SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA – CICLO C

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: “Este acoge a los pecadores y come con ellos”. Jesús les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde”. El padre les repartió los bienes. Pocos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, partió a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces a servir a casa de un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; pero nadie le daba de comer.

Entonces recapacitó y se dijo: “¡Cuántos trabajadores, en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre! Ahora mismo me pondré en camino e iré a la casa de mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como uno de tus trabajadores”. Y se puso en camino hacia donde estaba su padre.

Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió y corrió a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. El hijo empezó a decirle: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”. Pero el padre dijo a sus criados: “Saquen enseguida el mejor traje y vístanlo; póngale un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y mátenlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido, y ha sido encontrado”. Y empezaron el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver, se acercaba a la casa, oyó la música y el baile y, llamando a uno de los mozos, le preguntó que pasaba. Este le contestó: “Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado sano y salvo”. Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba convencerlo. Y él replicó a su padre: “Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con prostitutas, haces matar para él el ternero cebado”.

El padre le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y lo hemos encontrado”.

Palabra del Señor.

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El evangelio de San Lucas tiene un atributo especial: muestra la misericordia de Dios Padre y de Jesús en una dimensión inconmensurable. Al comienzo del capítulo 17 se encuentran las parábolas de la oveja perdida y de la moneda perdida, como hermosos preámbulos de la parábola del hijo pródigo.

Así como el evangelio de ayer sintetiza la historia de la salvación (en Mateo, capítulo 21, versículos 33 al 43 y 45 al 46), en la parábola del hijo pródigo se sintetiza la historia del pecado, la cual se inicia cuando el hijo abandona la casa del padre y despilfarra todo su patrimonio.

La necesidad lo lleva a cuidar cerdos e, irónicamente, a contrastar su vida actual con el esplendor de la casa de su padre, viviendo dramáticamente las consecuencias de su pecado. En medio de su ruina espiritual y material, confiesa su pecado y decide regresar a pedir perdón a su padre, convencido de que no merece ser llamado hijo suyo, y desea ser un obrero de la viña.

El regreso del hijo arrepentido, con el padre corriendo para abrazarlo y darle la bienvenida, es la representación de la gracia total y absoluta, del amor incondicional del padre, que no permite que el desamor del otro hijo, hacia su hermano, obstaculice la fiesta del perdón.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la parábola del hijo pródigo, la misericordia de Dios Padre llega, a través de Jesús, a su máxima expresión.

Jesús nos revela la misericordia de Dios Padre transformada en acogida, ternura y alegría; así mismo, nos señala el camino para volver a Él, que consiste fundamentalmente en tres pasos: primero, ser conscientes de nuestro pecado y de sus consecuencias espirituales y materiales; segundo, desear de todo corazón regresar a Dios; y tercero, tomar la decisión firme de volver a la casa de Dios y pedir perdón.

Con estas reflexiones, nos hacemos algunas preguntas:

  • ¿Realizamos, al final de cada día, un balance de nuestras acciones a la luz de la Palabra?
  • ¿Acudimos periódicamente y con humildad al sacramento de la confesión?

Que las respuestas a estas interrogantes nos ayuden a acercarnos más a Dios.

 

  1. Oración

Como en el Salmo 129, repitamos juntos: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto”.

“Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto”.

Señor, confiados en tu misericordia, acudimos a ti para reconciliarnos con tu amor y pedirte las gracias de tu Santo Espíritu y, fortalecidos, salgamos victoriosos ante las acechanzas del maligno.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Padre eterno, sabemos que, a pesar de nuestros pecados, tu Santo Espíritu no nos abandona y continuamos siendo tus hijos, a quienes tu gracia divina nos llama continuamente al arrepentimiento, perdón y conversión.

Amado Jesús, sabemos que tú mismo, a través del sacramento de la confesión, nos invitas a celebrar la fiesta del perdón, porque tú mismo dices: “Les digo que … habrá más fiesta en el cielo por un pecador que se arrepienta que por noventa y nueve justos que no necesiten arrepentirse”.

Señor Jesús, nuestro corazón se une a ti en esta Cuaresma, con el pleno deseo de una conversión santa; por ello, hacemos hoy el propósito de acudir periódicamente al sacramento de la confesión y a buscar los consejos de un director espiritual.

Padre eterno, con el gozo que nos inspira tu misericordia y la fuerza de tu Santo Espíritu, te alabamos, bendecimos y glorificamos, porque sólo tú eres santo, amado Padre.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición.

Amén.