VIERNES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL VIERNES DE LA SEMANA XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades» Lc 8, 1-2.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 8, 1-3

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades. María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Palabra del Señor.

 

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Hoy conmemoramos el martirio de los santos Andrés Kim, Pablo Chong y compañeros, quienes, en el siglo XIX, en Corea, dieron su vida por Nuestro Señor Jesucristo. Fueron 103 mártires los que fueron canonizados el 6 de mayo de 1984, por San Juan Pablo II, en Seúl, Corea.

En el pasaje evangélico de hoy, en la misma línea de la lectura de ayer, Jesús trae por los suelos todos los prejuicios en torno a la mujer, mostrándose audaz y sorprendente. Para Jesús, el hombre y la mujer tienen la misma dignidad como hijos y criaturas de Dios, a ambos los bendijo y les confió la creación.

Hombres y mujeres imitaban los ejemplos de Jesús. La naciente Iglesia estaba integrada por hombres y mujeres que renuncian a su vida anterior para seguir a Jesús.

San Lucas es el evangelista que narra el mayor número de episodios que destacan la relación entre Jesús y las mujeres.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En la lectura de hoy, el evangelista resalta, de manera especial, el rol que cumplían las mujeres como seguidoras de Nuestro Señor Jesucristo. Ellas no se mantienen en el anonimato del gentío que sigue a Jesús, sino que, con una fidelidad especial, acompañan al Rey de reyes, desafiando las difíciles condiciones del camino itinerante de Nuestro Señor Jesucristo.

Como decía San Juan Pablo II: “Desde el comienzo de la misión de Cristo, la mujer muestra, con relación a él y a todo su misterio, una particular sensibilidad que corresponde a una de las características de su feminidad. Además, conviene señalar que esta verdad se confirma de manera particular en el misterio pascual, no solamente en el momento de la crucifixión, sino todavía más al amanecer del día de la resurrección. Las mujeres son las primeras en estar junto al sepulcro. Son las primeras que lo encuentran vacío. Son las primeras en oír: «No está aquí: ha resucitado, como había dicho» (Mt 28,6). Son las primeras en abrazar sus pies (Mt 28,9). También son las primeras llamadas a anunciar esta verdad a los apóstoles (Mt 28,1-10; Lc 24,8-11)”.

Hermanos, meditando el pasaje evangélico del día de hoy, respondamos: ¿Adoptamos la misma actitud de Jesús respecto a sus seguidores, hombres y mujeres? ¿Defendemos a las mujeres que sufren violencia o abusos machistas?

Que las respuestas a estas preguntas nos permitan dejar de lado los prejuicios y valorar el rol de todos, hombres y mujeres, en llevar la Palabra viva a todos los que necesitan conocer a Dios; así como ser coherentes con las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Santo Espíritu de Dios: que el testimonio de los santos mártires coreanos, hagan que Jesucristo sea cada vez más conocido en el mundo, que todos volvamos nuestras miradas hacia Él y le sigamos con amor y fidelidad a sus enseñanzas.

Amado Jesús, por tu infinita bondad y misericordia, enséñanos a mirar con los ojos de tu amor a cada uno de nuestros semejantes, hombres y mujeres, para que podamos hacer realidad el proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros.

Amado Jesús, envía tu Santo Espíritu para que cese el accionar de conductas violentas que van en contra de la mujer, de los niños en el vientre materno y de todas las personas vulnerables.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Contemplemos el amor de Dios con la lectura de una parte del salmo 48:

“Oíd esto todas las naciones, escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres; mi boca hablará sabiamente, y serán muy sensatas mis reflexiones; prestaré oído al proverbio y propondré mi problema al son de la cítara.

¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y me acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas, si nadie puede salvarse, ni dar a Dios un rescate? Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.

Este es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor, y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera no se llevará nada, su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba: “Ponderan lo bien que lo pasas”, irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz”.

Hermanos: hagamos el compromiso de seguir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo y, sin prejuicios, respetemos la dignidad de todas las personas, hombres y mujeres. En la búsqueda de la coherencia entre nuestras creencias cristianas y nuestro accionar, es preciso que defendamos a las mujeres que están en riesgo y sufren violencia.

Hagamos también que la Santa Eucaristía, el pan de los ángeles, sea nuestro alimento para permanecer en continua acción de gracias con la Santísima Trinidad.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.