JUEVES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11, 28)

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga, ligera».

Palabra del Señor.

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El texto evangélico de hoy integra un segmento literario con la pequeña plegaria que Jesús dirigió a Dios Padre y que meditamos ayer.

Recordemos que la hermosa plegaria de ayer, Jesús la inició con la siguiente expresión: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños».

Después de glorificar a Dios Padre, en el evangelio de hoy, Jesús hace un llamado universal para que, cuando nos sintamos cansados y agobiados, lo busquemos.

Además, Jesús insiste en la humildad como virtud esencial para el seguimiento cristiano. Jesús señala que debemos aprender de él, haciendo referencia a su misión evangélica en la que demuestra su amor, mansedumbre y humildad de corazón, hasta el extremo.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Uniendo la lectura de hoy con la pequeña plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirigió a Dios Padre, en el evangelio de ayer, podemos resaltar la virtud de la humildad en una dimensión divina.

El reconocimiento y la plena consciencia del dolor y agobio que muchas veces sufrimos, es el primer paso para fortalecer la virtud de la humildad; este paso es necesario para tomar la firme decisión de acercarnos a Nuestro Señor Jesucristo en busca del alivio divino.

Jesús nos enseña que todas nuestras facultades son dones otorgados desde lo alto del cielo; por lo tanto, el agradecimiento debe brotar de nuestro corazón de manera espontánea y con el convencimiento de que Jesús nos protege y alivia de todo sufrimiento en cualquier circunstancia de nuestras vidas.

Jesús nos invita a acercarnos a su misericordia y, por más cansancio y penurias que tengamos, él no nos rechazará, sino que nos acogerá amorosamente. Es más, Jesús nos invita a imitarlo.

Hermanos: en el mundo hay muchas personas que viven apesadumbrados por las conductas que promueve el enemigo del amor; Jesús no rechaza a nadie. En este sentido y a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Nos acercamos realmente a Jesús cuando nos sentimos cansados y agobiados? ¿Ayudamos a otras personas, que se encuentran apesadumbradas, a acercarse al alivio espiritual de Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a ser plenamente conscientes de que Nuestro Señor Jesucristo no excluye a nadie, que su misericordia, amor y alivio están muy cerca de toda la humanidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, otórganos humildad y mansedumbre para acercarnos a tu alivio divino y a tu misericordia y podamos encontrar el consuelo y alivio que solo tú puedes dar.

Santísima Trinidad, libéranos de las pesadas cargas del mundo y haz que podamos llevar el yugo suave y la carga ligera que nos propone Nuestro Señor Jesucristo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré», dice el Señor.

Contemplemos a nuestro Dios, fuente incesante de agua viva, con la lectura de una parte del salmo 104:

“Den gracias al Señor, invoquen su nombre, den a conocer sus hazañas a los pueblos. Recuerden las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca.

Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac.

Dios hizo a su pueblo muy fecundo, más poderoso que sus enemigos. A estos les cambió el corazón para que odiasen a su pueblo, y usaran malas artes con sus siervos.

Pero envió a Moisés, su siervo, y a Aarón, su escogido, que hicieron contra ellos sus signos, prodigios en la tierra de Cam”.

Hermanos: invoquemos al Espíritu Santo y pidamos la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, para que Dios nos otorgue la humildad y la mansedumbre de Nuestro Señor Jesucristo, para seguir y poner en práctica sus enseñanzas, ayudando siempre a otras personas a acercarse a su alivio divino.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.