LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXX DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«¿Es lícito curar los sábados, o no?» Lc 14,3.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según San Lucas 14,1-6

En sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer y ellos lo estaban observando. Había allí, delante de él, un hombre enfermo de hidropesía, y tomando la palabra, dijo a los maestros de la ley y a los fariseos: «¿Es lícito curar los sábados, o no?». Ellos se quedaron callados. Jesús, tocando al enfermo, lo curó y lo despidió. Y a ellos les dijo: «¿A quién de ustedes se le cae al pozo el asno o el buey y no lo saca enseguida en día de sábado?». Y no pudieron replicar a esto.

Palabra del Señor. Gloria a ti Señor Jesús.

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«El Señor nos quiere grandes, nos quiere semejantes a Él. Quiere que seamos perfectos a la manera de Dios, a saber: perfectos en el amor, perfectos en la caridad, perfectos en el desprendimiento, que es la única modalidad de grandeza según el espíritu» (Maurice Zundel).

El relato sucede “un sábado” en casa de un fariseo principal (Lc 14,1). Estamos, pues, en un entorno de élite religiosa, donde se custodia la observancia de la Ley y su casuística. La mesa —lugar de comunión y honor— se vuelve aula y tribunal: «lo estaban observando». La sinagoga y la casa eran espacios decisivos para la vida judía del siglo I: allí se formaba la conciencia del pueblo, se discernía la pureza ritual, se definía lo lícito y lo ilícito. Mientras tanto, Roma domina políticamente, pero el fariseísmo, el sacerdocio y los escribas guardan la identidad religiosa.

Irrumpe un hombre con hidropesía: su cuerpo hinchado de agua es metáfora visible de lo que la Ley no puede sanar por sí sola (cf. Rm 8,3). Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), no evita la tensión: pregunta antes de actuar. En el trasfondo laten controversias sabáticas (cf. Lc 6,6-11; 13,10-17): «¿Es lícito curar los sábados?» La Mishná conocía excepciones por peligro de muerte; Jesús va más hondo: el sábado es para la vida (cf. Mc 2,27). Su argumento de rescatar al hijo o al buey caído en un pozo apela a la razón moral inscrita en la creación (cf. Dt 22,4). Así, en el pulso entre norma y Misericordia, Cristo revela el corazón del Padre: la Ley alcanza su plenitud cuando sirve al amor (cf. Rm 13,10). Nadie responde; el silencio de los expertos deja espacio a la mano que cura.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite a través de su Palabra?

Jesús pregunta: «¿Es lícito curar los sábados?» (Lc 14,3). La pregunta es bisturí: corta la costra de la costumbre y expone el nervio de la conciencia. Al tomar y curar al hombre hidrópico, el Señor muestra que la verdadera santidad no se mide por abstenciones, sino por visitaciones: Dios que se acerca, toca y levanta. Resuena aquí su máxima: «Misericordia quiero y no sacrificios» (Mt 9,13; Os 6,6).

El ejemplo del hijo o el buey caído (Lc 14,5) no rebaja la Ley: la purifica. Jesús hace lo mismo en Lc 13,15 con la asna desatada, y en Mc 3,4 declara: «¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o matar?». La misericordia no es “rebaja ética”; es la forma suprema de la justicia de Dios (cf. Rm 3,26). San Pablo lo dirá con vértigo: «El amor es la plenitud de la Ley» (Rm 13,10).

La hidropesía es signo interior: corazones hinchados por el egocentrismo, la codicia, la vanidad (cf. 1Tim 6,9-10). San Gregorio Magno veía en esa hinchazón la sed que nunca se sacia. ¿No somos así cuando nos encierra la autoimportancia, incluso en lo religioso? Jesús cura al hombre y, a la vez, deshincha el culto de su orgullo. Benedicto XVI recordaba que la verdad no se impone sino por la atracción del amor: aquí, el sábado florece cuando se convierte en ocasión de hacer el bien. Preguntémonos: ¿uso la Ley para defenderme de los demás, o para servirlos mejor? ¿Mi piedad acerca al herido o lo aplaza?

¡Jesús, María y José nos aman!

  1. Oración

Señor Jesús, Maestro de las preguntas que salvan, entra en la casa de mi corazón, donde tantas veces te observo más que te escucho. Desinfla mi soberbia, cura mi hidropesía de honores, mi sed de aparentar. Dame tu sabiduría para discernir el bien posible hoy, aunque sea sábado en mis agendas. Tócame con tu mano que levanta; que mis normas aprendan a arrodillarse ante la persona.

Espíritu Santo, agua viva, circula por mis sequedades; hazme dócil para responder al grito del que cayó en el pozo. Padre de las misericordias, enséñame a gustar el descanso que nace de hacer el bien.

Madre Santísima, Arca de la Nueva Alianza, enséñame tu prontitud: «Hagan lo que Él les diga» (Jn 2,5)

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Mira a Jesús de pie entre los sabios y el enfermo. Todo se detiene: la pregunta de Cristo te busca. Quédate en silencio bajo esa mirada que no humilla, sino libera. Repite despacio: “¿Es lícito curar… hoy?”. Deja que esa palabra atraviese tus pretextos. Contempla su mano extendida y, en ella, la Pascua: la Ley cumplida en el Amor.

Te propongo lo siguiente: El prójimo primero: esta semana, ante cualquier dilema entre “regla personal” y “necesidad real” del hermano, elige ayudar (Lc 10,36-37). Triduo de misericordia: tres gestos ocultos (uno por día) en favor de quien no puede retribuir (Lc 14,13-14). Sábado del corazón: destina un tiempo fijo a visitar a un enfermo o anciano; que tu descanso sea descanso para otro (Is 58,6-7). Haz un examen de hinchazones: nombra tus “hidropesías” (aplausos, likes, consumo); presenta cada una al Señor y decide un ayuno concreto (Mt 6,1-4).

Vuelve al texto y ora con un solo ruego: “Dame la mano, Señor.” Cuando su mano te toca, el sábado se vuelve fiesta y la casa, hospital. Entonces comprenderás: no hay día inoportuno para el Amor.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con una homilía de San Gregorio Magno:

«El hidrópico representa a quienes, cuanto más beben los placeres del mundo, más sed tienen; porque la saciedad de lo terreno no apaga la concupiscencia, sino que la hincha. Viene el Señor y, aun siendo sábado, lo toca y lo cura, para mostrar que la caridad no conoce impedimento de tiempos. Si por un buey que cae en un pozo corremos sin demora, ¿cuánto más por un hombre caído en el abismo de sus pasiones? Guardar el sábado es reposar de las obras malas; y la obra de la caridad no quebranta el descanso, sino que lo cumple. Porque el verdadero descanso es que el corazón cese de la malicia y se ejercite en el bien. Por eso, el que se indigna contra la misericordia desconoce el sentido de la Ley, pues ésta fue dada para que nos amemos, no para que nos endurezcamos. Aprendamos, hermanos, a temer la hinchazón del deseo y a pedir la mano del Médico; estrechémonos al Señor que nos toca, para que descienda el orgullo hinchado y suba la humilde salud».

¡El amor todo lo puede! Amemos, que el amor glorifica a Dios.

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