MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL MIÉRCOLES DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado» Lc 17, 17-19.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, mientras Jesús iba camino a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se detuvieron a cierta distancia y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Vayan y preséntense a los sacerdotes». Y, mientras iban de camino, quedaron limpios.

Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?». Y le dijo: «Levántate y vete, tu fe te ha salvado».

Palabra del Señor.

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La curación de hoy nos recuerda cuando el profeta Eliseo libró a Naamán de Siria de una enfermedad. Este episodio se ubica en el segundo libro de los Reyes, capítulo 5, versículos 1 al 15; en el cual, luego de ser curado, Naamán regresa donde Eliseo para confesar a Dios diciendo: “Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”.

En el texto de hoy, diez leprosos se acercan a Jesús buscando ser curados y Jesús los envía a los sacerdotes para que los purifiquen de acuerdo con la Ley. Todos obedecieron y en el camino, quedaron curados.

Los diez recibieron el mismo beneficio; sin embargo, solo uno, un samaritano, aquel de quien menos se esperaba, reacciona alabando y agradeciendo la acción misericordiosa y gratuita de Jesús, que fue la sanación de su cuerpo y luego de su alma. Mientras tanto, los otros nueve, que pertenecían al pueblo elegido, no regresaron a agradecer. Recordemos que los judíos del sur tenían muchos prejuicios religiosos, políticos y sociales contra ellos; sin embargo, Jesús, rompiendo esquemas nuevamente, pone de ejemplo a un samaritano ante todos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

El texto de hoy une la obediencia, la fe y el agradecimiento en la persona del samaritano leproso que regresó alabando a Dios. Este episodio resume la vida del creyente que, obediente y ante la curación recibida, no duda en aceptar el don de Dios, agradeciendo y alabando.

Nuestro Señor Jesucristo llena de esperanza a los diez leprosos cuando los envía a los sacerdotes; esta obediencia se convierte en fe y camino de salvación para el samaritano agradecido.

De esta manera, Nuestro Señor Jesucristo, también hoy, llena a la humanidad de esperanza, mostrándose compasivo y misericordioso con todos, incesantemente. Somos nosotros quienes, muchas veces, somos desobedientes y no somos conscientes de que todo lo que tenemos, incluso la vida, son dones gratuitos de Dios.

Esto ocurre porque adoptamos algunos estilos de vida mundanos, que ponen al esfuerzo humano por encima de la acción de Dios. Basta ver cómo el mundo promueve el aborto, la eutanasia, la ideología de género, el egoísmo, entre otras conductas.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Somos agradecidos por todos los dones que Dios nos otorga en nuestras vidas? ¿Somos agradecidos con las personas que nos ayudan? ¿Somos compasivos y misericordiosos con las personas más necesitadas?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a redescubrir la dimensión de la gratuidad de la vida en nuestros hermanos más necesitados, y a ser agradecidos con la Santísima Trinidad.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Digamos como en el salmo 115: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre. Cumpliré al Señor mis votos en presencia de todo el pueblo … Te ofreceré un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor”.

Amado Jesús, tú que eres compasivo y misericordioso, concédenos un corazón obediente y agradecido contigo, con Dios Padre y con Dios Espíritu Santo, para que seamos testigos y testimonios sinceros de tu compasión y misericordia.

Espíritu Santo: otórganos la sabiduría, el discernimiento y la fe para mantenernos alejados de las tentaciones de desobediencia y desagradecimiento a Nuestro Señor Jesucristo.

Amado Jesús, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida.

Madre Santísima, Reina de los ángeles, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Dios Padre a través un escrito de San Basilio Magno:

«Después de haber ofendido a nuestro Bienhechor por nuestra indiferencia ante las muestras de su benevolencia, no hemos sido abandonados por la bondad del Señor, ni excluidos de su amor; antes bien, Nuestro Señor Jesucristo nos ha sacado de la muerte y restituido a la vida.

La manera de haber sido salvados es digna de una admiración mayor todavía: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios. Al contrario, se anonadó a sí mismo, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”.

Él tomó nuestra debilidad, cargó con nuestros dolores, fue muerto por nosotros para salvarnos, sus heridas nos curaron. Padeció la muerte más infame para conducirnos a la vida de la gloria. Y no solo restituyó la vida a los que yacían en la muerte, sino que los revistió con la dignidad divina y les preparó en el descanso eterno una felicidad que sobrepasa toda imaginación humana.

¿Cómo pagaremos, pues, al Señor todo el bien que nos ha hecho? Es tan bueno que no nos pide nada como recompensa de sus beneficios: se contenta con que lo amemos».

Queridos hermanos: todo es gracia, empezando por el don de la vida. Reconozcamos que todo lo que tenemos son dones que Dios nos ha otorgado gratuitamente y nosotros debemos reconocer su autoría y agradecer a Dios por tanto amor, bondad y misericordia. Que nuestra obediencia se manifieste a través de nuestras oraciones de alabanza y mediante obras de misericordia.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.