». Jesús replicó: «¡Ay de ustedes también, maestros de la Ley, que imponen a la gente cargas insoportables, mientras que ustedes no las tocan ni con un dedo!».
Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.
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«Queridos hermanos y hermanas, santa Teresa de Jesús es verdadera maestra de vida cristiana para los fieles de todos los tiempos. En nuestra sociedad, a menudo carente de valores espirituales, santa Teresa nos enseña a ser testigos incansables de Dios, de su presencia y de su acción; nos enseña a sentir realmente esta sed de Dios que existe en lo más hondo de nuestro corazón, este deseo de ver a Dios, de buscar a Dios, de estar en diálogo con él y de ser sus amigos. Esta es la amistad que todos necesitamos y que debemos buscar de nuevo, día tras día. Que el ejemplo de esta santa, profundamente contemplativa y eficazmente activa, nos impulse también a nosotros a dedicar cada día el tiempo adecuado a la oración, a esta apertura hacia Dios, a este camino para buscar a Dios, para verlo, para encontrar su amistad y así la verdadera vida; porque realmente muchos de nosotros deberían decir: “no vivo, no vivo realmente, porque no vivo la esencia de mi vida”. Por esto, el tiempo de la oración no es tiempo perdido; es tiempo en el que se abre el camino de la vida, se abre el camino para aprender de Dios un amor ardiente a él, a su Iglesia, y una caridad concreta para con nuestros hermanos» (Benedicto XVI).
Hoy celebramos a Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, madre y maestra de las comunidades contemplativas. Nació en 1515 en Ávila. Desde niña sintió una mística exaltación y, a los 12 años, luego de la muerte de su madre, estaba convencida de su vocación religiosa. A los 19 años hizo su profesión en el convento de la Encarnación de Ávila.
En 1560 reformó la orden carmelita y, con San Juan de la Cruz, fundó los Carmelitas descalzos. Escribió su vida, además de “Camino de perfección” y “El castillo interior”. Murió en 1582; fue canonizada en 1622 por Gregorio XV. En 1970, el papa Pulo VI le reconoció el título de doctora de la Iglesia.
En sus obras, Teresa resalta la presencia y la acción amorosa y misericordiosa de Dios en su vida. Destaca que las virtudes evangélicas de la pobreza, la humildad, la caridad y la oración son la base de sus enseñanzas.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?
«Ustedes ya están limpios por la palabra que les he anunciado. Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí» Jn 15,3-4.
Jesús no condena el diezmo; reprocha que, cuidando lo pequeño, se abandone «el derecho y el amor de Dios» (Lc 11,42). Es el drama de un corazón pulcro por fuera y árido por dentro. El Señor desenmascara el deseo de aplauso («primeros asientos», Lc 11,43) y la gravedad de escandalizar como «tumbas no señaladas» (Lc 11,44): vidas que contagian muerte moral aun luciendo devoción. A los legistas les revela otra trampa espiritual: imponer cargas que uno no toca ni con un dedo (Lc 11,46).
Aquí resuena el gran discurso de los “ayes” en Mt 23,23-28 y la enseñanza de Mc 7,6-13 sobre la prioridad del corazón. También el fariseo de Lc 18,9-14 que reza con méritos, y el publicano, con verdad, y vuelve justificado. San Pablo recuerda: sin amor, toda obra es ruido (1 Co 13,1-3); y Romanos nos urge al “culto espiritual” que transforma la mente (Rm 12,1-2).
El Evangelio me pregunta: ¿mi piedad produce justicia concreta? ¿Mi ortodoxia desemboca en misericordia? ¿Busco ser visto o que el Padre sea glorificado (Mt 5,16)? La Iglesia no necesita vitrinas, sino testigos que, «dando limosna de lo de dentro» (cf. Lc 11,41), derramen el perfume de Cristo (2 Co 2,15). He aquí la sabiduría: amar a Dios con todo y al prójimo en obras (Lc 10,27; Sant 2,14-17).
¡Jesús, María y José nos aman!
- Oración
Oh, Dios, que por tu Espíritu has suscitado a Santa Teresa de Jesús, para mostrar a la Iglesia el camino de la perfección, concédenos alimentarnos siempre de su celestial doctrina y enciende en nosotros el deseo de la verdadera santidad.
Espíritu Santo, nuestro corazón está dispuesto a seguir a Nuestro Señor Jesucristo, concédenos la belleza de la transparencia y la gracia de vivir, cada momento de nuestra existencia, amándolo de corazón.
Amado Jesús, misericordioso Salvador, muestra tu amor a los agonizantes para que puedan contemplar tu salvación y ten piedad de todos los difuntos de todo tiempo y lugar acogiéndolos en tu morada celestial.
Madre Santísima, elegida desde siempre para ser santa e irreprochable ante el Señor por el amor, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Silencio el ruido y contemplo a Jesús pronunciando «¡ay de ustedes!» no como condena, sino como cirugía de amor. Me quedo bajo su mirada que atraviesa y consuela. Le entrego mis pulcritudes sin entrañas, mis gestos sin corazón. Permanezco en su presencia y dejo que su misericordia me rehaga.
Propongo lo siguiente: Hoy, ante el Sagrario o en casa, haré diez minutos de examen preguntando: ¿en qué gesto religioso busqué aprobación? ¿A quién cargué con mi perfeccionismo? (Sal 139,23-24). Si descubro hipocresías, buscaré la Confesión esta semana (Jn 20,22-23). Elegiré un acto verificable de amor: saldar una deuda moral, pedir perdón, defender a un ignorado en mi entorno (Mi 6,8). Limosna interior: «daré de lo de dentro» (Lc 11,41): tiempo de calidad a un familiar; escucha al que calla; una ayuda material que me cueste (Mt 6,3-4). Humildad visible: renunciaré a “la primera silla” en una conversación o proyecto; dejaré a otro el reconocimiento (Lc 14,10).
Permanezco en silencio: «Crea en mí, oh, Dios, un corazón puro» (Sal 51,12). Y, al levantarme, quiero oler a Evangelio.
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con texto de Siluan, monje ruso:
«El alma del hombre humilde es como el mar; si se echa una piedra en el mar, por unos instantes se perturba la superficie de las aguas, después se hunde en las profundidades. Así es como se engullen las penas en el corazón del hombre humilde porque la fuerza del Señor está con él.
¿Dónde habitas, alma humilde? ¿Quién vive en ti? ¿A qué te puedo comparar? Resplandeces clara como el sol, pero al enardecerte no te consumes (Ex 3,2), con tu ardor enardeces a todos los hombres. Tuya es la tierra de los humildes, según la palabra del Señor (Mt 5,4). Eres semejante a un jardín lleno de flores en el fondo del cual hay una casa magnífica en la que el Señor permanece a su placer.
El cielo y la tierra te aman. Te aman los santos apóstoles, los profetas, los santos y los bienaventurados. Te aman los ángeles, los serafines y los querubines. Te ama, por tu humildad, la purísima Madre del Señor. El Señor te ama y en ti se regocija».
¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.