LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
«Tampoco se dejen llamar “maestro”, porque uno solo es su maestro; y ustedes son todos hermanos» (Mt 23, 8)
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.
Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.
Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Mateo 23, 27-32
En aquel tiempo, Jesús habló a la gente diciendo:
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que se parecen a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo ustedes: por fuera parecen justos, pero por dentro están repletos de hipocresía y crímenes.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican sepulcros a los profetas y adornan monumentos de los justos, diciendo: “Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas”!
Con esto atestiguan en contra de ustedes mismos, que son hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Completen pues lo que sus padres comenzaron!».
Palabra del Señor.
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Hoy celebramos a San Agustín. Nació en Tagaste en el año 354. Tuvo una vida desordenada durante su juventud, hasta que a los 33 años se convirtió. Fue ordenado sacerdote a los 47 años y cinco años más tarde se convirtió en obispo de Hipona.
San Agustín es testimonio de inquietud espiritual, que lo lleva al encuentro personal con Cristo después de una vida desordenada, dedicando el resto de su vida a predicar el Evangelio y a defender la fe católica. Falleció en el año 430 a los 76 años y fue proclamado doctor de la Iglesia por el papa Bonifacio VII, en 1298. Entre sus escritos más importantes están “Las Confesiones”, “Las Retractaciones”, “La ciudad de Dios”.
Hoy meditamos la última parte de la dura crítica de Jesús contra los letrados y fariseos, ubicada en el capítulo 23, entre los versículos 1 y 36. En todo el texto integrado, Jesús mencionó siete “ayes” o “malaventuranzas”. Los dos últimos “ayes”, en la lectura de hoy, refuerzan la crítica de Jesús a la incoherencia entre la palabra y el comportamiento.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
En el pasaje evangélico de hoy, Nuestro Señor Jesucristo continúa llamando a la coherencia entre nuestro interior y el comportamiento que exhibimos cotidianamente.
Jesús señala que lo primero está en nuestro interior, en nuestro corazón y que nuestra conducta, es decir, lo exterior, es producto de nuestros sentimientos.
Si estamos alejados de los preceptos cristianos, la Palabra es una fuente de purificación, que nos lleva a la experiencia personal con Nuestro Señor Jesucristo, al igual que la Santa Eucaristía, la adoración al Santísimo Sacramento y la oración.
Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Somos fieles a las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo?
Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a incrementar nuestra coherencia entre nuestras creencias cristianas y nuestra conducta cotidiana.
¡Jesús nos ama!
- Oración
San Agustín: que, desde el día dichoso de tu conversión supiste correr y saltar alegremente por los caminos del temor del Señor, sin desfallecer jamás, ni volver los ojos a las antiguas sendas de tu juventud, alcánzanos de Dios toda providencia y sabiduría, la sagacidad que hace sabios a los niños, y el entendimiento que da prudencia a los adultos, para que sepamos seguir tus altísimos ejemplos, hasta conseguir, como tú, el premio de los que vencen y la corona de los que triunfan, en Jesucristo Nuestro Señor.
Padre eterno, renueva en tu Iglesia el espíritu que, con tanta abundancia, otorgaste a San Agustín, para que también nosotros tengamos sed de ti, única fuente de la verdadera sabiduría, y que, en ti, único manantial del verdadero amor, encuentre descanso nuestro corazón.
¡Padre eterno, sumamente bueno y hermosura de todas las hermosuras!
Amado Jesús, con una plena disposición a seguirte, fortalece con tu Santo Espíritu nuestros esfuerzos para que nuestra conducta diaria sea coherente con tus enseñanzas.
Amado Jesús, que en ti habita toda la plenitud de la divinidad, mira con bondad y misericordia a las almas del purgatorio, y permíteles alcanzar la vida eterna en el cielo.
Madre Santísima, Madre de la Iglesia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Dios con la siguiente oración de San Agustín:
“¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé!
Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre las cosas hermosas creadas por ti. Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo. Me retenían lejos de ti todas cosas, aunque, si no estuviesen en ti, nada serían.
Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y pusiste en fuga mi ceguera. Exhalaste tu perfume y respiré, y suspiro por ti. Gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abraso en tu paz”.
Queridos hermanos: sigamos esforzándonos para que nuestro comportamiento sea coherente con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo. Pidamos al Espíritu Santo los dones para obrar siempre en concordancia con el mandamiento del amor.
San Agustín dice: “Invocaré al Señor alabándole, y seré salvo de mis enemigos. Si te alabas a ti mismo, no te verás a salvo de tus enemigos. Invoca al Señor alabándole, y te verás libre de tus enemigos”.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.