LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XVI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
«El resto cayó en tierra fértil y dio fruto: unas, ciento; otras, sesenta; otras treinta. ¡El que tenga oídos que oiga!» (Mt 13, 9)
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.
Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.
Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 1-9
Aquel día, Jesús salió de casa y se sentó a orillas del mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca. Se sentó y la gente se quedó de pie en la orilla. Y les habló muchas cosas en parábolas. Les decía: «Salió el sembrador a sembrar; al sembrar, unas semillas cayeron al borde del camino; vinieron los pájaros y se las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra y como la tierra no era profunda, brotaron enseguida, pero, en cuanto salió el sol, se marchitaron y por falta de raíz se secaron. Otras cayeron entre espinos, que crecieron y las ahogaron. El resto cayó en tierra fértil y dio fruto: unas, ciento; otras, sesenta; otras treinta. ¡El que tenga oídos que oiga!».
Palabra del Señor.
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Recordemos que en el evangelio de San Mateo se identifican cinco grandes discursos de Jesús: el primero es el Sermón de la montaña, ubicado en los capítulos 5, 6 y 7; el segundo trata sobre la misión apostólica, que está en el capítulo 10; el tercer discurso es el de las parábolas, ubicado en el capítulo 13; el cuarto discurso trata sobre los términos del discipulado y de la comunidad, que está en el capítulo 18; y el quinto es el discurso de la llegada futura del reino de Dios, ubicado en los capítulos 24 y 25.
El pasaje evangélico de hoy da inicio al discurso parabólico de Jesús y lo hace con la parábola del sembrador, que se refiere a las diferentes actitudes que tenemos cuando escuchamos la palabra de Dios.
Lo que se siembra en terreno pedregoso, con poca tierra, simboliza al que escucha la Palabra y la acepta enseguida con alegría, pero dura poco porque no cala profundamente y decae con rapidez ante cualquier dificultad. Lo sembrado entre espinas representa al que escucha la palabra, pero que es seducido por las tentaciones del mundo, que ahogan la Palabra y no dejan que de fruto. En cambio, lo que se siembra en tierra fértil personifica al que escucha la Palabra, la comprende, la interioriza, la lleva a la práctica, y la enseña y comparte con los demás.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
En el evangelio de hoy, Jesús, a través de la parábola del sembrador, nos hace saber que no basta con escuchar y aproximarse a su Palabra; nos dice que lo más importante es interiorizar sus enseñanzas sobre el Reino de Dios y llevarlas a la práctica; es decir, dar fruto.
La Palabra es verdaderamente una semilla, una semilla con potenciales brotes de gracias divinas. Nuestro Señor Jesucristo ha venido a sembrarla en nuestros corazones, a raudales, y nos llama a hacerla florecer, a madurar sus frutos y donarlos, para extender el Reino de los cielos en nuestro entorno, en especial, a través de nuestros hermanos que experimentan tribulaciones.
Hermanos: respondamos a la luz de la Palabra: ¿Qué hacemos con la Palabra de Dios que ha sido sembrada en nuestros corazones?
Hermanos, que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a cultivar con esmero la semilla de gracia que ha sido depositada en nosotros, liberando nuestro corazón de las pasiones y afanes mundanos.
¡Jesús nos ama!
- Oración
Amado Jesús: sembrador generoso, gracias por tu Palabra, gracias por tus enseñanzas y ejemplos. Señor: sólo tú tienes palabras de vida eterna.
Amado Jesús, inspira con el Espíritu Santo a toda la Iglesia para que, siendo portadora eficaz de la semilla, que es tu Palabra, la haga florecer, y que sus frutos ayuden a extender el Reino de los cielos a toda la humanidad.
Amado Jesús: concédenos, a través del Espíritu Santo, un sano entendimiento que nos ayude a interiorizar tu Palabra y llevarla a la práctica.
Padre eterno, por tu inmenso amor y misericordia, concede a todos los difuntos de todo tiempo y lugar, la gracia de disfrutar del gozo eterno.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Contemplemos a Dios con la lectura de una parte del salmo 77:
“Escucha pueblo mío, mi enseñanza, presta oído a las palabras de mi boca; voy a abrir mi boca en parábolas, a evocar los misterios del pasado.
Tentaron a Dios en sus corazones, pidiendo una comida a su gusto; hablaron con Dios: “Podrá Dios preparar una mesa en el desierto?”.
Pero dio orden a las altas nubes, abrió las compuertas del cielo; hizo llover sobre ellos maná, les dio un trigo celeste.
Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura. Hizo soplar desde el cielo el levante, y dirigió con su fuerza el viento sur.
Hizo llover carne como una polvareda, y volátiles como arena del mar; los hizo caer en mitad del campamento, alrededor de sus tiendas”.
Queridos hermanos: acerquémonos al buen sembrador, a Nuestro Señor Jesucristo, a través de su palabra. Meditemos sus enseñanzas e, invocando al Espíritu Santo, pidámosle la inspiración para llevarla a la práctica mediante obras de misericordia.
Así mismo, alimentémonos con el pan del cielo en la Santa Eucaristía; no dejemos de alabar y rezar ante el Santísimo Sacramento, pidiendo la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre María.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.