JUEVES DE LA SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

LECTIO DIVINA DEL JUEVES DE LA SEMANA XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C

«Entonces verán al hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza: porque empieza su liberación». Lc 21, 27-28.

 

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 20-28

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando ustedes vean a Jerusalén sitiada por ejércitos, sepan que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a las montañas; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.

¡Ay de las que estén en cinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán al filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que el tiempo de los gentiles llegue a su cumplimiento.

Habrá signos en el sol, en la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, pues los astros temblarán. Entonces verán al hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza: porque empieza su liberación».

Palabra del Señor.

 

 

 

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Hoy celebramos a Santa Catalina Labouré. Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 9 años le encomendó a la Santísima Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición. El 27 de noviembre de 1830, estando Santa Catalina rezando en la capilla del convento, la Virgen María se le apareció totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Ella le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora, que constituyó la Virgen de la Medalla Milagrosa.

El pasaje evangélico de hoy comprende el segmento denominado “La gran tribulación” y parte del texto llamado “La Parusía”, que integran el discurso escatológico de Jesús en el evangelio de San Lucas. Este episodio se ubica también en el capítulo 24 de Mateo, en los versículos 15 al 21 y en el capítulo 13 de Marcos, versículos 14 al 19.

Tengamos en cuenta que la Escatología es un componente de la Teología que analiza los conocimientos relacionados con el fin de los tiempos. Así mismo, la parusía se refiere a la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo al final de los tiempos, es un acontecimiento de terminación de la historia; es la nueva, definitiva y manifiesta presencia del Señor.

Los eventos cósmicos de la lectura de hoy ayudan a diferenciar, principalmente, la primera venida de Nuestro Señor Jesucristo, que asumió nuestra condición humana, y su segunda venida o Parusía, en la que vendrá con todo el poder y gloria, como Rey universal. Lo más importante es prepararse para el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo, alimentando la esperanza de que su segunda venida tiene por finalidad liberar a toda la creación. Será el inicio de la tierra y el cielo nuevos anunciados por los profetas.

 

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

Ante todas las cosas negativas que ocurren a nuestro alrededor y en el entorno global, estamos llamados a perseverar en la vivencia del evangelio, es decir, en amar y cumplir las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.

Hermanos: dejemos de lado todo tipo de distracciones y estemos vigilantes, buscando la paz del Señor, con la esperanza firme de que llegará el día en que nos presentaremos ante Nuestro Señor Jesucristo. Él nos llama, a cada instante, a proclamar nuestra fe por donde vayamos.

Hermanos: meditando la lectura, respondamos: ¿Invocamos al Espíritu Santo en nuestras actividades diarias y cuando atravesamos tribulaciones? ¿Testimoniamos con valentía a Nuestro Señor Jesucristo?

Que las respuestas a estas preguntas nos ayuden a incrementar nuestra oración y amor por Dios y por el prójimo con acciones muy concretas.

¡Jesús nos ama!

 

  1. Oración

Amado Jesús, Hijo del hombre, envíanos tu Santo Espíritu para perseverar en el cumplimiento de tus enseñanzas y fortalecer nuestra fe, para que cuando vengas nos encuentres dando testimonio valiente de tu amor.

Amado Jesús, frente a las guerras, desastres naturales, hambruna y tantas otras cosas que afectan a diversos países del mundo, envía tu Santo Espíritu para iluminar las mentes y corazones de toda la humanidad para dar testimonio de amor, esperanza y solidaridad con los hermanos que sufren.

Espíritu Santo, otórganos los dones para que, con amor y creatividad, realicemos obras de misericordia en favor de nuestros hermanos más necesitados.

Padre eterno, tú que enviaste a Nuestro Señor Jesucristo al mundo para salvar a los pecadores, concede a todos los difuntos el perdón de sus faltas.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh, Virgen gloriosa y bendita. Amén.

 

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Señor Jesucristo en la Sagrada Comunión y con el himno “Adoro te devote” de Santo Tomás de Aquino:

«Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria. Amén».

 

Es difícil, pero pongamos todo de nuestra parte para hacer de nuestra vida cristiana un canto de alabanza, de adoración, de acciones de gracias y de entrega amorosa a Nuestro Señor Jesucristo.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

 

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.