LUNES DE LA SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Les voy hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o destruirlo?» Lc 6, 9.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 6, 6-11

Un sábado entró Jesús en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Los escribas y los fariseos estaban al acecho para ver si curaba en sábado y encontrar de qué acusarlo. Pero él, conociendo sus pensamientos, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y ponte allí en medio». Él se levantó y se quedó allí en pie. Jesús les dijo: «Les voy hacer una pregunta: ¿Qué está permitido hacer en sábado, hacer el bien o el mal, salvar a uno o destruirlo?». Y, dirigiendo su mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende la mano». Él lo hizo y su mano quedó restablecida. Ellos se pusieron furiosos y discutían qué habría que hacer contra Jesús.

Palabra del Señor.

———–

El texto de hoy trata nuevamente sobre la discusión en torno al cumplimiento del sábado y se ubica luego del pasaje, en sábado, cuando Jesús y sus discípulos atravesaban un sembrado de trigo y algunos discípulos sintieron hambre y tomaron algunas espigas y comenzaron a comer sus granos.

En el texto anterior, los fariseos acusan a Jesús por infringir el descanso del sábado ante la necesidad de alimento; la segunda acusación, en el pasaje evangélico de hoy, está relacionada con la necesidad de la salud física, mental y espiritual.

Los fariseos eran seguidores de la ley mosaica, que tenía 39 normas y 613 mandatos derivados de ella. Con un esquema así de riguroso, era casi imposible la práctica del amor y la misericordia de Dios, lo cual impedía atender las necesidades humanas.

Al sábado legalista, Nuestro Señor Jesucristo propone el sábado mesiánico, en el que antepone el amor de Dios y al prójimo, sobre todo, liberando al hombre de las ataduras humanas y mundanas.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Jesús, en su infinito amor y misericordia, es totalmente coherente con su Palabra, colocando la salud y la vida en primer lugar; en especial, atendiendo las necesidades humanas fundamentales de alimentación y salud espiritual, mental y corporal.

Hermanos: cuando Jesús planteó el mandamiento del amor, quedó muy claro que, cuando nos amamos unos a otros, amamos a Dios. Jesús dice en San Lucas, capítulo 10, versículo 27: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo».

Por ello, en el amor de Dios, toda acción nuestra tiene que servir para el bien de la humanidad y toda ley que no permite el desarrollo humano, tiene que ser cuestionada y reformulada.

Nuestro Señor Jesucristo nos invita día a día, a convertir sus enseñanzas en acción cotidiana en nuestras familias, comunidades, trabajos, en nuestro planeta tierra.

Ante las ideologías que promueven la muerte, debemos asumir el desafío de la defensa de la vida y de nuestra fe, a través de la lectura orante de la Palabra y de una práctica caritativa del amor de Dios.

Hermanos: meditando la lectura de hoy, respondamos: ¿Defendemos la vida aun en circunstancias hostiles?

Hermanos: que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a hacer realidad el amor y la misericordia de Dios, defendiendo la vida y ayudando a las personas más necesitadas.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, concédenos, a través de tu Santo Espíritu, la gracia de defender la vida, en especial, de los más vulnerables, como los niños en gestación, los ancianos, los enfermos y todos los grupos de personas que están amenazadas por las culturas de muerte que son promovidas en el mundo.

Espíritu Santo: en el Santísimo Nombre de Jesús, libéranos de todas las ataduras del pecado, rompe una a una todas las cadenas inter-generacionales que nos atan al pecado y a los esquemas humanos y multiplica nuestras acciones de amor hacia la defensa de la vida.

Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen, para que lleguen a tu Reino.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«El que me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él», dice el Señor.

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo la lectura de una parte del salmo 61:

«Sólo en Dios descansa mi alma, porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar: no vacilaré.

De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón, que Dios es nuestro refugio».

Queridos hermanos: hagamos el propósito de defender la vida, aun en circunstancias difíciles; para ello, preparémonos para a través de una lectura orante de la Palabra de Dios y de escritos de los santos, laicos y sacerdotes, que nos permita tener presentes los argumentos santos para dicha defensa.

No dejemos de asistir a la Santa Eucaristía, de agradecer y dialogar con Nuestro Señor Jesucristo a través de la Adoración al Santísimo Sacramento, y de rezar el Santo Rosario con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre María.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.