SÁBADO DE LA SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien» Lc 10, 21.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron muy contentos y dijeron a Jesús: «Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre». Él les contestó: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado potestad para poder pisar serpientes y escorpiones y para dominar todo poder del enemigo. Y nada les hará daño alguno. Sin embargo, no estén alegres porque se les someta los espíritus; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo».

Y, en aquel momento, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».

Volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: «¡Bienaventurados los ojos que ven lo que ustedes ven! Porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron».

Palabra del Señor.

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Hoy celebramos la memoria de Santa Faustina Kowalska, apóstol de la Divina Misericordia. Nació en la aldea de Glogoviec, en Polonia, el 25 de agosto de 1905 y murió en 1938. Desde muy temprana edad, fue llamada a hablar con el cielo. Fue beatificada el 18 de abril de 1993 y canonizada el 30 de abril del 2000 por el papa San Juan Pablo II.

Nuestro Señor Jesucristo le confió la gran misión de llevar el mensaje de la misericordia a todo el mundo. “Te envío – le dijo – a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón Misericordioso. Tú eres la secretaria de Mi misericordia; te he escogido para este cargo, en ésta y en la vida futura, (……) para que des a conocer a las almas la gran misericordia que tengo con ellas, y que las invites a confiar en el abismo de Mi misericordia”, en Diario, 1588, 1605 y 1567.

En el pasaje de hoy Jesús pronuncia jubilosamente una hermosa plegaria de agradecimiento y alabanza a Dios Padre después del regreso de los setenta y dos discípulos, quienes expresaban su alegría por los resultados que obtuvieron en la misión que Jesús les encomendó. Esta plegaria también se ubica en el evangelio de San Mateo, en el capítulo 11, versículos del 25 al 27.

Jesús culmina la plegaria presentándose a sí mismo como el Hijo de Dios Padre y en total comunión con Él. Así mismo, Jesús manifiesta a sus discípulos lo bienaventurados son por lo que ven y oyen.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En esta plegaria de agradecimiento y alabanza que Jesús dirige a Dios Padre, sobresale la virtud de la humildad de los “pequeños”, quienes logran comprender y aceptar los misterios del amor de Nuestro Señor Jesucristo, dejando de lado todo interés personal.

Mientras que el mundo promueve conductas que elevan la autosuficiencia de las personas, el egoísmo y la soberbia, Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que la humildad es la llave maestra para aceptar y acercarse al amor y a la misericordia de Dios.

Hermanos: a la luz de la Palabra de Dios, respondamos: ¿Cuáles son las situaciones que nos alejan de la virtud de la humildad? ¿Somos misericordiosos con las personas que sufren necesidades materiales y espirituales?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a profundizar con fe y humildad en las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, con el fin de ponerlas en práctica en la misión que cada uno de nosotros tiene inscrita en el corazón.

Jesús, en ti confío.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, yo te ofrezco el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de tu amadísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, en propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero. Por su dolorosa pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.

Amado Jesús, Tú, que hiciste de santa Faustina una gran devota de tu infinita misericordia, concede por su intercesión, el perdón, la paz y la devoción a Tu misericordia a todo aquel que se acerque a tu amor misericordioso.

Amado Jesús, otórganos la virtud de la humildad para comprender tus enseñanzas y ponerlas en práctica en nuestras familias, amistades, centros de trabajo y estudios, comunidades y por donde vayamos.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien», dice el Señor.

Contemplemos a nuestro Señor Jesucristo con la lectura de un escrito de Santa Faustina Kowalska, en su diario, 1052:

“Oh Jesús mío, Te ruego por toda la Iglesia: concédele, el amor y luz de Tu Espíritu, da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a Ti, Señor.

Señor, danos sacerdotes santos; Tú Mismo consérvalos en la santidad. Oh Divino y Sumo sacerdote, que el poder de Tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para atrapar a las almas de los sacerdotes. Que el poder de Tu misericordia, oh, Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes ya que Tú lo puedes todo”.

Hermanos: recemos hoy la Coronilla de la Divina Misericordia para que, con la dulce intercesión de Nuestra Santísima Madre, Dios nos otorgue la virtud de la humildad para ayudar a que otras personas también se acerquen a la fuente de la misericordia, que es Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.