MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Si alguno viene a mí y no me ama más que a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío» Lc 14, 26-27.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tu sabiduría para que podamos comprender el mensaje que Jesús nos quiere comunicar en este día.

Espíritu Santo, otórganos la gracia para que la Palabra sea nuestra escuela de vida.

Madre Santísima intercede ante tu hijo Jesucristo por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: «Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿Quién de ustedes, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, una vez puestos los cimientos, no pueda acabarla, y empiecen a burlarse de él los que miran, diciendo: “Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de terminar.

O ¿Qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá resistir al que le ataca con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, envía delegados para pedir condiciones de paz. Lo mismo ustedes: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».

Palabra del Señor.

 

 

 

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El pasaje evangélico de hoy se sitúa cuando Jesús se dirige a Jerusalén, luego de la parábola del banquete que meditamos ayer.

Jesús es seguido por una gran multitud de gente quienes, entusiasmados por su predicación y los milagros que hacía, consideraban esta caminata como una procesión victoriosa. Ante esta multitud, Jesús, de manera radical, expresa las condiciones para ser verdadero discípulo suyo: separarse de todas las ataduras del corazón, tomar la propia cruz, amarle por encima de todo y de todos, e incluso estar dispuesto a perder la vida por Él; estos son los fundamentos para amarle y seguirle.

Así, Jesús se ubica en el lugar más trascendente de la vida de todas las personas, incluso por encima de los sentimientos familiares.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Nuestro Señor Jesucristo presenta dos condiciones fundamentales para ser sus discípulos:

  • La primera, el amor por Él debe estar por encima de cualquier otro amor y de cualquier otro sentimiento terrenal, incluso, por encima del amor familiar.
  • La segunda condición es cargar con nuestra propia cruz; recordemos que esta enseñanza es brindada por Jesús camino a Jerusalén, donde será crucificado.

Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo nos llama a pensar bien antes de tomar una decisión radical de seguimiento: tenemos que ser capaces de calcular el precio que tenemos que pagar por la perla preciosa, si no, corremos en riesgo de fracasar.

En este sentido, así como planeamos nuestra vida cotidiana, nuestras metas académicas, empresariales, laborales, políticas o de otra índole, así también debemos considerar un “plan” para nuestra vida espiritual, que debe ser el más importante en nuestra vida.

Hermanos: meditemos la lectura de hoy y respondamos: ¿Pido al Espíritu Santo los dones que me ayuden a tomar las decisiones adecuadas para seguir a Jesús? ¿Sigo a Jesús a través de mi familia, de mi comunidad, en mi trabajo, en mi país, o como ciudadano de la creación de Dios? ¿Cargo con mi cruz? ¿Tengo un “plan” para mi vida espiritual?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a seguir a Jesús con determinación en todo tiempo y en todo lugar.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Padre eterno, concede a todos los consagrados y consagradas, y a todas las comunidades cristianas la fortaleza de espíritu para que no tengamos miedo a las exigencias del seguimiento a Jesús, y que, dóciles al Espíritu Santo, tomemos nuestra cruz y sigamos con alegría y valor los pasos de Jesús.

Amado Jesús, pasa por las calles de nuestra vida, e invítanos a seguirte dejando toda seguridad, para ponerte a ti como el fundamento de nuestra existencia.

Amado Jesús, por tu infinita misericordia, concede a las almas del purgatorio la dicha de sentarse contigo en el banquete celestial.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo con uno de los escritos de Filoxeno de Marboug:

«Escucha la voz que te impulsa a salir de ti para seguir a Cristo, y serás un discípulo perfecto: “El que no renuncia a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo”. ¿Qué tienes que decir? ¿Qué puedes responder a todo esto?

Todas tus dudas y tus preguntas caen ante esta sola palabra; la palabra de verdad es el sendero sublime por donde tú avanzarás. Más aun, Jesús ha dicho: “El que no renuncia a todos sus bienes y no toma su cruz para seguirme no puede ser mi discípulo”.

Y para enseñarnos a renunciar no solo a nuestros bienes para darle gloria, sino incluso a nuestra propia vida, añade: “El que no renuncia a sí mismo no puede ser mi discípulo”.

Señor, ¿adónde iremos? “Allí donde esté yo estará también mi servidor”. Si Jesús nos llama: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”. ¿Quién será tan necio para quedarse con los muertos en el sepulcro y permanecer entre los enterrados?

Por tanto, cada vez que el mundo quiera retenerte, acuérdate de la Palabra de Cristo: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”.

Cada vez que quieras quedarte sentado, instalarte, cada vez que te apetezca permanecer donde estás, acuérdate de esta voz apremiante que te dice: “¡Levantaos, vayámonos de aquí!”».

Queridos hermanos: nuestra vida cristiana debe estar modelada por la sabiduría, que es un don que debemos pedir al cielo, y no debe ser modelada por las posesiones terrenales, ya que estas posesiones nos pueden conducir a los pecados capitales y a la ruina espiritual. Las posesiones materiales son dones que Dios nos ha otorgado para que, a través de su adecuado uso, de acuerdo con el evangelio, nos convirtamos en ciudadanos del cielo.

Pidamos diariamente que el Espíritu Santo actúe en nosotros, con el fin de que seamos verdaderos discípulos de Nuestro Señor Jesucristo en toda ocasión y en todo lugar.

Hermanos: glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.