SÁBADO DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL SÁBADO DE LA SEMANA XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?» Lc 18, 7-8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso la siguiente parábola:

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en la misma ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: “Hazme justicia frente a mi enemigo”. Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, para que no venga continuamente a molestarme”».

Y el Señor añadió: «Fíjense en lo que dice el juez injusto; entonces Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?, ¿los hará esperar? Yo les aseguro que les hará justicia sin tardar. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esa fe sobre la tierra?»

Palabra del Señor.

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Hoy meditamos la parábola del juez injusto y la viuda. En este texto, los temas fundamentales son la oración, la fe y la justicia como rostros de la misericordia y del amor de Dios.

Recordemos el inicio del relato de Lucas, cuando dice: “Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso la siguiente parábola”. Pues bien, Jesús es un ejemplo de oración: a lo largo del evangelio de San Lucas, encontramos más de veinte momentos en los que Jesús ora.

En cuanto a la parábola, la viuda representa a todas las personas que, viviendo en la pobreza, son golpeadas por la injusticia de una sociedad indolente, basada en el utilitarismo. La viuda alcanza justicia gracias a su insistencia y fe. El juez, preocupado por su prestigio, mostró misericordia, aunque no temía a Dios ni respetaba a los hombres.

De esta manera y desde una perspectiva superior, Jesús quiere que todos comprendamos cuánto más podemos esperar de la misericordia y del amor de Dios.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

En el Evangelio de San Lucas, Nuestro Señor Jesucristo nos da ejemplos de su oración permanente a Dios Padre. Podemos citar algunos de los momentos de oración: cuando es bautizado por Juan Bautista; durante los cuarenta días en el desierto; cuando participaba los sábados de las celebraciones en las sinagogas; antes de elegir a sus apóstoles; en la transfiguración; cuando ora por Pedro; en la Cena Pascual; en el Huerto de los Olivos; cuando clama al cielo por quienes los crucifican; a la hora de su muerte, cuando dice a Dios Padre: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, entre otros pasajes.

Nuestro Señor Jesucristo demuestra, de esta manera, que la oración está íntimamente ligada a la vida misma, a las realidades humanas por las que transitamos; por ello, nos pide perseverancia en la oración.

Así mismo, Nuestro Señor Jesucristo nos hace ver que la justicia es uno de los rostros de la misericordia y del amor de Dios; lo cual implica, no solo practicar la justicia, sino también defender y alzar nuestra voz ante la injusticia de la que son objeto muchas personas.

Hermanos: a la luz de la Palabra de hoy, respondamos: ¿Nuestra oración es perseverante y con fe? ¿Practicamos y defendemos la justicia, aun en los momentos más difíciles?

Hermanos: que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a comprender que es preciso que oremos siempre con fe, sin desanimarnos; así, como a practicar la justicia.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, enséñanos a orar, despierta en nosotros la constancia en la oración con fe y te suplicamos nos guíes, en especial, cuando atravesamos tribulaciones y riesgos, para que invoquemos siempre a Dios Padre con confianza filial.

Amado Jesús, te pedimos por todas las personas que claman justicia en el mundo, para que encuentren a quienes los defiendan y apoyen en sus dificultades.

Espíritu Santo, te pedimos que inspires a los padres y educadores para que imploren, día tras día, la sabiduría de Dios y así puedan orientar a los niños y adolescentes en el camino de la verdad, honestidad y la hermandad.

Espíritu Santo, te pedimos inspires y fortalezcas a todos los consagrados, consagradas y fieles de la Iglesia, para que anunciemos con entusiasmo y sabiduría el Evangelio que conduce a la vida eterna.

Amado Jesús, dígnate agregar a los difuntos al número de tus escogidos, en especial, a aquellos que más necesitan de tu infinita misericordia.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo, orante, a través un escrito de Santa Teresa de Calcuta:

«Ama orar. Siente a menudo la necesidad de orar a lo largo del día. La oración dilata el corazón hasta que este sea capaz de recibir el don de Dios, que es Él mismo. Pide, busca, y tu corazón se ensanchará hasta el punto de recibirlo, de tenerlo en ti como un bien.

Deseamos mucho orar, pero después fracasamos. Entonces nos desanimamos y renunciamos. Si quieres orar mejor, debes orar más. Dios acepta el fracaso, pero no quiere el desánimo. En la oración quiere que seamos como niños, cada vez más humildes, cada vez más llenos de agradecimiento. Quiere que tengamos presente que todos pertenecemos al cuerpo místico de Cristo, en el que la oración es perpetua.

En nuestra oración debemos ayudarnos unos a otros. Liberemos nuestros espíritus. No hagamos largas oraciones que no acaban nunca, sino más bien breves, llenas de amor. Oremos por los que no oran. Acordémonos de que el que quiere amar, debe poder orar».

Queridos hermanos: hagamos el compromiso de orar con fe y perseverancia, en todo momento, pidiendo siempre que el Espíritu Santo nos otorgue sus santos dones para poder actuar con justicia en nuestros quehaceres cotidianos.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.