JUEVES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Tu fe te ha salvado, vete en paz» Lc 7,50.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 12, 32-34

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, comenzó a llorar y con sus lágrimas le mojaba los pies, se los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con el perfume.

Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo: «Si este fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es, una pecadora».

Jesús tomó la palabra y le dijo: «Simón, tengo algo que decirte». El respondió: «Dímelo maestro». Jesús le dijo: «Un prestamista tenía dos deudores, uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?». Simón contestó: «Supongo que aquel a quién le perdonó más». Jesús le dijo: «Has juzgado rectamente».

Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré a tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me diste el beso de saludo, ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume.

Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque ha amado mucho; pero al que poco se le perdona, ama poco». Y a ella le dijo: «Tus pecados están perdonados». Los demás invitados empezaron a decir entre sí: «Quién es este que hasta perdona pecados?». Pero Jesús dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, vete en paz».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy narra el perdón de Jesús a la mujer pecadora en casa de un fariseo llamado Simón. En esta ocasión, Jesús brinda una maravillosa enseñanza sobre cómo el amor y el reconocimiento interior de ser pecador, son el fundamento para atraer la misericordia y el perdón de Dios.

En aquella época, cuando se invitaba a una persona importante a una casa, el anfitrión cumplía tres actos: primero colocaba una mano en el hombro del huésped y le daba un beso de paz; luego vertía agua en los pies de invitado para limpiarlos del polvo del camino y refrescarlos, y finalmente se quemaba incienso o se rociaba la cabeza con esencia de rosas.

En este caso, el anfitrión no realizó estas atenciones a su invitado, y más bien, con su pensamiento, demostró una actitud crítica hacía Jesús. Mientras el anfitrión demostró poco amor y consideración hacía Jesús; la mujer pecadora, al acercarse a Jesús, rompe en llanto y abrumada por su vida de pecado, se arroja a sus pies, lavándolos con sus lágrimas y secándolos con sus cabellos.

Así, se presentan dos actitudes frente a Cristo: la de quien obstaculiza el plan de Dios y la quienes lo aceptan sin condición y buscan el perdón y la conversión.

Jesús, en su divinidad, lee los pensamientos de Simón y narra la parábola de los dos deudores para enseñarle que el amor es la virtud más importante de todo cristiano y que, a quien ama más, más se le perdona.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo es la fuente del amor, de la bondad y de la misericordia; Él nos enseña lo esencial que es el amor en nuestra vida cotidiana, ya que al final de nuestras vidas seremos medidos en el amor, porque Dios es Amor.

Muchas veces, cuando nos encontramos con nuestros semejantes los juzgamos de acuerdo a nuestros pobres criterios humanos. En lugar de ello, debemos aceptarlos como son, sin pretender cambiarlos; pues todos somos criaturas de Dios, creadas por amor.

Todos somos pecadores. Solo Dios nos conoce mejor que nosotros mismos y nos sondea. En nuestra condición de pecadores, Nuestro Señor Jesucristo nos redime; Él ha pagado nuestras deudas ante Dios.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, respondamos: ¿Nos fijamos en las apariencias cuando interactuamos con nuestros semejantes o en la condición de hijos de Dios, que todos tenemos?

Que las respuestas a esta pregunta nos permitan dejar de lado los prejuicios y confiar en la fuerza transformadora de la Palabra de Dios.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, tú que sondeas los corazones y confías en el arrepentimiento de quienes se acercan a ti de corazón, concédenos la fortaleza de seguirte siempre con fidelidad y haznos reconocer que siempre somos hombres y mujeres perdonados, sin méritos.

Espíritu Santo otórganos los dones para que nuestro corazón se abra a la gracia del perdón ilimitado de Nuestro Señor Jesucristo, y que este se convierta en una fuente de ilimitada gratitud y de un amor cada vez más grande hacia la Santísima Trinidad.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos el amor de Dios con la lectura de una parte del salmo 110:

“Dad gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables, el Señor es piadoso y clemente”.

Hermanos: alabemos la bondad y misericordia de Dios, agradezcamos por siempre. Pidamos al Espíritu Santo los dones para seguir a Nuestro Señor Jesucristo y ser fieles a su Palabra. Que la Santa Eucaristía, el pan de los ángeles, sea nuestro alimento para permanecer en continua acción de gracias.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.