MIÉRCOLES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños» (Mt 11, 25)

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 25-27

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.

Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Palabra del Señor.

———–

Esta pequeña plegaria que Jesús dirige a Dios Padre, ubicada en el evangelio de San Mateo, se encuentra también en San Lucas, capítulo 21, versículos del 21 al 22.

En el evangelio de San Lucas, Jesús pronuncia jubilosamente esta plegaria de agradecimiento y alabanza después del regreso de los setenta y dos discípulos, quienes expresaban su alegría por los resultados que obtuvieron en la misión que Jesús les encomendó.

Jesús culmina la plegaria presentándose a sí mismo como el Hijo de Dios Padre y en total comunión con Él.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En esta pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y a la misericordia de Dios.

Basta recordar el evangelio de San Lucas, en el capítulo 21, versículos 3 y 4, donde Jesús dice: “Les aseguro que esa pobre viuda ha puesto más que todos. Porque todos ellos han depositado donativos de lo que les sobraba; pero ella en su pobreza, ha puesto cuanto tenía para vivir”.

De la misma manera, la imagen extrema de la humildad queda reflejada en Lucas, capítulo 23, versículos 42 y 43, en el diálogo entre el “buen ladrón”, Dimas, y Jesús: “Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí. Jesús le contestó: Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Cuál es nuestra actitud frente a las personas más humildes, que sufren necesidades materiales y espirituales?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en la misión que cada uno de nosotros tiene inscrita en el corazón.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, amistades, centros de trabajo y estudios, comunidades y por donde vayamos.

Gracias Padre eterno por tu bondad, misericordia y por tus designios maravillosos; danos la gracia de estar entre tus elegidos, entre los “pequeños”.

Espíritu Santo, amor de Dios Padre y de Dios Hijo, fortalece nuestra fe para comprender que en cada corazón que sufre está presente Nuestro Señor Jesucristo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños», dice el Señor.

Contemplemos a nuestro Dios con las “Alabanzas del Dios Altísimo”, los treinta y un “Tú eres” de San Francisco de Asís:

“Tú eres santo, Señor Dios único, que haces maravillas. Tú eres fuerte, tú eres grande, tú eres el altísimo, tú eres el rey omnipotente, tú, Padre Santo, Rey del cielo y de la tierra.

Tú eres trino y uno, Señor, Dios de dioses. Tú eres el bien, todo bien, el sumo bien; Señor Dios vivo y verdadero.

Tú eres el amor, la caridad; tú eres la sabiduría, tú eres la humildad, tú eres la paciencia, tú eres la hermosura, tú eres la mansedumbre; tú eres la seguridad, tú eres el descanso, tú eres el gozo, tú eres nuestra esperanza y alegría; tú eres la justicia, tú eres la templanza, tú eres toda nuestra riqueza hasta la saciedad.

Tú eres la belleza, tú eres la mansedumbre; tú eres el protector, tú eres nuestro custodio y defensor; tú eres la fortaleza, tú eres el refrigerio. Tú eres nuestra esperanza, tú eres nuestra fe, tú eres nuestro amor, tú eres toda nuestra dulzura, tú eres nuestra vida eterna; grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador”.

Hermanos: recemos hoy el Santo Rosario para que, con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente del amor, que es Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.