DOMINGO DE LA SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL DOMINGO DE LA SEMANA XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí. Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios». Lc 21, 13-15.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 5-19

En aquellos días, algunos hablaban del templo, admirados de la belleza de sus piedras y de las ofrendas que lo adornaban. Jesús les dijo: «Esto que ustedes contemplan, llegará un día que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido». Ellos le preguntaros: «Maestro: ¿cuándo será eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está por suceder?». Él contestó: «Cuidado con que nadie los engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien, “El momento está cerca”. No vayan tras ellos. Cuando oigan noticias de guerras y de revoluciones, no tengan pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida».

Luego les dijo: «Se alzará nación contra nación y reino contra reino, habrá grandes terremotos y, en diversos países, epidemias y hambre. Habrá también cosas espantosas y grandes señales en el cielo. Pero, ante todo eso, los detendrán, los perseguirán, entregándolos a las sinagogas y la cárcel, y los harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi Nombre. Así tendrán ocasión de dar testimonio de mí.

Hagan el propósito de no preocuparse de su defensa, porque yo les daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ninguno de sus adversarios. E incluso serán traicionados por sus padres, y parientes, y hermanos, y amigos. Y a algunos de ustedes los matarán, y todos los odiarán por causa mía. Pero ni un cabello de su cabeza se perderá. Gracias a la constancia, salvarán sus vidas».

Palabra del Señor.

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El pasaje evangélico de hoy, denominado “la destrucción del templo” o “primeras señales del fin de los tiempos”, se sitúa después de la ofrenda de la viuda y antes de la lectura de la gran tribulación.

La lectura de hoy, junto con otros pasajes del capítulo 21, constituye el discurso escatológico de Jesús en el evangelio de San Lucas, que se encuentra también en Mateo, en el capítulo 24.

En aquel tiempo, la admiración que despertaba la belleza del templo sirvió para que Jesús resalte el abismo que existe entre el seguimiento a sus enseñanzas y la caducidad de las obras humanas, por más hermosas que sean. Así mismo, la incomprensión de la profundidad de sus palabras despierta la curiosidad excesiva de sus oyentes; por ello, Jesús hace un llamado a centrar la atención en el tiempo intermedio que se ubica entre la venida del Señor y el final de los tiempos.

Jesús hace un llamado a testimoniar su amor, y señala la forma cómo enfrentar las pruebas extremas de seguimiento a sus enseñanzas: será el Espíritu Santo, el Paráclito, quien argumente a través de sus discípulos.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Cuando meditamos las Sagradas Escrituras a la luz del Espíritu Santo, uno de los aspectos más importantes es la relación fundamental que existe ente la lectura y nuestra responsabilidad personal y colectiva.

En este sentido, en el pasaje de hoy, Jesús nos llama a ser profetas del nuevo orden que Él proclama, y que está basado en el amor, la justicia y la paz. Advierte con claridad que no debemos ser, ni seguir a falsos profetas de desventuras y pánicos.

Nuestro Señor Jesucristo nos llama a vivir responsablemente el tiempo intermedio, que se ubica entre su venida y el final de los tiempos. Para ello, debemos invocar siempre la asistencia del Espíritu Santo que nos garantiza la capacidad de resistir las pruebas extremas, incluyendo la persecución. Como afirma San Gregorio, es como si el Señor dijera: “No se atemoricen. Ustedes van a la pelea, pero soy yo quien peleo. Ustedes son los que pronuncian las palabras, pero soy yo el que hablo”.

Finalmente, Nuestro Señor Jesucristo hace un llamado a la perseverancia, acompañada de la vigilancia, la oración y de las obras de misericordia.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Invocamos al Espíritu Santo en nuestras actividades diarias y cuando atravesamos tribulaciones? ¿Testimoniamos con valentía a Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a fortalecer nuestro espíritu con la gracia de Dios, especialmente en las tribulaciones, anime nuestra esperanza y a practicar el bien.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Amado Jesús, envíanos tu Santo Espíritu para fortalecer nuestra fe y dar testimonio valiente de tu amor, auténtico salvador.

Amado Jesús, en medio de tantas tormentas que desaniman al ser humano, haz que la humanidad busque la esperanza y persevere en la creación de un mundo nuevo, basado en tu amor, justicia y paz.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo a través un escrito de San Juan Pablo II:

«La experiencia de los mártires y de los testigos de la fe no es una característica propia tan solo de los primeros siglos de la Iglesia, sino que es un signo de cada período de la historia.

A lo largo del siglo XX, quizá, más aún que en los tiempos iniciales del cristianismo, muchos han dado testimonio de su fe en medio de sufrimientos, a menudo heroicos.

¡Cuántos cristianos a lo largo del siglo XX, en todos los continentes, han pagado con su sangre su amor a Cristo! En el siglo XX, “el testimoniar a Cristo hasta derramar la sangre ha sido patrimonio común entre católicos, entre ortodoxos, entre anglicanos y entre protestantes”, (Tertio milenio adveniente). En mi juventud fui testigo de muchos sufrimientos y muchas pruebas. “Mi sacerdocio, desde su origen, está en relación con el gran sacrificio de numerosos hombres y mujeres de mi generación”.

La experiencia de la Segunda Guerra Mundial y los años siguientes me indujeron a considerar, con una atención llena de reconocimiento, el ejemplo luminoso de los que, desde el principio hasta el fin del siglo XX, han sufrido persecución, violencia y muerte a causa de su fe y a causa de la conducta que les inspiraba la verdad de Cristo. ¡Son muchísimos! Su memoria no debe perderse».

Amado Señor, nos comprometemos a testimoniar tu amor a través de nuestras acciones cotidianas y en la interacción con nuestros hermanos, en especial, con los más necesitados.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.