LUNES DE LA SEMANA 1 DE ADVIENTO– CICLO A

LECTIO DIVINA DEL LUNES DE LA SEMANA 1 DE ADVIENTO– CICLO A

«Señor, no soy digno que entres en mi casa. Pero una palabra tuya bastará para que mi criado quede sano». Mt, 8, 8.

Oración inicial

Santo Espíritu de Dios, Amor del Padre y del Hijo, ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la Palabra y revélanos sus más íntimos secretos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Ave María Purísima, sin pecado concebida.

  1. Lectura

Lectura del santo evangelio según san Mateo 8, 5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en cas a un criado que está en cama paralítico y sufre mucho». Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo». Pero el centurión le respondió: «Señor, no soy digno que entres en mi casa. Pero una palabra tuya bastará para que mi criado quede sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y le digo a uno: “Ve”, y va; al otro: “Ven”, y viene; y a mi criado: “Haz esto”, y lo hace». Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Les aseguro que en Israel no he encontrada a nadie con tanta fe. Les digo que vendrán muchos desde oriente y occidente y se sentarán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos».

Palabra del Señor.

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El texto de hoy relata un episodio protagonizado por Jesús en Cafarnaún, cuando un centurión romano se le acerca y le ruega que cure a su siervo. Este pasaje evangélico se encuentra también el capítulo 5 de Lucas, versículos del 12 al 16.

Los centuriones pertenecían al imperio romano y tenían responsabilidades militares y políticas. Eran considerados paganos y los judíos creían que, si ellos ingresaban a la casa de un pagano, quedaban impuros.

El centurión, conociendo el poder de Jesús para sanar, se acerca a Él para suplicar por la salud de su siervo que se encontraba muy enfermo. Aun cuando tenía poder militar y político, se sentía indigno de que Jesús entre en su casa; sin embargo, tenía mucha fe en Jesús y sentía mucha estima por su siervo.

Las palabras del centurión se han convertido en una de las más hermosas oraciones litúrgicas con que los fieles se preparan para comulgar: “Señor no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme”.

El centurión reconoce la divinidad de Jesús y su dominio sobrenatural sobre la creación. Jesús se queda admirado de la nobleza y humildad de este centurión, y lo elogia diciendo, que en ninguna persona de Israel había encontrado una fe tan grande. De esta manera, Jesús establece la universalidad de la salvación, a la que se accede por la fe y no por la raza ni la nacionalidad.

  1. Meditación

Queridos hermanos: ¿cuál es el mensaje que Jesús nos transmite el día de hoy a través de su Palabra?

La fe inquebrantable del centurión en Jesús es realmente admirable y nos llena de asombro. A la vez, es un maravilloso ejemplo que debemos cultivar, pidiendo al Espíritu Santo la gracia para alcanzar dicha fe. Es también una lección, ya que a veces rechazamos a personas que no forman parte de nuestra comunidad e incluso de nuestro credo, pero que, sin embargo, son ejemplo de actitud y fe inquebrantable.

Por ello, que la lectura de hoy sea un llamado para que confiemos nuestros planes a Nuestro Señor Jesucristo y nos abandonemos en Él, para conseguir la sanación de nuestro espíritu y la paz de nuestro corazón; así mismo, para interceder ante Nuestro Señor Jesucristo por otras personas.

Queridos hermanos, meditando la palabra de hoy, es conveniente preguntarnos: ¿Cómo está nuestra fe y confianza en Nuestro Señor Jesucristo? ¿Acercamos a personas a Nuestro Señor Jesucristo para que Él los sane?

Hermanos, que las respuestas a esta pregunta nos impulsen a confiar plenamente en Nuestro Señor Jesucristo, pidiendo la gracia, al cielo, de aumentar nuestra fe.

¡Jesús nos ama!

  1. Oración

Señor, creemos, pero aumenta nuestra fe.

Amado Jesús, acepta nuestro deseo de acercarnos más a tu sagrado corazón, te suplicamos nos envíes tu Espíritu Santo para que nos ayude a aumentar nuestra fe en tu bondad, y dar testimonio tuyo a través de nuestras vidas.

Amado Jesús, necesitamos que sanes las enfermedades de nuestro corazón. No somos dignos de que entres en nuestras casas, pero con tu palabra y presencia nos renuevas y nos salvas.

Amado Jesús, otórgale a la Iglesia la fe del centurión, que transformó su confianza y humildad en un prodigio de amor y de fe.

Amado Señor Jesús, te suplicamos recibas en tu reino, por tu inmensa misericordia, a nuestros hermanos difuntos.

¡Dulce Madre, María!, Madre celestial, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones.

  1. Contemplación y acción

Hermanos: contemplemos a Nuestro Dios con la lectura de una parte del salmo 114:

«Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco.

Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y angustia. Invoqué el nombre del Señor: “Señor, salva mi vida”.

El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó.

Alma mía, recobra tu calma, que el Señor es bueno contigo: arrancó mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída.

Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida».

Queridos hermanos: pidamos diariamente la intervención del Espíritu Santo para que nos conceda la gracia de incrementar nuestra fe. Acompañemos estas peticiones con la oración frecuente y la meditación diaria de la Palabra, con el fin de conocer más a Nuestro Señor Jesucristo. Así mismo, que la Santa Eucaristía, Pan de los ángeles, sea nuestro alimento del alma.

Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Oración final

Gracias Señor Jesús por tu Palabra de vida eterna.

Que el Espíritu Santo nos ilumine para que tu palabra penetre a lo más profundo de nuestras almas y se convierta en acción.

Dios glorioso, escucha nuestra oración, bendito seas por los siglos de los siglos.

Madre Santísima intercede ante la Santísima Trinidad por nuestra petición. Amén.