SÁBADO DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» Mt 9, 13.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 9, 9-13

En aquel tiempo, al pasar, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió. Y estando Jesús a la mesa en casa de Mateo, muchos publicanos y pecadores que habían acudido se sentaron a comer con él y sus discípulos. Los fariseos, al verlo, preguntaron a los discípulos: «¿Cómo es que su Maestro come con publicanos y pecadores?». Jesús lo oyó y dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».

Palabra del Señor.

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Hoy celebramos la memoria de San Mateo apóstol y evangelista; quien, en la lectura de hoy, él mismo relata el momento en el que da el gran salto espiritual: pasó de ser un odiado recaudador de impuestos al servicio de Roma, a ser apóstol de Jesús. Según Eusebio de Cesarea, predicó durante quince años en Judea, donde escribió su evangelio, alrededor de los años 80.

Mateo, llamado Leví por los otros evangelistas, fue el quinto llamado a ser apóstol; así como los primeros cuatro, que fueron pescadores, Mateo lo dejó todo y siguió a Jesús. La mirada misericordiosa de Jesús movilizó toda la vocación escondida de Mateo para el seguimiento radical.

Luego de su gran decisión, Mateo invitó a Jesús a su casa, donde organizó un banquete con publicanos y pecadores. A los judíos les estaba prohibido relacionarse y, menos, sentarse a la mesa con publicanos y pecadores, pero Jesús confraterniza con ellos, convirtiendo dicha cena en un banquete celestial ya que tuvo la ocasión de alimentar espiritualmente a los asistentes y prodigar la misericordia de Dios.

Ante los prejuicios de los fariseos, Jesús respondió: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Vayan y aprendan lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo conoce la profundidad de nuestros corazones y siempre nos mira compasivamente y con misericordia. Él sabe cuándo cada uno de nosotros está preparado para responder con decisión y de manera plena a su llamado. Él conoce el momento en el que seremos más dóciles a su llamado.

Mateo sigue a Jesús inmediatamente, lo deja todo, lo cual es una expresión de su total vocación. Jesús lo libera de la esclavitud del dinero y lo transporta a la libertad del seguimiento.

Hermanos: la vocación a seguir a Jesús es una forma divina de sanación del alma y el que es llamado, es perdonado porque se acerca y se une al mar de la misericordia infinita de Dios.

Meditando la lectura de hoy, contestemos desde lo profundo de nuestros corazones: ¿Cómo respondemos al llamado de Jesús para seguirle? ¿Cómo caracterizamos nuestra vocación de seguimiento a Jesús? ¿Actuamos con prejuicios frente a algunos hermanos solo porque tienen pecados diferentes a los nuestros?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a dejarnos mirar por el amor y la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo en la oración, en la Santa Eucaristía, en la confesión, en la Adoración Eucarística y en la interacción con nuestros hermanos.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, tú que llamaste al apóstol Mateo a seguirte, concédenos la gracia de conocerte más, de amarte más, de responder plenamente a tu llamado y de seguirte siempre confiando en tu misericordia y providencia, en nuestras familias, comunidades y por donde vayamos.

Amado Jesús, perdona todos nuestros prejuicios y haz que siempre detestemos el pecado, pero no al pecador.

Amado Jesús, tú que repetiste la enseñanza del Antiguo Testamento, “Misericordia quiero y no sacrificios”, concédenos los dones para ayudar a nuestros hermanos a acercarse al océano infinito de tu misericordia, en especial, a aquellos que se han alejado de tu mirada.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos al Señor con la lectura de una parte del salmo 18:

“El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo murmura.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su mensaje.

Allí le ha puesto su tienda al sol: él sale como el esposo de su alcoba, contento como un héroe, a recorrer el camino. Asoma por un extremo del cielo, y su órbita llega al otro extremo: nada se libra de su calor”.

Queridos hermanos: pidamos la gracia del Espíritu Santo para poder amar cada día más y seguir con firmeza a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, pidámosle la fortaleza para vencer nuestros prejuicios y tentaciones y dejarnos mirar por el amor y la misericordia de Nuestro Señor Jesucristo.

Todos tenemos en nuestro corazón la vocación de seguir a Nuestro Señor Jesucristo, de manera consagrada o laical, no retrasemos la decisión de seguirlo en nuestras familias, trabajos, estudios, comunidades y como ciudadanos. Contribuyamos a construir un mundo mejor, un mundo cristiano.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.