MARTES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA DE RESURRECCIÓN – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA DE RESURRECCIÓN – CICLO C

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. Que no tiemble su corazón ni se acobarde. Me han oído decir: “Me voy y volveré a ustedes”. Si me amaran, se alegrarían de que volviera junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto, antes de que suceda, para que cuando suceda crean. Ya no hablaré mucho con ustedes, porque se acerca el Príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y obro como Él me ha ordenado».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico del día de hoy es la continuación del texto de ayer, en el que Jesús formuló la hermosa promesa: «El que me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él».

En la lectura de hoy, cercana ya su pasión, crucifixión, muerte y resurrección, Jesús comienza a despedirse y les ofrece a sus discípulos el don de la Paz que sólo Él, como enviado de Dios Padre, puede darles. Jesús desea que sus discípulos no se turben, ni se acobarden por los hechos que se avecinan, así como por su inminente ascensión al cielo.

La Paz que Jesús les comunica es fruto del amor y de la reconciliación, que impide las perturbaciones aún en los momentos más difíciles; es aquella que en el Antiguo Testamento se llamaba Shalôm.

Cuando Jesús se refiere al príncipe de este mundo, se refiere al tentador, al enemigo del amor, y aclara que este no tiene poder sobre Él, sino que Él ama al Padre y hace lo que el Padre le ha ordenado.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La Paz es un don que Dios otorga a quienes se acercan a Él buscando su amor y misericordia; es también un don que otorga a quienes le siguen, le aman y cumplen sus mandamientos.

No es la paz que promueve el mundo, sustentada en el placer, el poder, el exitismo, la riqueza material; sino, es la alegría que produce el sentir íntimamente la sonrisa de Dios en nuestros corazones. Cuando Jesús, con su paz, entra en nuestros corazones, disipa todas las tinieblas y cualquier inquietud espiritual.

Hermanos, con el firme deseo de obtener el don de la Paz de Nuestro Señor Jesucristo, respondamos lo siguiente: ¿Cómo buscamos la Paz del Señor? ¿Cómo podemos caracterizar nuestra obediencia a Dios Padre y nuestro seguimiento a Jesús?

Hermanos, que las respuestas a estas preguntas nos permitan, con la fuerza del Espíritu Santo, ser instrumentos de la paz del Señor.

Jesús nos ama.

  1. Oración

Padre eterno, tú que enviaste a tu hijo amado, Nuestro Señor Jesucristo, inúndanos con tu Espíritu Santo para que seamos instrumentos de tu paz, glorificando tu Santo Nombre.

Santísima Trinidad concede tu Paz al mundo entero, a los creyentes y no creyentes para que todos vuelvan sus corazones a tu amor.

Madre Santísima, Reyna de la Paz, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos la Paz y el amor de la Santísima Trinidad con la Oración de la Paz de San Francisco de Asís:

«¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz!

Que allí donde haya odio, ponga yo amor; donde haya ofensa, ponga yo perdón; donde haya discordia, ponga yo unión; donde haya error, ponga yo verdad; donde haya duda, ponga yo fe; donde haya desesperación, ponga yo esperanza; donde haya tinieblas, ponga yo luz; donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no me empeñe tanto en ser consolado como en consolar; en ser comprendido, como en comprender; en ser amado, como en amar.

Porque dando es como se recibe; olvidando, es como se encuentra; perdonando, es como se es perdonado; muriendo, es como se resucita a la vida eterna».

Hermanos, invoquemos diariamente al Espíritu Santo para que llevemos la Paz del Señor a nuestros hermanos más necesitados a través de obras de misericordia, en el dulce y Santísimo Nombre de Jesús.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.