LECTIO DIVINA DE LA SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
“Entonces tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente.” (Lc 9, 16)
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.
Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.
Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 9, 11-17
En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar a la multitud del reino de Dios y curó a los que lo necesitaban. Caía la tarde, y los Doce se le acercaron a decirle: «Despide a la gente; que se vayan a los pueblos y a los caseríos de alrededores a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado». Él les contestó: «Denles ustedes de comer». Ellos replicaron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar de comer para toda esta gente». Porque eran unos cinco mil hombres. Jesús dijo a sus discípulos: «Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta». Lo hicieron así, y todos se sentaron. Él, tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición sobre ellos, los partió y se los dio a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas.
Palabra del Señor.
———–
El día de hoy celebramos la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y la preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, el Corpus Christi.
El pasaje evangélico del día de hoy va más allá del solo hecho de la multiplicación de los panes y de los peces; el mensaje transita por el gesto amoroso y solidario de Jesús de curar a los enfermos y de compartir el pan y los peces con una multitud, que representa a toda la humanidad.
El mensaje de hoy se convierte en una hermosa prefiguración de la Santa Eucaristía, que es el alimento que Jesús multiplica para todos, y que nos sacia divinamente y para siempre.
En la Eucaristía, por acción del Espíritu Santo, el pan y el vino se convierten en el Santísimo Cuerpo y la preciosísima Sangre de Cristo.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
Queridos hermanos: cuando acudimos a la Santa Eucaristía, lo que vemos con nuestros ojos en el altar es el pan y el vino; sin embargo, con los ojos de la fe, observamos que el pan es el cuerpo de Cristo y el vino es su preciosísima sangre; esto es lo que se llama un sacramento.
Tal como lo decía San Agustín, un sacramento muestra una realidad, de la que, por obra de la fe, se deduce otra; en este caso, el cuerpo y sangre de Cristo es el fruto espiritual del amor de Dios del cual se alimenta la Iglesia.
Hermanos: el día de hoy, cuando comulguemos, Jesús entrará en nuestros cuerpos y en nuestros corazones, será nuestro invitado especial.
Así como cuando llegan invitados a nuestras casas y los recibimos en ambientes que hemos limpiado y preparado especialmente para la ocasión, y también les convidamos los mejores potajes. Así, recibamos a Jesús en nuestros corazones, que hemos purificado mediante el sacramento de la penitencia, y brindémosle nuestras mejores ofrendas, aquellas que nos inspira amorosamente el Espíritu Santo. No perdamos esta maravillosa ocasión se sentarnos con Jesús en este banquete celestial y de llevarlo con nosotros, en nuestros corazones, a casa, a nuestras comunidades y a todas partes.
Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, conviene preguntarnos: ¿Alimentamos continuamente nuestra vida con el cuerpo de Cristo? ¿Somos conscientes de lo maravillosa que es la Santa Eucaristía? ¿Somos solidarios con las personas más necesitadas material y espiritualmente?
Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a formar parte del Cuerpo de Cristo, alimentándonos continuamente de la Santa Eucaristía y practicando obras de misericordia.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Amado Jesús, Sumo y eterno sacerdote, maravilloso huésped de nuestros corazones, entra en nuestras casas, en nuestras familias, en nuestros trabajos, en la humanidad entera, y danos tu paz y amor.
Amado Jesús, Señor Nuestro Jesucristo, que en el sacramento admirable de la Eucaristía nos dejaste el memorial de tu pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu cuerpo y de tu sangre, para que experimentemos constantemente en nosotros el fruto de tu redención. Tu que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante tu divino Hijo por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: preparémonos para recibir el día el hoy a Jesús en la comunión. Contemplemos el Santísimo cuerpo y sangre de Nuestro Señor Jesucristo con la siguiente oración de Santo Tomás de Aquino:
“Dios todo poderoso y eterno, heme aquí, acercándome al sacramento de vuestro Hijo único, Nuestro Señor Jesucristo. Enfermo como estoy, vengo al médico de quien depende mi vida; sucio, a la fuente de la misericordia; ciego, a la luz de la claridad eterna; pobre y desprovisto de todo, al dueño del cielo y de la tierra.
Imploro, pues, vuestra misericordia, vuestra inagotable bondad, a fin de que te dignes curar mis enfermedades, limpiar mis suciedades, iluminar mi ceguera, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez; para que así pueda yo recibir el Pan de los ángeles, al Rey de reyes, al Señor de señores con toda reverencia y humildad, con toda mi contrición y devoción, con toda la pureza de mi fe, con toda la firmeza de mis propósitos y la rectitud de intención que requiere la salvación de mi alma.
Señor, que reciba yo, no sólo el sacramento del Sacratísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, sino también toda la virtud y gracia del sacramento. ¡Oh Dios lleno de dulzura!, concédeme recibir de tal modo el Cuerpo de vuestro único Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el cuerpo adorable que Él recibió de la Virgen María, y que merezca incorporarme a su Cuerpo místico, y contado entre sus miembros.
¡Oh Padre lleno de amor!, concédeme que, a este Hijo vuestro, muy amado, al que me preparo a recibir, ahora bajo del velo que conviene a mi estado de peregrino, pueda un día contemplarlo cara a cara y por la eternidad, a Él que, siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén”.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.