LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C
«Señor, no te molestes; no soy yo digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano» Lc 7, 6-7.
Oración inicial
Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.
Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.
Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.
- Lectura
Lectura del santo evangelio según san Lucas 7, 1-10
En aquel tiempo, cuando terminó Jesús de hablar a la gente, entró en Cafarnaún. Un centurión tenía enfermo, a punto de morir, a un criado a quién estimaba mucho. Al oír hablar de Jesús, le envió algunos ancianos judíos para rogarle que fuera a curar a su criado. Ellos, presentándose a Jesús, le rogaban encarecidamente: «Merece que se lo concedas, porque tiene afecto a nuestro pueblo y nos ha construido la sinagoga». Jesús se fue con ellos.
No estaba lejos de la casa, cuando el centurión le envió algunos amigos a decirle: «Señor, no te molestes; no soy yo digno de que entres en mi casa, por eso no me he atrevido a venir personalmente. Pero basta una palabra tuya y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: “ve” y va; al otro: “ven” y viene; y a mi criado: “haz esto”, y lo hace».
Al oír esto, Jesús se admiró de él y volviéndose a la gente que lo seguía, dijo: «Les digo que ni en Israel he encontrada tanta fe». Y al volver a casa, los enviados encontraron al siervo sano.
Palabra del Señor.
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El texto de hoy relata un episodio protagonizado por Jesús en Cafarnaún, cuando recibe el mensaje de un centurión romano, pidiéndole que cure a su siervo.
Los centuriones pertenecían al imperio romano y tenían responsabilidades militares y políticas. Eran considerados paganos y los judíos creían que, si ellos ingresaban a la casa de un pagano, quedaban impuros.
El centurión, conociendo el poder de Jesús para sanar, envía a unos ancianos a pedirle a Jesús que cure a su siervo a la distancia, es decir, de palabra. Aun cuando tenía poder militar y político, se sentía indigno de que Jesús entre en su casa; sin embargo, tenía mucha fe en Jesús y sentía mucha estima a su siervo enfermo, e hizo todos los esfuerzos posibles para lograr su sanación.
Las palabras del centurión se han convertido en una de las más hermosas oraciones litúrgicas con que los fieles se preparan para comulgar: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.
El centurión reconoce la divinidad de Jesús y el dominio sobrenatural sobre la creación. Y Jesús se queda admirado de la nobleza y humildad de este centurión, y lo elogia diciendo, que en ninguna persona de Israel había encontrado una fe tan grande.
- Meditación
Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?
La fe inquebrantable del centurión en Jesús es realmente admirable y nos llena de asombro. A la vez, es un maravilloso ejemplo que debemos cultivar con nuestra plena disponibilidad de servicio, y pidiendo al Espíritu Santo la gracia para alcanzar dicha fe.
Es también una lección, ya que a veces rechazamos a personas que no forman parte de nuestra comunidad e incluso de nuestro credo, pero que, sin embargo, son ejemplo de actitud y fe inquebrantable.
Por ello, que la lectura de hoy sea un llamado para que confiemos nuestros planes a Nuestro Señor Jesucristo y nos abandonemos en Él, para conseguir la sanación de nuestro espíritu y la paz de nuestro corazón.
Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, especialmente, en el tipo de contacto que realiza el centurión con Nuestro Señor Jesucristo, es conveniente que nos preguntemos: ¿Cómo está nuestra confianza y fe en Nuestro Señor Jesucristo?
Hermanos, que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a confiar plenamente en Nuestro Señor Jesucristo, pidiendo la gracia, al cielo, de aumentar nuestra fe.
Jesús nos ama.
- Oración
Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe.
Amado Jesús, acepta nuestro deseo de acercarnos más a tu sagrado corazón, te suplicamos nos envíes tu Espíritu Santo para que nos ayude a aumentar nuestra fe en tu bondad, y dar testimonio tuyo a través de nuestras vidas.
Amado Jesús, otórgale a la Iglesia la fe del centurión, que transformó su confianza y humildad en un prodigio de amor y de fe.
Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.
¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.
- Contemplación y acción
Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través de la lectura de una parte del salmo 27:
“Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santuario.
Bendito el Señor, que escuchó mi voz suplicante; el Señor es mi fuerza y mi escudo; en Él confía mi corazón; me socorrió, y mi corazón se alegra y le canta agradecido.
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y guíalos siempre”.
Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de incrementar nuestra fe. Acompañemos estas peticiones con la oración frecuente y la meditación diaria de la Palabra, con el fin de conocer más a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, que la Santa Eucaristía sea nuestro alimento del alma.
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.
Oración final
Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.
Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.
Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.
Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.