MARTES DE LA SEMANA XXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MARTES DE LA SEMANA XXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Porque yo, el Señor, amo la justicia, detesto lo que se arrebata injustamente» Is. 61, 8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 31-37

En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente. Ellos se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio impuro, y se puso a gritar con fuerza: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios». Jesús le increpó: «¡Cállate y sal de este hombre!». El demonio salió de él, arrojándolo al suelo sin hacerle ningún daño. Todos quedaron asombrados y comentaban entre sí: «¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus impuros, y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

Palabra del Señor.

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Hoy celebramos a San Gregorio Magno, doctor de la Iglesia. Nació en Roma en el año 540. Estudió derecho y retórica. A los 34 años fue nombrado magistrado principal de Roma. Después de la muerte de su padre y atraído por la vida monástica, se hizo monje a los 38 años y a los 50 años fue papa.

San Gregorio Magno era un hombre de Dios; siempre estaba atento a las necesidades del prójimo. En tiempos difíciles, fue portador de paz y esperanza. Su vida y obra es una muestra de que en Nuestro Señor Jesucristo está la verdadera fuente de la paz.

El pasaje evangélico de hoy se ubica después del texto en el que Jesús citó los versículos 1 y 2 del capítulo 61, del profeta Isaías, dando inicio a la nueva creación, a los nuevos tiempos de salvación.

En el texto de hoy, las enseñanzas y los exorcismos dan testimonio de la autoridad divina que acompaña a las palabras de Nuestro Señor Jesucristo. La lectura da cuenta de la admiración de la gente por la forma en la que Jesús enseña, y de un enfrentamiento verbal entre Jesús y un espíritu impuro, en el que se cumple lo que el profeta Isaías señaló: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista; para dar libertad a los oprimidos, y para proclamar el año de gracia del Señor”.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo devuelve a las personas la libertad y la dignidad de hijos de Dios y lo hace con el poder de su Palabra. Nuestro Redentor tiene el poder para expulsar, de cualquier persona, a los espíritus del mal que lo alejan de los caminos de Dios.

En la actualidad, algunos poderes del mal poseen gran influencia sobre la humanidad: el consumismo, la búsqueda de honores humanos, la ideología de género, la búsqueda de la destrucción de la familia, el aborto, la corrupción en la gestión pública y privada, el rechazo abierto a Dios, entre muchos otros.

Frente a esta realidad, Nuestro Señor Jesucristo es el camino, la verdad y la vida. Él es el único que vence al mal, y es a quien debemos recurrir, no solo para nuestra propia liberación, sino también para ayudar a nuestros hermanos que están alejados de Dios, a acercarse al amor misericordioso de la Santísima Trinidad.

Si los espíritus impuros, que personifican al enemigo de Dios y de todos nosotros, obedecen a Jesús, con mayor razón, nosotros deberíamos seguir las enseñanzas y obedecer a Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Dejamos confiadamente que Nuestro Señor Jesucristo nos libere de nuestras ataduras?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a obedecer y seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, estamos plenamente dispuestos a seguirte y a dejarnos transformar por tu amor, libéranos las ataduras y males que nos alejan de ti.

Amado Jesús, ¡fuego ardiente de amor y misericordia!, concédenos la gracia de asombrarnos por todas las obras de amor y misericordia que, día a día, realizas en nuestras vidas.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, libera a las benditas almas del purgatorio y concédeles la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial; y a las personas agonizantes, concédeles el perdón y la paz interior para que lleguen directamente al cielo.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con un escrito de San Gregorio Magno:

“El diablo atacó al primer hombre, nuestro padre Adán, por una triple tentación: gula, vanidad y codicia. El diablo fue vencido por Cristo, quien fue tentado de manera parecida a aquella por la que fue vencido el primer hombre. Igual que la primera vez, lo tentó a través de la gula: “Di que estas piedras se conviertan en pan”; a través de la vanidad: “Si eres Hijo de Dios, tírate abajo”; y, a través del deseo violento de una buena situación, cuando le enseña todos los reinos del mundo y le dice: “Todo esto te daré si te postras y me adoras”.

Es preciso resaltar, que cuando fue tentado, el Señor replica con textos de la Santa Escritura. Hubiera podido echar a su tentador al abismo solo con la Palabra que Él mismo era. Y, sin embargo, no recurrió a su gran poder; tan solo le puso delante los preceptos de la Santa Escritura. Es así como Jesús nos enseña a soportar la prueba, de manera que cuando los malos nos hacen sufrir, nos vemos impulsados a recurrir a la buena doctrina, antes que a la venganza.

Comparen la paciencia de Dios con nuestra impaciencia. Nosotros cuando hemos soportado injurias o sufrido ofensas, en nuestro furor, tendemos a vengarnos, o bien amenazamos con hacerlo. Nuestro Señor Jesucristo carga con la adversidad del enemigo, sin contestarle de otra forma que con palabras pacíficas”.

Queridos hermanos: pidamos continuamente, a Nuestro Señor Jesucristo, la gracia de confiar plenamente en Él y que la meditación continua de la Palabra sea también una fuente de liberación de nuestras ataduras.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.